_

En lo que va de la historia reciente de nuestro país, digamos lo acontecido en los últimos 70 años de vida político-institucional de la República Argentina, los sectores dominantes telúricos (lo que comúnmente se conoce, o se vuelve a conocer, como la derecha argentina), han tenido que recuperar la administración del Estado argentino en 3 oportunidades.
La primera en 1955, luego de haber perdido el manejo del estado a manos del primer peronismo (1946-1955), la segunda se produce a partir del 24 de marzo de 1976, intentando cerrar el ciclo de inestabilidad política y conflictividad social abierto en el ’55 y luego de haber tenido que “admitir” la pérdida del manejo de la administración estatal en manos de uno de los procesos de movilización popular más importantes que haya vivido la Argentina (los ’60-’70). El tercer momento en que la derecha argentina ha procedido a recuperar el manejo de los resortes del estado, se produce en diciembre de 2015, luego de que los “avatares” de la historia, la quitaran del centro de la escena nacional en mayo del 2003.
Si bien en los dos primeros casos los sectores dominantes locales debieron recurrir al uso de las armas y el quiebre de los preceptos constitucionales para la “retoma” del poder del estado, en la tercera ocasión la reasunción de la administración del estado nacional, se da en un contexto de respeto y uso de las reglas que rigen el funcionamiento democrático.
Salvando esta situación, podemos afirmar que en cada una de las tres oportunidades se producen una serie de constantes que hablan ciertamente de una clara coherencia y/o patrón de funcionamiento: sin descubrir ninguna novedad podemos hablar del proceso económico como una constante (distribución regresiva del ingreso), la consigna (consignismo) de defensa de las instituciones, las libertades y la república sería otra.
Hay un tercer rasgo común a los tres momentos: en cada una de las instancias en que la derecha argentina recuperó la administración del Estado, tuvo como eje de trabajo el desarrollo de una estrategia para liquidar (política, ideológica y hasta físicamente) a los sectores políticos que osaron disputarle el manejo del aparato estatal. Esta tarea de destrucción, adoptó distintos modos de acuerdo a la coyuntura, pero se efectivizó a partir de un trabajo previo, que podríamos denominar cultural - de instalación de conceptos, de generación de un nuevo sentido común- basado en la demonización de la expresión política a eliminar.
Veamos:
La autoproclamada Revolución Libertadora, tomó como presupuesto de trabajo, la desaparición del peronismo como expresión política e ideológica y para lograrlo, desarrolló una estrategia de demonización de la etapa justicialista, a partir de la instalación del concepto de tiranía, despilfarro (el mito las arcas del Banco Central llenas de oro en 1946 y absolutamente exiguas en el ’55), corrupción (los cientos de pares de zapatos de Evita, sus joyas, las niñas de la UES al servicio de los apetitos sexuales de Perón), entre otros.
La instrumentación cultural de estos conceptos comenzó a institucionalizarse el 5 de marzo de 1956, cuando el General Aramburu sancionó el Decreto 4161/56, proscribiendo al peronismo, abarcando tanto la ilegalización del partido, como la prohibición de sus ideas y símbolos, e incluso la mención de los nombres de Perón y Evita. Además, se encarceló (por decreto) al conjunto de la dirigencia política y gremial justicialista.
Por otro lado, el denominado Proceso de Reorganización Nacional inaugurado el 24 de marzo de 1976, llevó al paroxismo la necesidad de los grupos dominantes de eliminar física y materialmente cualquier sector social y/o político que pudiera disputar la hegemonía de los mandantes de la realidad Argentina. Esta tarea de demolición de buena parte de la sociedad (concretada a través del terrorismo de estado, 30.000 detenidos-desaparecidos), explicitó con todas las letras, el propósito de borrar del mapa nacional todo aquello que no se ajustara a los denominados valores occidentales y cristianos. El concepto de “subversión” vistió con ropaje maléfico a buena parte de los argentinos y argentinas, estigmatizándolos bajo una condición cuasi no humana, como forma de justificar y avalar el genocidio.
El tercer retorno de la derecha fue el 10 de diciembre de 2015, con la presidencia de Mauricio Macri. La gran diferencia con las dos oportunidades anteriores es que este tercer retorno de la derecha se produce en el contexto de los parámetros democráticos, es decir que la dinámica y procederes de la sociedad argentina (sus instituciones políticas, sociales, económicas, religiosas) se desarrollan y transcurren en el marco de las pautas y reglas que fija la Constitución Nacional, contexto este novedoso y que se erige, sin ninguna dudas, como limitante del histórico accionar arbitrario e ilegal de los sectores dominantes locales.
En esta realidad la derecha argentina reemprende la tarea de eliminar la posibilidad de sobrevida de aquellas expresiones políticas que cuestionen las formas “normales” de reproducción capitalista en nuestro país. Este objetivo, principalísimo en la agenda de prioridades de los sectores dominantes nacionales (nacionales?), lo expresó con diáfana sinceridad, el flamante presidente del Banco Nación y ex presidente del Banco Central durante el menemato, Javier Gonzalez Fraga: “nadie quiere invertir en el país porque no saben si no vuelve el populismo dentro de dos años”.
Esta vez, con el “escollo” de las pautas de funcionamiento democrático, pero con el casi inédito y poderoso blindaje/aval de sectores mediáticos-judiciales (y otras yerbas) vuelve la burra al trigo.
Mendoza
La impronta revanchista del gobierno Cambiemos (UCR) es, entonces, otro dato nuevo en estas más de 3 décadas de democracia. En efecto, desde 1983 a la fecha se sucedieron administraciones de distinto signo en nuestra provincia y ninguna de las siete transiciones que implicaron los cambios de estas administraciones, conllevaron situaciones de persecución, estigmatización y/o revanchismo político. Es así como sin lugar a dudas podríamos llegar a ver 7 “capas geológicas” de empleados estatales, funcionarios de 2°, 3° y 4° categoría, que cada una de las diferentes administraciones fue heredando a la administración siguiente. Más allá de las folclóricas y clásicas rencillas inter partidarias, jamás se vivió en la provincia de Mendoza una mecánica persecutoria/revanchista respecto a la administración anterior, hasta la asunción de Alfredo Cornejo como gobernador el 10 de diciembre de 2015.
El ejecutivo mendocino tuvo como uno de sus ejes de gestión la caza del militante: la persecución y la discriminación ideológica de una parte de la administración del estado provincial fue desembozada, esta política se extendió a todas las áreas de gobierno y se llevó adelante a partir de diferentes metodologías: análisis de redes sociales, fomento de la delación entre compañeros de trabajo, persecución lisa y llana para los agentes más identificados con el kirchnerismo, etc. La suerte del perseguido y/o perseguida fue el traslado-castigo o la cesación de tareas en el caso de contratados, más allá de la importancia del cargo o la relevancia de la tarea cumplida.
El listado de situaciones excede las posibilidades de este artículo, pero configura una política inéditamente vergonzante en el panorama local, con el agravante de que a estos hechos habría que agregarle el control cuasi policial en los lugares de trabajo, el despido de delegados gremiales, la vuelta al recurso de las fuerzas represivas como forma de resolución de los conflictos y el inopinado amurallamiento de sectores públicos a modo de acting o puesta en escena, con el sentido de mostrar la necesaria “defensa” de las instituciones frente al seguro ataque del vándalo.
Así las cosas…… hay un viejo run run o chusmerío o mito urbano, que cuenta que años á, el entonces dirigente estudiantil alfonsinista, líder de la agrupación Franja Morada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO, Alfredo Cornejo era cultor del grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Uno de los temas más emblemáticos de los Redondos, “Salando las Heridas” reza (se puede tararear mientras se lee):
Mirá qué tipo espeso
sumiso como un guiso más
un vago de mil caravanas
a punto de quedar a pie.
Salando las heridas
jodiste a todo Cristo y más...
a boluditos de la luna
y tipas porno-nazi look.