Panorama Político // 2019-11-17
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Whipala
Evo Morales y la cosmovisión indígena del mundo que él representa, está siendo aniquilado. Un golpe de Estado echó por tierra el proyecto revolucionario que venía encabezando. Silencio cómplice de Mauricio Macri, aplausos de la OEA y Estados Unidos; solidaridad de Alberto Fernández. Alfredo Cornejo pierde espacio en la UCR mientras el peronismo mendocino unifica sus bloques.


 Nuevamente los  falsos dioses, que agitan la biblia pero codician el oro, han tomado por asalto la heroica y sufrida Bolivia. El golpe de Estado, que obligó a la renuncia de Evo Morales y Álvaro García Linera atacó el gobierno más exitoso de la región y el mejor de la historia boliviana. Durante su gestión  se redujo más de un 25% la pobreza y se disminuyó la desocupación del orden 4%, la menor de América Latina. Con un notable proceso de inclusión social registra una inflación solo del 1,7%, incluso más baja que el propio Estados Unidos y muy por debajo del vergonzoso 55% que muestra Argentina.     El crecimiento del PIB durante los 14 años de gestión fue de un promedio del 4,6% anual, muy por encima también de Estados Unidos y de la gestión del exitoso empresario Macri que hundió la economía nacional al -3, 1%. Sin ceder la soberanía nacional sobre sus recursos naturales, Bolivia tiene una  deuda externa acumulada de US$13.280 millones mientras que Argentina es más de US$300.000 millones. Si hasta el FMI felicitó a este país por su “sólido desempeño económico”. Esto es lo que vienen a destruir los golpistas: un país digno, soberano, que ha distribuido las riquezas entre todos los bolivianos. Nuevamente  se intentará volver a sumirlo en la pobreza, la dependencia y la desigualdad. Por estas horas, el ejecito y grupos de mercenarios han implantado el terror, la persecución y la muerte mientras una perfecta desconocida, senadora Jeanine Añez asumió, ignorando todos los mecanismos institucionales, el cargo de Presidenta. Otro gobierno títere, como Juan Guaidó en Venezuela, es entronizado en América Latina.  

Pero los saqueadores  no solo vienen por los recursos naturales y las riqueza bolivianas. Pretenden también  destruir todo aquello que representa lo más valioso del mítico mundo andino. Con furia incontenible  arrasan los odiados símbolos indígenas. La Whipala, la bella y multicolor bandera que representa lo más sagrado de la cosmovisión de los pueblos originarios, es quemada en un ritual bárbaro por los miembros Comité Cívico de Santa Cruz, un grupo de racistas  y de fanáticos políticos y religiosos que responden al líder de la asonada, el supremacista blanco Luis Fernando Camacho Vaca. 

“Hemos cumplido con lo que habíamos dicho, la Biblia está volviendo al Palacio Quemado. Nunca más volverá la Pachamama. Bolivia es para Cristo”, sentenció el  ultrderechista “Macho” Camacho. Nuevamente los blancos quieren volver a asesinar al Inca Atahualpa, igual que hace 500 años en Cajamarca, Francisco Pizarro, el puerquero de Extremadura, el falso Viracocha, que en nombre de Dios sacrificó  todo un pueblo para robarse el oro del Cuzco. Esta vez no es la cruz ni la espada del catolicismo conservador ni las balas de los defensores de los valores “occidentales y cristianos” quienes vienen a exterminar una cultura milenaria; es la derecha evangélica, sectas norteamericanas que aspiran, como bien señala el filósofo  mendocino Enrique Dussel, a transformar la subjetividad indígena para convertirlo en un miembro pleno de la sociedad capitalista burguesa. 

 La blanquitud racista, que desprecia a los pueblos originarios, no solo es monopolio de las marionetas patéticas  que asaltaron el Palacio Quemado. También la Organización de Estados Americanos, y su Secretario Luis Almagro, expulsado del Frente Amplio uruguayo, es un ferviente promotor del golpe de Estado racista. Dice Evo Morales de la OEA: “Dicen que gané, pero no con claridad, entonces, debería haber segunda vuelta, pero no, quieren nuevas elecciones. Es una decisión política. Ahora dicen que hicimos un autogolpe. Luis Almagro espera instrucciones del Gobierno de Estados Unidos, así se puede entender. Yo tenía cierta esperanza en la OEA. Le dijimos que hicieran la auditoría, estaba convencido de que no hubo fraude. Nunca en la vida me ha gustado hacer algo ilegal. El tema de fondo es que no aceptan el voto indígena. Después del primer informe, el TREP, ganaba con el 7% pero faltaba el voto rural, el voto indígena. Dije que íbamos a ganar. Rechazan el voto indígena, es regresar a tiempos del pasado, a tiempos de la colonia.” Sin embargo para Luis Almagro, un peón de la política norteamericana en la región, “Hubo un golpe de estado en Bolivia. Ocurrió el día 20 de octubre, cuando se realizó el fraude electoral que tenía como resultado electoral el triunfo del ex presidente Evo Morales en primera vuelta”, afirmo cínicamente. “Ahora estamos un paso más cerca de un hemisferio occidental completamente democrático, próspero y libre” afirmó el único ganador del golpe, Donald Trump y felicitó al ejército boliviano para que no queden dudas los que piensa Estado Unidos  de la democracia. 

Mientras el pueblo boliviano inicia una lucha por la recuperación de la democracia, Mauricio Macri  previsiblemente, no condenó el golpe. Lo que para él en Venezuela es una dictadura, no lo es en Bolivia donde las Fuerzas Armadas, la policía y grupo de fanatizados expulsan a un Presidente del país.  El quiebre democrático, la persecución, la cacería de opositores, la censura, la falta de libertad no son evidencia suficiente para los republicanos macristas en el gobierno. En la nota “Masacre durante protestas en Bolivia: al menos siete muertos” en VCF se dan más detalles de esta represión.  

El servil alineamiento del macrismo  a la política norteamericana se ve reflejado en sus tardías y débiles declaraciones copiadas de su socio Luis Almagro de la OEA. También el  papel de la Cancillería argentina y de su canciller Marcelo Faurie ha sido lamentable y tal como se lo señaló Guillermo Carmona en la última sesión de la Cámara de Diputados,  “están pisoteando la tradición diplomática argentina que se ha caracterizado por hacer un defensa y promoción irrestricta de la democracia en nuestro continente”. También el oficialismo hizo un papelón en el Congreso de la Nación, tanto en Senadores, donde el PRO votó en contra y el radicalismo se abstuvo, como en la  Cámara de Diputados donde el oficialismo, con el argumento de “sostener la unidad” también se abstuvo de repudiar el golpe de Estado. El único legislador oficialista que voto favorablemente el repudio fue Daniel Lipovetzky (PRO-Cambiemos) que afirmó que “Cuando ocurre un golpe de Estado tenemos que ser muy claros, no hay grises. Cuando uno escucha que el jefe de las Fuerzas Armadas de un país hermano sugiere o exige la renuncia a un presidente, está claro que estamos hablando de un golpe de Estado”  

El presidente electo Alberto Fernández no dudó  en calificar de golpe de Estado lo sucedido en Bolivia. "No hay ningún ejército que haya liberado a un pueblo. Hay un golpe de Estado, que nadie se confunda, para que hablemos claro y sin mentiras. Y para que después cada uno se haga cargo de lo que dice". El nuevo Presidente argentino ha desplegado una intensa agenda regional en defensa de la integración y en defensa de los gobiernos y líderes populares como Lula o Evo. Mientras calificaba de “inaceptable” lo sucedido en Bolivia, criticaba duramente la posición norteamericana: "Estados Unidos volvió a las peores épocas de avalar golpes de Estado en América Latina". También Alberto Fernández trabajó intensamente para preservar la integridad física del Evo Morales. Mientras el Presidente Macri se mantenía indiferente a la violencia que se desataba en Bolivia y cerraba los consulados para no asistir a los funcionarios bolivianos amenazados, Alberto Fernández hacia gestiones ante los gobierno de Paraguay, Perú,   la Secretaría Iberoamericana para, finalmente, llevar sano y salvo a Evo Morales a México país que, por decisión de su Presidente Andrés Manuel López Obrador, terminó otorgándole asilo político al líder aymara derrocado y perseguido. En uno de los últimos tuits Alberto Fernández denunciaba el creciente número de muertes en Bolivia, mientras “el Gobierno argentino calla. La OEA avala y la ONU debe intervenir”. No será fácil para los golpistas y sus aliados, que no toleran a un Presidente indígena y antimperialista, quebrar la dignidad de un pueblo porque como dijo Tupac Katari, “hoy seremos pocos, mañana volveremos millones”

 En Chile la clase política tampoco  tienen paz. Con más de veinte muertos y miles de heridos  a cuesta, el gobierno neoliberal de Sebastián Piñera tambalea frente a las movilizaciones populares que no abandonan  las calles del país. Luego de apelar casi exclusivamente a la represión y la violencia, la última iniciativa política presidencial  para descomprimir la crisis es la posibilidad de llamar a una Asamblea Constituyente para reemplazar la constitución de Augusto Pinochet. Pero  difícilmente el pueblo chileno confíe en una clase política que, salvo excepciones, han sido abiertos cómplices de la tragedia que vive el pueblo chileno en términos de desigualdad, pobreza y exclusión.  La concentración obscena de la riqueza en pocas familias y empresas, la falta de acceso a la educación, la salud, la seguridad social, los servicios públicos han hecho implosionar la sociedad chilena. Solo represión tiene el neoliberalismo para controlar el descontento. Si este es el único camino, la derrota de las élites privilegiadas y el triunfo del pueblo en las calles es una alternativa posible.

 En Mendoza el gobernador Cornejo, que considera que evitar que la provincia se endeude es un delito de lesa humanidad,  no opina lo mismo del sangriento gobierno de facto que tomó por asalto el poder en Bolivia. Para el presidente de la UCR, Evo Morales renunció voluntariamente  y en consecuencia, lo que sucedió en Bolivia, “no es un golpe de Estado”. Sin dudas que la ética de Alem, Irigoyen y Alfonsín no es el sello distintivo del gobernador mendocino. Tampoco ha tenido mejor suerte en su pretensión de presidir el bloque de diputados radicales en el Congreso Nacional. Su socio Gerardo Morales, a quien apañó en su persecución a Milagro Sala, acaba de  traicionarlo y se definió por el cordobés Mario Negri que, de no haber un cataclismo, será nuevamente el jefe del interbloque opositor en la Cámara de Diputados. Salvo que se anime a romper el bloque, el destino de Cornejo es levantar la mano cuando el radicalismo macrista, que ayudó a construir, se lo reclame.

Por su parte  el peronismo mendocino  unificará sus bloques legislativos en ambas Cámaras.   Frente de Todos-Partido Justicialista será la denominación que adoptará en esta nueva etapa esta  fuerza política. El Presidente del Partido Justicialista Guillermo Carmona, que impulsó junto a otros dirigentes esta iniciativa,  fue uno de los referentes que más tempranamente comprendió la importancia de alcanzar una síntesis entre peronismo y kirchnerismo, para  consolidar una fuerza política que sea la expresión opositora más importante al modelo político y económico que expresa el radicalismo.  

Con esta iniciativa legislativa el justicialismo busca ofrecer una opción superadora al modelo social y productivo que representa la alianza gobernante en la provincia,  como también construir una agenda provincial en sintonía con el proyecto federal que expresa Alberto Fernández. Como en otras oportunidades el peronismo deberá fortalecer esta  unidad sin dejar de expresar la diversidad y la vasta heterogeneidad de sectores que integran esta expresión partidaria.  

Este Panorama Político quiere rendir también un homenaje a los 44 submarinistas que, hace dos años, morían en cumplimiento del deber. Memoria y justicia para quienes cayeron defendiendo la soberanía nacional.


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