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El presidente de Brasil se reunió el miércoles pasado con el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, y se comprometió en el combate a "los regímenes autoritarios" como calificaron a Venezuela y Cuba. Bolsonaro dijo sentir "preocupación" por maniobras militares que realizaron a principios de diciembre Venezuela y Rusia en suelo venezolano.
También confirmó que la embajada en Tel Aviv se mudará a Jerusalén, siguiendo a Estados Unidos, Australia y Guatemala, decisión que fue repudiada por la Liga Árabe y la Autoridad Nacional Palestina. Se consolida así una política de alineamiento con Estados Unidos e Israel y una articulación temible: Trump/Netanyahu/Bolsonaro.
Estados Unidos pretende que Brasil sea su satélite más importante en América del Sur. El Pentágono recupera el papel de "gendarme regional" que atribuyó a ese país durante el período de guerra contra el comunismo. Hoy tiene el objetivo de disciplinar la región sudamericana en contra del “populismo”. Además, alejar a las potencias adversarias de Washington de la zona: Rusia y China.
El golpe de Estado de 1964, que instauró una de las dictaduras más largas del continente, fue impulsado por una alianza entre Estados Unidos, el gran empresariado brasileño y las Fuerzas Armadas. El objetivo fue contener el comunismo en toda la región y promover el crecimiento económico de Brasil. El papel asignado al país suramericano fue de impulsor y garante “de la expansión imperialista en América Latina", como lo analizó Ruy Mauro Marini, quien describió esta situación como "subimperialismo brasileño".
Marini sostenía que el equipo que asumió el gobierno de Brasil tras el golpe militar de 1964, poseía el proyecto político de consolidar un área de influencia y vigilancia en la región, bajo el control de Washington.
En ese tiempo, Brasil estuvo entre los principales receptores de capital extranjero. A fines de los 60 crece con fuerza el mercado de capitales, las inversiones y préstamos entre empresas extranjeras y brasileras. Eso permitió el crecimiento de los años 70. La burguesía brasileña ya prefería en ese momento ser socia secundaria del imperialismo, antes que construir un proyecto de desarrollo autónomo.
A su vez, esta nueva situación de Brasil y Bolsonaro, que podría convertirse en el delegado predilecto de los planes estadounidenses en la región, minimiza y relativiza la obsecuencia de Macri hacia el gobierno de Donald Trump, dejando herida su aspiración de ser el administrador regional. El presidente argentino no asistió a la asunción de su par en el vecino país, a pesar de estar a cargo de la presidencia pro témpore del Mercosur y de ser Argentina y Brasil las dos economías más importantes del bloque.
La primera manifestación de esta nueva conformación fue la declaración del Grupo de Lima, formado por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía, que aprobó este viernes, con la única excepción de México, una declaración en la que anunció que esos países no reconocerán un nuevo gobierno de presidente venezolano Nicolás Maduro.
Fue el estreno público del Canciller brasileño, Ernesto Araújo, quién se adjudicó la iniciativa escribiendo en Twitter: “La Declaración de Lima adopta propuesta brasileña instando a Maduro a no asumir su mandato ilegítimo el 10 de enero y entregar el poder a la Asamblea Nacional, hasta que se realicen elecciones democráticas".
El canciller de Venezuela, Jorge Arreaza, respondió ante los medios de comunicación y calificó como una “humillante subordinación” la reunión realizada por el denominado Grupo de Lima con la participación, mediante una llamada telefónica, del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo. Enfatizó que los gobiernos que integran el grupo “se reúnen para recibir órdenes de Donald Trump por intermedio de secretario de Estado, Mike Pompeo. ¡Vaya muestra de humillante subordinación!”.
Estamos frente a un nuevo intento de los Estados Unidos de “recuperar” su poder de mando frente a una región que durante la primera década y media del presente siglo intentó construir un proyecto autónomo. Lo hizo en los años 70 con la instalación de dictaduras militares por toda América Latina. Hoy vuelve a tomar impulso con la re instalación del neoliberalismo económico y el autoritarismo político. Brasil es, quizá, el país más importante para ejecutar ese plan. Bolsonaro un instrumento táctico para el momento.