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Hace unos días se descubrió que la empresa obtuvo información de 50 millones de perfiles de Facebook para poder influir en los votantes en elecciones de todo el mundo. Unos 270.000 usuarios habían autorizado a un académico a usar sus datos con fines de investigación, quien luego violó las reglas de privacidad cuando los entregó a Cambridge Analytica.
La entidad asesoró a la campaña de Trump, lo que lleva a preguntarnos si la red social está siendo utilizada con fines políticos. El escándalo golpeó a Facebook con la pérdida de credibilidad por parte de los usuarios, además de perder millones de dólares en la bolsa.
Los perfiles se usaron para desarrollar un algoritmo que luego de identificar sus personalidades distribuía exactamente el tipo de propaganda que convencería de votar al actual presidente de los Estados Unidos. La base de datos fue vendida, ilegalmente, por parte del académico a Cambridge Analytica, supuestamente con fines distintos de los que fueron comunicados a Facebook.
Esta empresa utiliza herramientas que permiten conocer el estilo de vida y personalidad de cada votante para hacerle llegar el tipo de mensaje al que es susceptible.
Los datos originales se obtuvieron a través de un test de personalidad e inclinaciones políticas que ofrecía entre 2 a 5 dólares por completarlo con la cuenta de Facebook, pero también permitía obtener los datos de sus amigos. De este modo, se necesitó de apenas 270 mil usuarios para llegar a los 50 millones que luego proporcionó a Cambridge Analytica.
Estamos frente al negocio de poseer una maquinaria masiva de vigilancia e información que eventualmente será utilizada para fines difíciles de prever.
Lo peor es que no sólo Facebook, sino miles de empresas y comerciantes recopilan información de redes sociales para conocer, entre otras cosas, la personalidad del elector para luego ofrecer la propaganda política que más le convenga al candidato. Así se elabora un mensaje que no está basado en lo que le político piensa o propone, sino en manipular la tendencia de quien lo recibe, ofreciéndole justo lo que espera en base a su perfil psicológico y emocional.
Las redes sociales recopilan datos sobre nuestras publicaciones, nuestros “me gusta”, nuestras fotos, las cosas que escribimos, lo que hacemos, las personas con las que nos reunimos, nuestra orientación sexual, posiciones políticas, creencias religiosas, uso de drogas y rasgos de la personalidad.
Facebook y Google, entre otras, tienen la capacidad de almacenar casi cualquier dato de nuestras vidas. No podemos mantener nuestra intimidad a salvo frente a los buscadores de Internet, no podemos ocultar nada a los programas de búsqueda. Nuestros intereses, curiosidades, temores, deseos e inclinaciones sexuales, son todos recopilados y guardados. Todo queda registrado: las páginas web que visitamos, actividad de correos electrónicos, movimientos en Google Maps y todo lo que hacemos desde nuestros teléfonos.
A veces, esta información puede utilizarse para la manipulación psicológica y lograr que compremos algo, asistamos a algún lugar o votemos por cierto candidato. La manipulación individualizada por perfil que desplegó Cambridge Analytica es detestable y repudiable, pero en realidad no es tan diferente de lo que miles de empresas realizan cotidianamente.
Después de que saliera a luz que los datos de 50 millones de usuarios de Facebook fueron usados a favor de la campaña del presidente Donald Trump, un informe del noticiero británico de Channel 4 reveló que Cambridge Analytica y su empresa matriz, Strategic Communications Laboratories (SCL), “trabajaron en más de 200 elecciones, incluyendo las de Nigeria, Kenia, República Checa, La India y Argentina”.
Bajo cámaras ocultas, un periodista se hizo pasar por un político de Sri Lanka y grabó al presidente ejecutivo de Cambridge Analytica, Alexander Nix, y a otros dos directivos mientras hablaban de supuestas estrategias para manipular a los electores. Nix dice en el video que son capaces de liderar una “campaña sucia” para desacreditar a los oponentes políticos de quienes pagan por sus servicios a través de diversos métodos, entre ellos, sobornos, chantajes y campañas de desinformación. “Podemos enviarle algunas chicas a la casa del candidato”, precisó incluso el jefe de Analytica.
El poder del algoritmo y las “big data” comienza a dejar en evidencia lo controladas que pueden estar nuestras decisiones, lo que puede trasladarse a un escenario de manipulación de masas. Una nueva tecnología está usándose para influir en el comportamiento de personas y grupos, a veces cometiendo acciones ilegales, poniendo en duda la voluntad popular y en crisis a las democracias.
Nuestro país es uno de los que habría estado bajo la influencia de esta consultora política, según el propio Channel 4, que destaca en su informe periodístico varias imágenes de una manifestación en Buenos Aires