Columnistas // 2017-04-02
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La vida es #hashtag


En 1997 Roberto Begnini, le regala al mundo la película, La vida es Bella. El personaje principal Guido Orefice, va recorriendo su vida junto al furor del fascismo en Italia con la consecuente llegada del nazismo al mismo país. Su origen judío, determina su ingreso a un campo de concentración junto a su hijo. Es realmente notable, como frente a una de las mayores tragedias de la humanidad, deja espacio para expresar el inagotable amor de un padre a su hijo. No sólo lo esconde de los nazis, sino que evita su imprescriptible dolor inventando una situación de juego que mitigue la estadía en un escenario de horror.

El Gobierno Nacional, llevó a cabo una campaña comunicacional que además de los medios masivos de comunicación, utilizó eficientemente las redes sociales. En estas últimas, tuvo aciertos generando mensajes efectivos, directos y con el grado adecuado de optimismo que puede generar el "cambio". Ofreció expectativas positivas y permitió además dar la tranquilidad de que las vidas de los ciudadanos no iban a modificarse drásticamente, si lo hacía era para mejorar.

Sin embargo, gobernar es otra cosa. Sostener mensajes esperanzadores, con medidas que destruyen empleo se hace difícil. El recurso de los/as "Marías", "Albertos", "Juanitos" etc. quedan rápidamente vacíos. El contraste inmediato que realizan los ciudadanos, no es en términos individuales, sino familiares y las historias que los funcionarios principales repiten sin modificar el guion mutan de ingenuos a ofensivos.

Distinto sería, si las medidas llevadas adelante desde 2015 tuvieran en foco el bien común, incluso afectaría negativamente a una oposición confusa. Aún más, descansar en medios de comunicación tampoco parece sensato, ya que poseen una agenda propia donde lo frecuente es que sea el Estado el que tenga que dirimir entre ellos por intereses privados, donde siempre alguien queda afectado negativamente y por lo tanto la crítica a los funcionarios es inevitable.

Tampoco coopera que el mejor equipo de los últimos 50 años, siga favoreciendo ya como funcionarios a sus antiguos empleadores. Transformaron el conflicto de interés en modo de vida. Muchos de estos casos están judicializados, otros no, pero van por buen camino.

Después de la apertura de las sesiones ordinarias en marzo de este año, el Gobierno con la imagen del Presidente propuso: "#NOAFLOJEMOS". ¿Quiénes no deberían aflojar? ¿El millón y medio de nuevos pobres? ¿Las familias que tienen dificultades para llegar a fin de mes? ¿Los empresarios afectados por subas indiscriminadas y sin planificación de los servicios públicos y la apertura de las importaciones? ¿Serán los trabajadores que pelean para que las paritarias no tengan techo y permitan recuperar lo que se perdió en el 2016? ¿Podrán ser los votantes del Gobierno que legítimamente tenían esperanzas de no perder lo logrado y además mejorar su situación? ¿Pudieran ser los sojeros que deben esperar tres años más para reducir las retenciones a la mitad? ¿O los productores de limón para que el embajador argentino en EU tenga éxito en permitir la exportación a ese país?

Cuando se gobierna, son múltiples los actores que esperan respuesta. El Gobierno no les está hablando a niños, tampoco puede jugar con las expectativas de los ciudadanos. Orefice no presidía un país, tampoco el Presidente es actor. La profundidad no la dan los equipos de comunicación sino las soluciones satisfactorias que el gobierno pueda promover.


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