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El asedio es un bloqueo prolongado a una ciudad, que puede derivar en un asalto militar directo si existe oportunidad, o en la espera de su caída por el desgaste que produce la situación. Cuando el enemigo no puede ser derribado y rechaza la rendición, entonces el atacante intentará rodear el objetivo y bloquear sus líneas de suministros.
La crisis económica y financiera en la que está inmersa Venezuela se explica en gran parte por el bloqueo y las sanciones que le aplican Estados Unidos y otros países. Por otro lado, la caída del precio internacional del petróleo ha generado en los últimos años mayores dificultades. Aun así, Nicolás Maduro ganó las últimas elecciones del 20 de mayo de 2018 con todas las garantías de un proceso electoral, reconocidas por todos los observadores internacionales.
La política en el mundo actual ya no puede entenderse sin tener en cuenta la situación de conjunto en el plano internacional. En Venezuela también se juega una lucha geopolítica a escala mundial.
En el plano continental, donde las relaciones de fuerza se están desplazando hacia gobiernos neoliberales de derecha y subordinados a Estados Unidos, hay mayor “influencia” en contra de Maduro. Aquí el Grupo de Lima toma la delantera. En contra de Maduro, entonces, en el continente americano, Washington encabeza el ataque seguido de cerca por los gobiernos subordinados en cuya primera fila se esfuerzan por estar Brasil y Argentina.
Sin embargo, cuando Estados Unidos estaba a punto de lograr una acumulación de fuerzas importante a nivel continental aparece México con López Obrador que defiende el principio histórico de no intervención y rompe lo que sería una clara hegemonía en contra de Venezuela, a la que se suma Uruguay. Además, apoyan a Maduro abiertamente Bolivia, Cuba y Nicaragua.
México y Uruguay divulgaron una declaración conjunta exigiendo una solución pacífica. Obrador fue un paso más allá y dijo que su país está dispuesto a ser sede de una mesa de diálogo para solucionar la situación de crisis política en Venezuela, si el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición lo solicitan. Allí hay una propuesta política clara para encarar pacíficamente la crisis. No es la primera, las anteriores fracasaron por decisiones de la oposición venezolana e interferencias extranjeras, como la que encabezó el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero.
Por otra parte, la Organización de Estados Americanos (OEA) celebró este jueves una sesión para ratificar una declaración intervencionista y reconocer a Juan Guaidó. La declaración, presentada por Argentina y dirigida por los Estados Unidos, fracasó. No pudo Washington conseguir el consenso necesario del órgano continental.
Por la Organización de Naciones Unidas (ONU) se manifestó su secretario general, Antonio Guterres, quien pidió este jueves un "diálogo" en Venezuela para evitar un "desastre" en el país después de que Guaidó se autoproclamara presidente interino.
Por fuera del continente, la Unión Europea pide por realización de elecciones, pero no acepta la autoproclamación de Guaidó. En el mundo de la diplomacia la sutileza es importante. El bloque mantuvo su respaldo a la Asamblea Nacional pero no reconoce al autoproclamado como jefe de Estado.
En otro orden, dos potencias militares y económicas, que son los más grandes adversarios de Estados Unidos, apoyan al actual gobierno bolivariano: Rusia y China.
China mostró su apoyo al gobierno venezolano y censuró la "intrusión en asuntos internos" por parte de Estados Unidos. "China apoya los esfuerzos del gobierno de Venezuela para mantener su soberanía, independencia y estabilidad", afirmó a la prensa la portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores de China, Hua Chunying.
“Como saben, hubo más de un intento de sacar a Nicolás Maduro del poder, incluso a través de su eliminación física", dijo Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de la Federación de Rusia. Y agregó que la crisis en el país sudamericano "está alcanzando un punto peligroso" y que la conducta de la Casa Blanca "abre el camino a la anarquía y el baño de sangre".
Caracas continúa siendo un socio comercial y económico importante de Moscú. De hecho, el viceministro de Finanzas ruso, Serguéi Storchak, visitó Venezuela en octubre pasado para colaborar en propuestas para superar la crisis económica y eludir el bloqueo financiero y las sanciones estadounidenses. Hace una semana, el viceministro añadió que Moscú y Caracas están logrando acuerdos sobre la reestructuración de la deuda venezolana.
Venezuela y Rusia tienen una alianza natural, ya que ambos son de los países con mayores reservas y producción de gas y petróleo del mundo. Bajar el precio internacional del crudo ha sido un objetivo estratégico de los Estados Unidos de los últimos años, parcialmente alcanzado a partir de la súper explotación de este recurso en Medio Oriente, especialmente de Arabia Saudita, a través de la monarquía aliada y cómplice de Washington en esa región.
Obtener el control sobre este recurso tiene muchos beneficios para Washington. En primer lugar, negárselo a sus competidores (entre ellos China, que lo necesita para seguir impulsando su crecimiento); por otra parte influir en su precio internacional en función de sus intereses. Haciendo bajar su costo destruye la economía de los principales productores-exportadores: Venezuela y Rusia. En tercer lugar, satisfacer su propio mercado, el mayor consumidor del mundo. Hoy obtiene el 60% de lo que necesita de importaciones.
Por su parte, con el líder chino Xi Jinping, Caracas ha firmado acuerdos económicos de enorme importancia. Además, China ofreció préstamos en efectivo que ayudaron a Venezuela al cierre de 2018.
En el orden interno, no parece haber condiciones para que haya un respaldo mayoritario de la población venezolana a Guaidó. Más allá de que un importante sector no esté de acuerdo con Maduro, no quieren una guerra civil, ni un golpe de Estado, ni una intervención extranjera. El día viernes, el político opositor encabezó un acto en la Plaza Bolívar de Chacao, en Caracas. Concretamente, presentó un plan para convencer a las fuerzas armadas a sumarse a su proyecto. Y pidió a la gente que salga a las calles el domingo y que repartan la ley de amnistía entre los uniformados.
Washington impulsa la maniobra que busca consolidar un gobierno paralelo y lograr su reconocimiento internacional, presionando a gobiernos y organismos internacionales para tal fin. Si funciona, instalar que el único representante legítimo es Juan Guaidó. Al mismo tiempo, y como consecuencia de lo anterior, profundizar la crisis y la división hacia el interior del pueblo venezolano para acelerar el asedio y el desgaste.
En el plano interno es necesario destacar como un factor en contra de Maduro que la oposición se ha vuelto a poner en marcha consiguiendo una gran movilización popular detrás de Guaidó. Otro de los puntos en contra es que no logra resolver la crisis económica de hiperinflación y desabastecimiento de algunos productos básicos como ciertas medicinas o alimentos. Crisis de suministros y también la dificultad de conseguir financiamiento externo.
A favor, el gobierno de Maduro aun cuenta con amplio respaldo popular y con la lealtad de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, apoyo fundamental para sostener el gobierno. También el Tribunal Supremo de Justicia apoya a Maduro, es decir controla los resortes básicos del Estado, los cuales suelen ser decisivos para que un gobierno caiga: Fuerzas Armadas y Poder Judicial.
Finalmente, es necesario remarcar que el objetivo de imponer un nuevo gobierno tiene que ver, en el plano económico-estratégico, con los recursos energéticos y minerales de ese país y en el político-ideológico, con derribar al gobierno más abiertamente contrario a los lineamientos estadounidenses en la región.
La ambición por el petróleo, el gas y el oro juegan un papel fundamental. Venezuela ha denunciado la campaña internacional impulsada por Estados Unidos contra el Arco Minero donde se concentran las reservas de oro, diamantes y coltán. La campaña pretende aumentar los niveles de asfixia económica de al presentar el oro como producto del tráfico y la corrupción.
Por otro lado, es importante destacar que ni los estadounidenses, ni la derecha venezolana, ni los gobiernos cómplices quieren el diálogo ni el respeto a las reglas democráticas. Quienes ahora atacan a Maduro son los mismos que en su momento guardaron silencio cómplice o apoyaron las maniobras fraudulentas que terminaron con la destitución de Fernando Lugo en Paraguay (2012), de Dilma Rousseff en Brasil (2016) o el golpe contra Manuel Zelaya en Honduras (2009). Es evidente que buscan la confrontación, más parecido a las tácticas aplicadas en Libia, Siria o Irak, donde se crearon o se buscó crear gobiernos paralelos y guerras civiles con apoyo de invasiones o intervenciones extranjeras.
La opción militar en Venezuela riesgosa. El país cuenta 150 mil uniformados, más de un millón de milicianos, una cantidad considerable de reservistas y un pueblo que está dispuesto a sumarse a una lucha de resistencia contra invasores. Además, cuenta con capacidad de defensa antiaérea difícil de vencer y alianzas con potencias militares.
Venezuela tiene muchos problemas. Su situación es grave y los principales países del continente han hecho poco para colaborar en la superación de la crisis. La desarticulación de instancias como la Unasur evidencian los enormes retrocesos regionales. Las declaraciones del vicepresidente Mike Pence, llamando a la movilización en contra del gobierno, la adjetivación permanente de Nicolás Maduro como dictador y la influencia para aislar a Venezuela del contexto regional desnudan la estrategia de desestabilización política. El pueblo venezolano ha sido sometido a un bloqueo económico impiadoso y al acoso político permanente.
Estados Unidos no logra, por ahora, aunque lo intenta, una alianza latinoamericana de suficiente fuerza como para no verse obligado a usar la suya propia contra Venezuela. Adentro del país, Guaidó no controla los factores determinantes de poder (más allá de la multitudinaria movilización en su apoyo). El país está bajo control de las Fuerzas Armadas Bolivarianas y del Partido Socialista Unido de Venezuela y sus alianzas bajo el gobierno de Maduro.
Estados Unidos va a propiciar el jaqueo y el desgaste esperando que la situación se torne insoportable. O, en el peor de lo casos, va a encabezar una crisis bélica de magnitud insospechable dentro de su zona de influencia vital, en el contexto de un mundo multipolar que se niega a aceptar.
Washington marca el inicio de una injerencia mayor, orientada a provocar una confrontación de gran escala entre venezolanos, entre americanos, entre proyectos distintos de orden mundial. Los venezolanos, mientras tanto, están hartos de una oposición sin capacidad política y de una situación asfixiante de crisis económica y social.
Por último, por si hace falta aclarar, no es necesario ser chavista ni apoyar a Maduro para oponerse a un intento de golpe de Estado y a la intervención extranjera y sometimiento de cualquier país soberano.