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Tras el paso de Stefanoni y Maristela Svampa por la Facultad de Ciencias Políticas de la Uncuyo, quedó patente que quienes no conocen los vericuetos de la política son los que pretenden juzgarla desde parámetros tan idealizados como abstractos: total, en el mundo de las ideas todo puede ser perfecto.
Pasaron Stefanoni y Maristela Svampa por Mendoza, en la Facultad de Ciencias Políticas. Ni mucha gente, ni muy poca los escucharon: público algo exiguo para tan publicitados oradores, muy conocidos dentro de espacios académicos aunque no tanto más allá de ellos, donde sin embargo algunos medios como "La Nación" -toda una definición- suelen darles cabida.
Hablaron sobre política. En el medio académico, es común que hablen de política quienes menos la han practicado. Es más: parece a veces un requisito no saber de política práctica, para hablar de política en teoría, como si los saberes prácticos fueran ajenos a toda captura teórica, o como si la política se derivara deductivamente de algún manual de buenas maneras acerca de qué es lo que debiera hacerse.
Como era obvio con estos oradores seleccionados para el caso (los acompañó una política local actualmente aliada del gobierno provincial), quedó patente que quienes no conocen los vericuetos de la política son los que pretenden juzgarla desde parámetros tan idealizados como abstractos: total, en el mundo de las ideas todo puede ser perfecto.
Así, los gobiernos nacional/populares latinoamericanos de estos años fueron considerados un fracaso: hicieron muy poco por los sectores populares y cayeron por sus propios problemas, sentenciaron. No se les ocurrió preguntarse cómo es que llegaron a ser gobierno, cuando las izquierdas clásicas no lo han sido nunca en Latinoamérica; cómo consiguieron redistribuciones de la renta pública que las derechas han enfrentado con encono, cómo hicieron -caso argentino- para ganar 3 elecciones presidenciales consecutivas, perdiendo la última por punto y medio en segunda vuelta (tras haber ganado la primera). Es curioso que destaquen que en algún momento son gobiernos que perdieron una elección, como si la idea fuera que quien ha ganado una vez ganará luego por siempre, que -siendo asediados brutalmente por el bloque hegemónico- ganar 3 veces y perder una sería una muestra de enormes inhabilidades e impotencias. Chávez, por cierto, ganó 14 elecciones nacionales, el chavismo en conjunto, 16: no parece un fracaso electoral, ¿verdad? Sobre todo si lo señalan quienes no han jamás ganado elección alguna, incluso no sólo presidencial, sino siquiera una municipal.
Sobre relaciones de fuerza entre el bloque hegemónico y el dominado, sobre la permanente e insidiosa campaña mediática y jurídica contra el kirchnerismo o el chavismo no se dijo ni una palabra, como si -idea muy propia del mundillo universitario- lo que un gobierno hace fuera igual a lo que se propone hacer. De tal modo, las exposiciones opusieron platónicos principios ideales, a las rústicas realidades que jamás son tan perfectas como tales principios. Si la realidad no es como lo que se inventa en el mundo universitario, peor será para la realidad.
De tal modo, poco de realidad y poco de política se discutió allí. La apelación a luchas feministas y ambientalistas como la forma de "superar" los logros de estos gobiernos, desnudó la pobreza de alternativas de la principal oradora: parece creer que algunas resistencias fragmentarias se convierten por sí solas en alternativas en el nivel de lo político. Quedó así claro que quienes nada han aportado como alternativa a las políticas dominantes y no tienen posibilidad alguna de ser una opción que desplace al neoliberalismo en auge, se sienten des-responsabilizados de no haber sabido establecer una mejor condición política en el país y creen -desde su invisibilización por no haber construido nada- que ello los habilita para depreciar los logros (obviamente con limitaciones inevitables) de los gobiernos que sí han construido alguna historia efectiva en Latinoamérica.