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Lo que vimos en la última cadena nacional del presidente y luego en Córdoba en el lanzamiento de campaña, es la confirmación del aislamiento y la soledad en la que se encuentra Milei. Sus discursos no fueron un informe de gestión ni un plan de futuro. Tampoco presentó un presupuesto pensado para resolver problemas, ni un intento de diálogo con una sociedad que ya se expresó en las urnas con un rechazo contundente al ajuste el 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires. Aquellas elecciones que dejaron dos mensajes claros: pusieron en valor gestiones provinciales como la de Axel y rechazaron la motosierra.
Aun así, durante la última semana Milei confirmó su agenda de recorte y endeudamiento. Una vez más dio la espalda a un pueblo que sufre día a día las consecuencias de la timba financiera disfrazada de plan económico. En política exterior, se alineó sin matices a Estados Unidos e Israel, respaldando operaciones militares en Gaza y negociando swaps y créditos con el Tesoro norteamericano, que lesiona gravemente la soberanía nacional. También avanza con gestos como trasladar la embajada argentina a Jerusalén, dejando de lado la tradición diplomática de equilibrio y comprometiendo a Argentina en un escenario global polarizado.
El presupuesto 2026 confirmó que el presidente solo escucha a su círculo íntimo. Ajuste y más ajuste, presentado como virtud en sí misma. El resultado ya se ve: vaciamiento de la Salud y la Educación pública, obras paralizadas, fábricas cerradas, jubilados sin medicamentos, caída del poder adquisitivo y más deuda con FMI, Banco Mundial y Tesoro de EE.UU. Mientras tanto, lo único que financió el Gobierno fue la especulación, usando fondos de la ANSES para alimentar el negocio del dólar.
El curro de elegir como enemigo al Estado
El ajuste no es el principal objetivo del Gobierno de Milei. La estrategia central es romper el tejido social, desarticular los lazos comunitarios y promover un sálvese quien pueda, regido por las reglas del mercado. Buscando instalar así una cultura individualista, desconfiada de las instituciones y confundida entre libertad y libertinaje.
La misión es muy clara: desguazar el Estado, presentándolo como un estorbo a sacarse de encima. Y ese es el principal objetivo. Porque el anarcocapitalismo y la timba financiera, comprenden a la perfección que es el Estado el que puede regular e imponer condiciones al mercado y a sus propios negocios. Es el Estado el corazón que hace posible la vida en comunidad y puede generar las condiciones de posibilidad para garantizar paz, igualdad y desarrollo.
Por eso el peronismo y los movimientos populares de América Latina y del mundo, que promovieron la igualdad y movilidad social, sostienen siempre la idea de un Estado presente. Eso es lo que incomoda a quienes desprecian lo democrático y lo colectivo. Claro que el Estado también debe repensarse bajo nuevas formas de la estatalidad, y el peronismo renovar sus banderas frente a nuevos escenarios. Pero es innegable que sin Estado no hay comunidad posible.
Las mentiras de Milei, repetidas desde la campaña hasta hoy tenían esa misión: desgastar al Estado. El presidente proponía dos variables. La primera, como ya habían dicho Martínez de Hoz y Cavallo, es que hay que achicar el Estado para tener una gran Nación. La segunda, el continuo llamado al esfuerzo colectivo, con la promesa de que, si cada argentino soporta que su calidad de vida empeore, luego llegarían tiempos mejores. Sin embargo, la vida es ahora y las necesidades no esperan.
En cada conferencia donde Milei pedía esfuerzo al conjunto del pueblo y atacaba al Estado, decía que en algunas décadas podíamos ser un país como Alemania, Irlanda, EEUU, Austria, etc. Claro, son países equilibrados, con buenos números macroeconómicos, bajísimos niveles de pobreza e inseguridad, entre otros elementos centrales como Educación, Ciencia y Tecnología, que los convierten en modelos para el resto de los países que sueñan con estar y vivir mejor. Sin embargo, los países que Milei ponía como modelos, hacen todo lo contrario a la política que lleva adelante el presidente de la motosierra, ya que el grado de participación estatal en la vida comunitaria es grande y en algunos muy grande.
Paradójicamente, los países que Milei cita como ejemplo hacen exactamente lo contrario: sostienen un Estado fuerte y presente en áreas estratégicas.
Alemania: financia el transporte público con más de 1.500 millones de euros hasta 2026, mayormente desde el Estado nacional. En ciencia, destina más del 3% del PBI a investigación, de los cuales el Estado aporta alrededor del 1%. En Argentina, apenas se llega al 0,2% y en retroceso.
Estados Unidos: en 2023-2024 invirtió 625,8 mil millones de dólares en infraestructura (rutas, transporte, cloacas, electricidad), el 80% con fondos estatales. Además, destina más del 3,5% del PBI a investigación, con un presupuesto de 47 mil millones de dólares solo para los Institutos Nacionales de Salud. En contraste, en Argentina se desfinanció el Hospital Bonaparte y se cerró el Instituto Nacional del Cáncer.
Austria: invirtió 80 millones en colectivos eléctricos y creó el “billete climático”, una tarjeta anual estatal a bajo costo para todo el transporte público. También destina más del 3,5% del PBI a investigación, con 4.600 millones de euros aportados directamente por el Estado.
Irlanda: organiza el transporte público casi totalmente a través de empresas estatales. En 2025 invertirá 1.600 millones de euros en transporte y destinó alrededor de 1.000 millones de euros a ciencia y tecnología. En educación, invirtió el 12% de su PBI en 2021, mientras Argentina retrocedió del 6,4% logrado en 2015 a cifras en caída desde 2016.
Estos datos muestran que en los países desarrollados el Estado no es mínimo: es el motor que dinamiza la sociedad impulsando la salud y la educación y fortaleciendo la soberanía, la ciencia y la tecnología. Esa es la base de comunidades más inclusivas, con menos pobreza y democracias más sólidas.
Con año y medio de gestión, promesas incumplidas y un plan económico que se deshace, a Milei le queda solo el show. Su estilo de insultos y desbordes empieza a generar rechazo incluso entre quienes lo apoyaron en 2023. Dirigentes de su entorno muestran cansancio y muchos gobernadores, que meses atrás lo respaldaban “para dar gobernabilidad”, comienzan a alejarse de un barco que ya chocó contra el iceberg.
Mientras tanto, crecen expresiones de unidad en distintos sectores sociales que reclaman al congreso poner límites a la motosierra.
Cada cadena nacional muestra un presidente aislado, disociado de la realidad cotidiana y hablando a menos personas cada vez. La distancia entre su relato y la vida real se agranda. Y lo que confirma su aislamiento es el pueblo en las calles y en las urnas que ha comenzado a hacer sonar su escarmiento.