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- Venga, deme una mano.
- Que…
- No, así no, póngalo de costado. A ese también.
- Pero así no se ven.
- De eso se trata.
- ¿De que no se vean?
- Exacto.
- ¿Y de qué sirve si no se ven?
- Es el efecto sorpresa. No, ahí no. Ese póngalo justo en la puerta.
- Pero no se va a poder pasar.
- Mejor.
- ¿Mejor para qué?
- Para que nadie se haga el distraído.
- ¿Puede pasar eso?
- Ni lo dude. Y con los radicales mucho más.
- No creo que se solucione de este modo.
- ¿A usted se le ocurre algo mejor?
- No tiene que ocurrírseme a mí, yo soy periodista.
- Ese de ahí póngalo cortando el paso.
- Parece que está haciendo un piquete…
- La boca se le haga a un lado…
- Pero aquí no se puede caminar sin chocarse con uno.
- Crear dos, tres, mil Mauricios… Es lo que pide la hora.
- Le soy sincero, estás imágenes no se parecen demasiado al presidente.
- Eso buscamos.
- No entiendo.
- ¿Sabe qué pasa? Si se parecen demasiado, pierde efecto.
- ¿Y cuál sería el efecto?
- Que no se rajen.
- Pero es el presidente…
- Chocolate por la noticia.
- Quiero decir que algo funciona mal si todos lo evitan, si quieren despegarse, mantenerse lejos.
- ¿Y por qué cree que estamos haciendo esto? Vamos a llenar de Mauricios la Casa Rosada, se lo aseguro.
- ¿Y que gana con eso?
- Que el que viene toca a un Mauricio sí o sí.
- Bueno, pueden no venir.
- Pero esta es la primera etapa del plan.
- ¿Y la segunda?
- Vamos a llenar de Mauricios la convención radical. Esos no se van a ir tan fácil.
- ¿Le parece que sirve algo así?
- Como que somos el mejor gobierno de los últimos setenta años. Mire lo que pasó en Neuquén.
- ¿Qué pasó?
- Llenamos de Mauricios la provincia.
- Yo no leí que haya habido ninguno.
- Es que eran cartones como estos, pero de cipreses.
- Me dijo que eran del presidente.
- El presidente estaba detrás.
- Es un mal chiste.
- Diga lo que quiera pero nos salió bárbaro.
- ¿En qué sentido?
- La derrota de la Bruja del Calafate fue inapelable.
- Pero el candidato del presidente salió tercero.
- Bueno, es que no llegamos a poner Mauricios cerca de las urnas, era muy caro y a Lagarde le pareció una locura.
- ¿Por la veda?
- No, por el costo. No quieren poner un peso más. Una partida de Mauricios y basta, dijo la jefa. Esos gringos no entienden el ser nacional.
- …
- Pero quédese tranquilo que en Córdoba no se nos escapa.
- Pero si ahí se acaba de dividir Cambiemos.
- ¡Malditos radicales! Es que no llegaron los Mauricios a tiempo.
- ¿Qué pasó?
- No querían subirlos al camión.
- ¿Por?
- ¡Nadie quiere trabajar en este país, viejo! Pero con la reforma laboral se va a acabar la joda.
- Podrían haberlo mandado en avión.
- Eso dije yo, pero cuando llenamos el Flybondi con Mauricios se bajaron todos. No quedó ni la azafata. No sabe cómo corrían. Era una maratón.
- Parece que la figura del presidente provoca cierto rechazo.
- Patrañas. Los malditos radicales no van a doblarnos el brazo. Vamos a llenarle el país de Mauricios. Le van a salir Mauricios por los bigotes de Alfonsín y los rulos de Lousteau.
- ¿Y cómo van a hacer?
- Vamos a aplicar el plan Dietrich.
- ¿Qué plan?
- Vamos a mandar los Mauricios en Rapi.
- Pero en bicicleta van a llegar después de las elecciones.
- No vaya a creer. Tenemos un ejército de venezolanos dispuestos a pedalear por la causa de la libertad. Y no sabe lo barato que nos sale!!!
- Parece la mancha venenosa.
- ¿Qué cosa?
- La imagen del presidente.
- Hasta que llenemos el país de Mauricios.
- ¿Y si no funciona?
- Lo llenamos de Cristinas.
- ¿Y de qué le serviría al gobierno?
- No sabemos, pero para algo Cristina siempre nos sirve. Y ahora si me disculpa, tengo que irme a casa.
- ¿Tan temprano?
- Es que quiero aprovechar que mi mujer está en el trabajo.
- No quiero ser indiscreto, pero no comprendo que tiene que ver que…
- Es que quiero poner varios Mauricios en el jardín.
- No me diga que su mujer tampoco…
- Juliana hay una sola, querido, métaselo en la cabeza. Páseme esos dos, el del ciprés y el otro, por favor.