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Desde las guerras de la independencia de América Latina, hace más de 200 años, existe una disputa que atraviesa transversalmente la historia política y social de nuestros pueblos: de un lado, los que buscamos la integración de los países y los pueblos para lograr la autonomía y la acumulación de fuerza necesaria que posibilite el desarrollo; del otro los que trabajan para la división y desintegración del continente para subordinarlo a las grandes potencias.
Esta diferencia es el núcleo central, el eje vertebral, el nudo estratégico donde se resuelven o se profundizan los problemas de la región. Podemos integrarnos para ser sujetos de la historia y construir nuestro propio destino compartido. Y podemos dividirnos para ser objeto de la historia de otros y quedar reducidos a pequeños países separados en semi-colonias serviles al poder internacional.
La gran nación que protegieron con su vida y sus espadas los libertadores Simón Bolívar y San Martín está siendo amputada. El reflujo histórico que encarnan algunos gobiernos de la región busca disolver el sueño de unidad y deja en evidencia nuestra debilidad frente al poder foráneo.
En ese marco debe entenderse la decisión de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú, de dejar de participar por tiempo indefinido de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), alegando la acefalía del organismo.
El tratado constitutivo del bloque fue firmado en 2008 en Brasilia, aunque se venía trabajando desde varios años antes por impulso de Luiz Inácio Lula da Silva, Néstor Kirchner y Hugo Chávez. El bloque fue creado en gran medida para contrarrestar la influencia de Estados Unidos, que tenía su propio proyecto para la región y fue derrotado en el año 2005 en Mar del Plata: el ALCA.
Unasur está integrado por los doce países de Sudamérica y propone construir un ejercicio de ciudadanía a sus más de 400 millones de habitantes en el marco de la integración regional. Entre los objetivos del organismo se encuentran la creación del Banco del Sur, la utilización de moneda propia para el intercambio comercial, la realización de grandes obras viales, ferroviarios y fluviales, la creación de entidades regionales para coordinar las políticas de energía yla defensa de las riquezas naturales del continente, como las reservas de petróleo, agua y biodiversidad.
En cuanto al Consejo de Defensa Suramericano es una de las creaciones más notables del organismo, para la cooperación militar y la construcción de equipos y tecnologías propias para lograr la autonomía en el campo de la defensa.
Los objetivos de Unasur chocan de frente con los intereses estratégicos de Estados Unidos en la región. En los últimos años se produjeron cambios que llevaron en varios países del continente a fuerzas políticas cuyo interés está en sintonía con los deseos norteamericanos, es decir producir la des-integración. Los dos gobiernos más importantes que van en esta dirección son el de Mauricio Macri en Argentina y el del golpista Michel Temer en Brasil. En paralelo, los gobiernos de Bolivia y Venezuela siguen luchando por construir la unidad.
El viraje político regional y las presiones de Estados Unidos explican en gran medida la decisión de los seis países de abandonar la UNASUR.Los movimientos estadounidenses, intentando reconstruir su poder de influencia política y poderío económico en declive, enfrentando una transición geopolítica más conocida como “guerra comercial” con China, en medio de una tensión política y militar permanente con Rusia, buscando salir airoso de su protagónica participación en el desastre de Medio Oriente, necesita subordinar lo que considera su patio trasero, Latinoamérica.
Ha encontrado gobiernos dispuestos a cumplir esa miserable tarea.
El camino hacia la Unasur es el intento de consolidar un escenario de paz en democracia, crecimiento económico inclusivo y estabilidad, convirtiendo al continente en un territorio de prosperidad para los pueblos que lo integran, aprovechando al máximo la complementariedad que puede lograrse en cuanto a energía, alimentos, industria y comercio.
En un momento en el que el mundo atraviesa una profunda transformación de la historia y de la que emerge una sociedad global con distintos centros de poder, el fin estratégico de Unasur es convertir a la región en un polo de crecimiento que toma decisiones en función de sus propios intereses, sin condicionamientos de ningún poder extranjero, convirtiéndose en un actor internacional autónomo y con fuerza propia.
Es necesario evaluar lo que fuimos y lo que somos, para saber qué debemos ser.