Columnistas // 2018-01-28
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Se renueva el espionaje universal de Estados Unidos
El país aprobó prorrogar por seis años la vigilancia secreta para investigar sospechosos fuera de sus fronteras, a través de una ley que permite la recolección de información sobre extranjeros por medio de organismos de inteligencia y si autorización judicial.

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó este 19 de enero la renovación de la ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, conocida como ley FISA, que permite la recolección de información sobre extranjeros por medio de organismos de inteligencia y sin autorización judicial, con el propósito de “combatir al terrorismo”.

En rigor, se trata del artículo 702 de la FISA. Esta parte de la norma fue aprobada en 2008 durante el gobierno de George W. Bush y se vencía este mes, por eso ha sido aprobada su renovación en el Congreso de los Estados Unidos y firmada por Trump. Se trata de una legislación casi secreta hasta que fue develada por Edward Snowden, ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), quien copió y filtró miles de documentos secretos que han sido publicados desde 2013.

Los datos demuestran que la vigilancia de las agencias de inteligencia de Estados Unidos se ejerce de manera masiva sobre la población mundial. Snowden, que hoy se encuentra asilado en Rusia, dejó al descubierto el sistema de búsqueda de información. Sus revelaciones mostraron cómo el programa secreto “PRISM” permitió ingresar a los servidores de Google, Facebook, Skype, Microsoft y Apple.

Además, se demostró que Estados Unidos buscaba en el exterior no sólo prevenir riesgos terroristas, sino obtener ventajas diplomáticas y económicas, ya que desde las agencias se controlaba a países como Brasil, Francia, México, Gran Bretaña, Alemania y España, junto a empresas internacionales, jefes de estado o líderes mundiales. El caso más asombroso fue la pinchadura, durante años, del teléfono de la canciller alemana Angela Merkel.

En Latinoamérica se vigiló a varios países, pero el escándalo más grande sucedió al conocerse que se había intervenido el teléfono celular personal de Dilma Rousseff, que en aquel momento era la presidenta de Brasil. Pero además se espió a la petrolera estatal Petrobras, al ministerio de Minas y Energía, de Hacienda, de Finanzas, de Relaciones Exteriores y al Banco Central de Brasil, entre otros organismos públicos y funcionarios importantes.

Una de las críticas más fuertes es que también viola el derecho a la privacidad de los ciudadanos norteamericanos. Sus comunicaciones pueden ser interceptadas si están en contacto con personas que viven en otros países.

Los informes ponen al descubierto la existencia de una red de colaboración entre muchas agencias de inteligencia de varios países para consolidar una vigilancia globalizada. Tratados secretos y acuerdos para la transferencia masiva de metadatos, registros y otras informaciones a la NSA norteamericana, que dirige las operaciones de espionaje.

Para la vigilancia y recolección masiva de datos las agencias utilizan diversos mecanismos como la introducción de software espía en aplicaciones móviles o la ruptura de la seguridad de los sistemas operativos. También vigilan y almacenan miles de millones de llamadas, registros telefónicos y correos electrónicos.

Además, se intercepta y almacena información de transacciones financieras, pudiendo tener acceso a cualquier dato bancario. Las agencias son capaces de conseguir contactos, geolocalización, fotografías, mensajes, que les permiten averiguar el modo de vida, país de origen, edad, sexo, ingresos o cualquier otra información que estimen necesaria de cualquier individuo. Las empresas más importantes de telecomunicaciones y de Internet colaboran con la NSA con la cesión masiva de datos, además del acceso a sus servidores. Entre estas empresas se encuentran Microsoft, Google, Apple y Facebook.

Luego del atentado contra las torres gemelas en 2001 y en nombre de la “lucha contra el terrorismo” se viola sistemáticamente la soberanía de todos los países del mundo. Y en lo interno, se espía y controla a la población estadounidense.

El dispositivo en cuestión permite a Washington mantener un espionaje total, no sólo de las comunicaciones, sino también de transacciones financieras, registros de vuelo, declaraciones de impuestos, venta de acciones, movimientos de tarjetas de crédito, archivos médicos y cualquier cosa que soliciten. También se trabaja sobre características biométricas, como el tramado del iris, las huellas dactilares y la voz. Esto permite a los agentes de inteligencia buscar y encontrar a una persona en cualquier lugar del mundo y con una velocidad asombrosa.

Se trata de una forma de control mundial, un aparato de vigilancia tan poderoso que vulnera la soberanía de los países y viola el derecho a la privacidad de las personas. Su utilización no es adecuada, transformándose en un arma en contra de países e individuos. Estados Unidos acaba de prorrogar por seis años más su “gran hermano” universal.


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