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- Venga, ponga la mano acá…
- Pero ¿qué hace?
- Relájese que no le va a pasar nada. La Argentina es un país seguro.
- ¿Me suelta por favor?
- No se haga el difícil que con esa manito debe haber votado a Cristina.
- Pero…
- No, ahí no, acá.
- Estamos haciendo un papelón.
- Si no se afloja va a ser peor.
- Es poco serio que usted me agarre la mano en medio de la Sala de Prensa.
- Muertita, así. Muy bien. Ahora me gusta más.
- ¿Qué es lo que quiere?
- Que me toqué la frente. Ahí está. Así. Así, así, así. El meneadito / el meneadito, el meneadito /el meneadito / así, así, así…
- ¿Qué le pasa? ¿Se volvió loco?
- Ahora es cuando caen los globos amarillos y empieza la fiesta.
- ¿Qué fiesta?
- Perdón. Me vino un deja vu de cuando ganábamos elecciones y no teníamos que soportar a los radicales ¡Qué tiempos, mamita!
- ¿Entonces?
- Usted resultó más aburrido que Lavagna en sandalias y zoquetes, ¿eh?
- ¿Puede decirme para qué quería que le toque la frente?
- Otra vez.
- ¿Otra vez qué?
- Que me toque la frente, otra vez. Pero con ganas. Como hacía su mamá cuando era chico.
- ¿Se siente bien?
- Mejor que nunca.
- ¿Y entonces?
- Ya le dije: hágalo de nuevo.
- Ya está. ¿Ahora me deja en paz que nos están mirando todos?
- ¿Cómo me nota?
- ¿Me pregunta si está enfermo?
- No.
- ¿Entonces?
- Mamita, cómo hay que remarla en este país! Pobre Mauricio.
- Sigo sin entender el papelón que me hizo hacer. Fíjese la cara de los colegas que nos miran...
- No se preocupe, ellos también van a probar.
- ¿Qué cosa?
- Si estoy caliente.
- Fiebre no tiene, si es lo que le preocupa.
- Si quisiera un médico lo llamo a Nelson Castro, pero el doctor está atendiendo la pobreza que hay en Venezuela.
- ¿Y qué es lo que quiere entonces?
- Ya se lo dije: saber si estoy caliente.
- No. No está caliente. Su temperatura es normal.
- No puede ser, porque estoy caliente. ¡Re caliente estoy!
- Bueno, vaya al hospital entonces.
- No puedo porque la crisis internacional nos dejó sin presupuesto. Estoy re caliente.
- ¿No tiene prepaga?
- Tenía pero no la puedo pagar. Estoy calentísimo.
- Pruebe con un té de yuyos.
- ¿Se volvió loco? Sale más barato ir un mes a Cancún. Estoy re caliente.
- ¿Por el precio del té?
- No, porque ya no me puedo ir a Cancún.
- Bueno, va a tener que ahorrar.
- Ni me lo recuerde que estoy re, pero re, recontra caliente.
- ¿Y ahora por qué?
- Porque tuve que cambiar los dólares que tenía, justo ahora que está subiendo de nuevo.
- Bueno, no se altere.
- No, no me altero ¡Es que estoy caliente!!
- Ya lo escuché, no hace falta que grite. Hace dos segundos estaba sereno.
- Sí, claro, pero cuando uno se calienta se calienta... y yo…
- Sí, sí, sí, ya entendí.
- ¿Qué cosa?
- Como está.
- ¿Y como estoy?
- Caliente.
- ¡Nooo! ¡Re caliente! ¡Re contra pero recontra mil caliente!
- ¿Y ahora por qué?
- Porque mientras nosotros remamos y remamos, la señora pasea por Cuba.
- Ya volvió.
- ¿En serio?
- Sí.
- ¿No ve lo que le digo? Estoy recontra mil caliente. Caliente, caliente, caliente.
- ¿Qué le pasa?
- Nos dijeron que era fácil y ahora Mauricio tiene menos intención de voto que Altamira.
- Bueno, algo habrá hecho mal.
- Sí, no estar caliente antes. Si hubiese estado caliente cuando debió estar caliente, esta calentura no pasaba,. ¿Entiende?
- ¿Qué cosa?
- Eso. Estar tan caliente, que pela, como estamos ahora.
- ¿Y que van a hacer?
- Nada.
- ¿Nada?
- Bah! … Sí, algo.
- ¿Qué cosa?
- Estar calientes.