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Empezaron los 208 millones de segundos de publicidad destinada a las próximas elecciones Primarias Abierta Simultaneas y Obligatoria. El 10% de los espacios de tiempo en televisión fueron cedidos a los partidos para poder así difundir sus spots, pero hay algunos candidatos que tienen más espacio.
Los mandatarios recorrieron el país acompañando a los candidatos oficialistas y se sentaron en cada programa que los dejó un lugar. Mañana, tarde, noche, programa formal, informal o entrevista, no importaba. Ellos hablan y hacen campaña desde su lugar de “cambio”, pero ya no pueden decir que “no van a perder nada de lo que consiguieron”, porque ya hemos perdido mucho.
Después de 8 años de haber recuperado el fútbol, volvimos a perder el hecho cultural que más nos representa en todo el mundo. Jugando al límite con el tango, el fútbol es reconocido por la cantidad de jugadores que se desempeñan en las ligas del planeta, además de tener al mejor jugador.
Tratando de no caer en el exitismo, puede afirmarse que ese deporte es jugado casi en cualquier lugar donde se quiera. Con arcos imaginarios, hechos de zapatillas o algún buzo que se sacrifica, comienzan los “picados” que pueden disfrutar tanto niños, como jóvenes o adultos.
Pero la cultura no finaliza en el juego sino que incluye la interpretación. Sin edades como márgenes, las reuniones de familiares, amigos o desconocidos, para ver un partido de 90 minutos, representa mucho más que el juego en sí. Mucho más que once jugadores contra otros once, porque se genera una mística que contagia y que llega a su máxima expresión cuando se juega un Mundial. Ahí, cuando la Argentina se enfrenta a las otras 31 mejores selecciones del mundo, es cuando se paraliza el transporte, el supermercado, la ciudad, y la televisión se convierte en un imán de miradas.
Esa mística que se masifica y se transforma en cultura parece que el gobierno las entiende, pero se le caen las máscaras al momento de los negocios.
En la Villa 31 de Buenos Aires, que queda atrás de la estación de Retiro, el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, inauguró esta semana una cancha de césped sintético. El sueño del “pibe”.
La villa se revolucionó con sonrisas de chicos que a partir de ahora podrán jugar en una cancha que se parece más a esas donde juegan sus ídolos. En su imaginación, están más cerca de poder parecerse a las estrellas que sueñan ser, porque “mirá lo profesional que es nuestro estadio”, dicen.
En paralelo a esta presentación, la empresa privada que a partir de este año tiene los derechos de televisación del fútbol publicó cuanto será el costo a pagar para ver el torneo de Primera División. Y ahí es cuando la “posverdad” del discurso de Cambiemos se terminó de desvanecer en un encadenamiento de mentiras. Donde la única realidad es que siguen ganando los mismos.
Primero, Mauricio Macri dijo en numerosos programas de televisión que el ciudadano argentino no iba a perder nada de lo que se consiguió. Luego, confirmó que el Fútbol para Todos (FPT) iba a continuar pero “sin política”, y lo curioso es que terminó el torneo con publicidad partidaria de su gobierno y con la muerte de FPT.
Quien sí acertó fue Fox Turner, empresa acreedora de los derechos televisivos, que había afirmado hace algunos meses que ver fútbol saldría 300 pesos por mes. Y sí, cumplió. Pero jamás aclararon que debías tener el paquete HD para poder verlo.
Sumado a los bruscos aumentos de los servicios, a los más de 170 mil despidos en el 2016 y a la inflación del 11,7% en el primer trimestre del 2017, ver fútbol se convirtió para muchos en un sueño que tiene precio.
Si deseás el servicio Cablevisión HD, cuesta $949; en Directv, el precio varía entre $630 y $1520; y en algunos lugares también está Telecentro, que cobra entre $1.098 y $3.186 pero cuenta con línea de teléfono e internet. A todos esos precios le debés agregar los 300 pesos que cuesta ver fútbol. Sí, un negocio redondo que juega para los amigos del presidente.