Columnistas // 2017-04-15
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Trump muestra los dientes y profundiza la crisis mundial
”En los Consejos de Gobierno, debemos protegernos de la adquisición de influencias injustificadas, ya sean buscadas o no, por parte del complejo industrial-militar. La posibilidad de un aumento de poder desastroso e inapropiado existe y persistirá”. Así lo afirmó Dwight Eisenhower en su discurso de despedida como presidente de Estados Unidos, en enero de 1961.


Menos de tres meses en el cargo de presidente bastaron para nque Donald Trump olvidara sus críticas a la OTAN, a las invasiones en Afganistán e Irak, a las intervenciones en la crisis Siria y sus manifestaciones para buscar un entendimiento con Rusia. Sin vergüenza apoyó “exultante” las recientes acciones de la alianza atlántica, autorizó un bombardeo directo contra Siria, celebró la utilización de “la madre de todas las bombas” en Afganistán, movilizó la flota de guerra a la península de Corea y tensó al máximo nivel las relaciones con Rusia y China. ¿Qué pudo haber pasado?

Por primera vez en su historia, Estados Unidos arrojó esta semana la llamada "madre de todas las bombas" contra un complejo de túneles del Estado Islámico en la provincia de Nangarhar en Afganistán. Trump no indicó si autorizó personalmente la ejecución de la misión y se limitó a decir que se le dio "total autorización" al Ejército. ¿Las fuerzas armadas de los E.U. tienen la autonomía suficiente como para detonar una de las bombas más potente del mundo sin consultar previamente al presidente?


Esta demostración de violencia bélica se suma al reciente ataque a una base aeronáutica militar siria con 59 misiles crucero Thomahowk (una provocación directa a Rusia y a Vladimir Putin) y la aproximación del portaaviones Carl Vinson a las costas de Corea del Norte (que pone muy incómoda a China y a su presidente Xi Jinping). Las promesas electorales de no intervencionismo de Trump fueron tiradas a la basura y su política exterior retomó el curso expansionista y belicista de Bushe padre, Clinton, Bush hijo y Obama.


Bajo un pretexto incomprobable (una vez más) E.U. atacó a un país soberano, asesinó personas y violó el derecho internacional. Sin embargo, la acción fue alabada por la elite norteamericana. El establishment anunció a través de los medios (críticos despiadados hasta ayer) que, al atacar a Siria, "Donald Trump se convirtió en el presidente de Estados Unidos" (CNN).


Parece ser que en estos meses de gobierno alguien logró imponer su voluntad. Allí se encuentran, probablemente, el complejo militar-industrial, con el pentágono, los altos mandos de la OTAN, la elite empresaria (financiera, armamentista, petrolera) y los medios masivos de comunicación, que buscan instalar una “economía de guerra permanente” conformando una red hegemónica de intereses con actores públicos y privados que no aceptan que nadie discuta sus pretensiones. Pero que, al mismo tiempo, para sobrevivir y reproducirse, necesitan enemigos y guerras permanentes. Su maquinaria económica militar insume unos 600 mil millones de dólares anuales, que supera los gastos de sanidad, educación, bienestar y seguridad de los 50 estados del país norteamericano. Trump ya prometió a los militares estadounidenses un incremento de casi el 10% para 2018 (54 mil millones de dólares). Este histórico aumento, que no registra antecedentes desde el último año de la presidencia de George W. Bush (en 2008, en plena guerra de Irak y Afganistán) se compensará con duros recortes en programas de asistencia a otros países y de protección al medio ambiente.


Este exorbitante gasto militar es equivalente al que realizan los ocho países sumados que le siguen en la lista: China (215 mil millones de dólares), Arabia Saudita (87.200 mdd), Rusia (66.400 mdd), Reino Unido (55.500 mdd), India (51.300 mdd), Francia (50.900 mdd), Japón (40.900 mdd), Alemania (39.400 mdd).


Mientras, los norteamericanos empobrecidos a los que Trump les prometió hacer crecer la economía y mejorar su calidad de vida tendrán que seguir esperando, aunque mejor entretenidos por la psicosis de guerra generalizada que le inyectan cotidianamente.


Todavía es notable la categoría de primera potencia mundial de E.U., sobre todo en el campo militar. Sin embargo, muestra una tendencia declinante en los ámbitos político y económico. Rusia, liderada por Vladimir Putin recupera su potencia y China, presidida por Xi Jinping, como un nuevo gigante económico, comienzan a poner en duda el lugar de la súper potencia.


Con el atentado en las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, el país se lanzó a la invasión de Afganistán primero e Irak después. Destruir a terroristas de Al-Qaeda en el primer país y desactivar las armas de destrucción masiva en el segundo fueron los argumentos para legitimar las invasiones. En el caso de Libia, años más tarde, destruir al dictador. Por supuesto, en todas partes el ejército estadounidense traería la paz, la democracia y el respeto a los derechos humanos. Basta ver los espantosos resultados para esos pueblos. Ahora quieren destruir el gobierno de Al-Assad y no pueden lograrlo por el apoyo de Rusia a Siria.


Otra área de máxima tensión es la península de Corea. Trump acaba de enviar a la zona el Grupo Carl Vinson que cuenta con una enorme potencia de ataque. Está formado por un portaaviones, dos destructores de misiles guiados y un crucero de misiles guiados. Con capacidad y propulsión nuclear, es uno de los mayores de la flota estadounidense y desplaza a cerca de 6.000 militares y 90 aviones y helicópteros.


Así es como, en poco menos de una semana, Trump ha antagonizado a sus dos principales rivales, Rusia y China, a partir del ataque o la amenaza contra Damasco y Pyongyang, respectivamente. Bajo su presidencia se ha inaugurado una nueva escalada de tensión y el mundo se perfila a una situación de preguerra de consecuencias impredecibles.


El mandatario estadounidense sigue poniendo a prueba los límites de la escena internacional y cualquier medida imprudente puede abrir la caja de pandora. El presidente que iba a desentenderse del mundo para concentrarse en los problemas de su país, muestra los dientes y quiere convertirse en el comisario mundial, empujado por la influencia irresistible del complejo militar industrial. El complejo no es nuevo, lo nuevo es el inexperto e incoherente Donald. 


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