Columnistas // 2017-08-20
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Trump y la violencia racista en Estados Unidos
Los graves disturbios del fin de semana pasado en Charlottesville (Virginia), a raíz de una marcha de supremacistas blancos, derivaron en un sinnúmero de críticas contra Donald Trump por la tibieza de su rechazo. Se trata de un gran incidente racista, que dejó el saldo de tres muertos y casi veinte heridos.

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Se trata de un gran incidente racista, que dejó el saldo de tres muertos y casi veinte heridos. El presidente de los Estados Unidos ha equiparado la “violencia de todas las partes” sin condenar el racismo ni el nazismo. Estos grupos de extrema derecha se han envalentonado en los últimos tiempos y la situación coloca a Trump ante un espejo incómodo.

La grieta racial

Estados Unidos se encuentra en pleno debate sobre los símbolos de la Guerra Civil del siglo XIX. Durante el conflicto, los Estados de la Confederación, en el sur, defendían la esclavitud frente a los de la Unión, que vencieron y liberaron a los esclavos.

La decisión del Ayuntamiento de Charlottesville, de retirar una estatua del general confederado Robert Lee llevó a grupos supremacistas blancos a protestar en la ciudad, donde hubo enfrentamientos con grupos antirracistas. Murió una mujer de 32 años, Heather Hayer, atropellada por James Fields, un joven que se lanzó en un automóvil contra los manifestantes antirracistas. Además murieron dos policías al estrellarse un helicóptero cerca de la zona de las protestas.   

En la marcha de Charlottesville asistieron personas con antorchas, gritando consignas neonazis, otros con capuchas blancas del Ku Klux Klan (KKK), con banderas con esvásticas o haciendo el saludo nazi. Algunos vestidos como soldados con cascos y armas, otros equipados con escudos y palos.

Según la organización Southern Poverty Law Center (SPLC) en 2016 había 917 grupos de odio en Estados Unidos. La institución supervisa a los extremistas y expone sus actividades a los medios de comunicación y a la policía. Como grupo de odio, se entiende a aquellos que difaman o atacan a un conjunto de personas por sus atributos o características.

Hay distintas organizaciones en la extrema derecha, como el KKK, los nacionalistas blancos, neonazis, skinheads, neoconfederados o antiinmigrantes, entre otros. Instituciones como el SPLC advierten que la derecha racista se siente reforzada por Donald Trump. 

Uno de los presentes en la marcha en Charlottesville era David Duke, exlíder del KKK, que dijo que los manifestantes “iban a cumplir las promesas de Donald Trump” de “recuperar nuestro país”. También estaba Richard Spencer, el padre de la “derecha alternativa”, que se basa en el rechazo a la inmigración porque “amenaza” al predominio blanco.

Duke y Spencer alabaron las palabras de Trump cuando dijo que los disturbios “fueron culpa de ambos bandos” y que “había gente buena en ambos lados”.

Vanguard America, un grupo que cree que Estados Unidos es una nación exclusivamente blanca, también participó de la protesta. Antes del ataque, James Fields estuvo en una manifestación con el escudo de la organización.

El Partido Nazi calificó la victoria de Trump como “el despertar de la gente blanca”. Andrew Anglin, uno de sus representantes, dijo que, si Trump ganaba las elecciones, “judíos, negros y lesbianas” se marcharían del país. Grupos neonazis también desfilaron en Virginia.

La responsabilidad del presidente

Estos grupos racistas se sienten avalados por Trump. Todos recuerdan sus insultos a los mexicanos durante la campaña y su vida cargada de conflictos raciales. Sin ir más lejos, en 2011 acusó a Barack Obama de haber nacido en otro país, probablemente Kenia, y llegó tan lejos que el demócrata tuvo que mostrar su certificado de nacimiento.

Como era de esperar, Donald Trump ha conseguido el rechazo generalizado. El propio secretario de Estado, Rex Tillerson, dijo que “simplemente no hay lugar” para “el odio y la violencia” en el discurso público en Estados Unidos.

“Debemos ser claros. La supremacía blanca es repulsiva. La intolerancia va en contra de todo lo que defiende este país. No puede haber ambigüedad”, dijo el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, tercera autoridad política del país.

Su predecesor Obama ha tuiteado una frase de Nelson Mandela: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar”.

La actitud permisiva de Trump y su dificultad para condenar el racismo, tienen que ver con el apoyo que grupos de ultraderecha le han brindado desde su campaña. Esta crisis castiga al presidente, que se encuentra en el momento más débil de su mandato. La cúpula del Partido Republicano, expresidentes, grandes empresarios y hasta altos cargos militares criticaron sus palabras.

Salió a la superficie la extrema derecha estadounidense ante los ojos asombrados del mundo. Han interpretado la victoria de Trump como un refuerzo a sus ideas y han intensificado sus acciones. Se sienten respaldados por la Casa Blanca.

Queda en evidencia el peligro de que el Estado no tome posiciones firmes frente a estas amenazas. La irresponsabilidad con que se ha manejado el presidente del país más importante del mundo frente a un asunto tan serio y doloroso es enorme. La frivolidad política causa muertes. ¿Una advertencia también para los gobiernos que repiten la retórica discriminatoria y racista? 


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