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Estamos conmemorando los 40 años de Democracia. En medio de emociones y discursos rimbombantes, la frase: “LA DEUDA DE LA DEMOCRACIA”, nos ha sonado insistentemente.
Pretendo cambiar el enfoque y hablar de “LA DEUDA CON LA DEMOCRACIA”
Para ello hay que terminar con la Amnesia que sufren muchos analistas, periodistas y dirigentes políticos. Esa amnesia que sufren, los hace olvidar, voluntaria o involuntariamente, de la deuda con la que arranca la democracia en 1983.
La dictadura genocida dejó un país y una economía destrozados por un combo mortal: las políticas económicas de Martínez de Hoz y los efectos de la derrota militar en Malvinas.
Es bueno no olvidar ese inicio que hizo, hace y seguirá haciendo muy difíciles los caminos democráticos. Recordemos el primer plan social argentino, las famosas Cajas PAN de Alfonsín, con las que se pensaba paliar el hambre y la desocupación heredadas. De ahí arrancamos.
El desastre de la deuda externa heredada, el desmantelamiento del aparato productivo y las operaciones consabidas de los agentes buitres de aquel entonces, hicieron inviable el primer gobierno democrático.
El Gobierno de Menem, después de varios tropezones, inventó la convertibilidad. Durante ¡una década! en la Argentina se mantuvo la paridad peso-dólar y no hubo inflación. La Convertibilidad, el plan de estabilización exitoso que se volvió catastrófico al eternizarse y terminó dejando un tendal. Nos quedamos sin las joyas de la abuela y los agentes económicos de la dictadura completaron su plan de remate.
La entrega de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) transformó en fantasmas a poblaciones enteras de provincias petroleras. Los trabajadores de Cutral Có en el sur y de General Mosconi en el norte armaron sus protestas. Necesitaban trabajo, respeto… visibilidad como eslabón previo. Cortaron rutas nacionales, comenzaron una matriz de protesta. Nacieron los “piqueteros”, nombre que nos legaron hasta hoy.
La metodología hizo escuela en los Conurbanos, con el bonaerense a la cabeza, donde reinaba la pobreza y el éxodo interno por el desguace productivo de las Provincias. Muchedumbres cortaron calles, puentes o rutas en la cabeza de Goliat. Igual método, impacto mayor. Y ya la protesta no era contra un patrón o el Estado. Era hacia toda la sociedad.
Los Planes
Menem lanza los Planes Trabajar. Pioneros y distribuidos con total discrecionalidad.
Durante de la Rúa se multiplican los Planes Trabajar, encumbrando a estadistas como Flamarique y Bullrich. Las elites y los medios de comunicación los rebautizaron como Planes Descansar.
Después del helicóptero de De la Rúa y los muertos en Bs As, Duhalde arranca con los Planes Jefas y Jefes de Hogar primero, y cuando estos colapsaron, se lanzaron los PEC: Programa de Empleo Comunitario, de la mano del Ministerio de Trabajo, comandado por la hoy diputada Caamaño.
Kirchner llega a la Presidencia con una verdadera maraña de planes y lanza su famoso: “ni planes ni palos”. Tuvo que sostener los planes un tiempo, consiguió bajar la desocupación desde el 17,8 por ciento al 8 por ciento en cuatro años. Demoró más de dos en perforar el piso de dos dígitos. El empleo no registrado retrocedió del 49,1 por ciento al 37 por ciento.
Mantuvo las políticas sociales como una “rueda de auxilio” mientras, sostenía, se creara “trabajo genuino”.
Hay un salto en calidad con Cristina con la AUH en 2009, como respuesta a la crisis mundial del 2008. Un programa universal, no supeditado a la digitación de los funcionarios. Derecho de los menores de 18 años que perciben las madres (mayoría absoluta entre las jefas de hogar). Acceso límpido, transparencia.
Macri va a expandir los planes, evitando una eclosión y una mayor oposición a su gobierno. Y como forma de incidir electoralmente con alianzas transitorias con los dirigentes sindicales y empresariales.
Entre 2002 y 2020 hubo un crecimiento muy significativo de la cantidad de beneficiarios de pensiones no contributivas: pasaron de 171.790 en 2002 a 5.143.785 en 2020. Mientras que Cristina dejó su mandato en 2015 con 253.939 beneficiarios de planes para cooperativas, Mauricio Macri finalizó su mandato en 2019 con 641.762 beneficiarios. Para septiembre de 2021, ya en el gobierno de Alberto Fernández, el número era de 1.223.537 La vuelta del peronismo no garantiza el retorno del estado de bienestar. La Pandemia obligó al Estado a responder con planes para todos y todas.
El IFE llegó a 9 millones de familias, a los monotributistas de categoría más baja, y al mundo de la informalidad y las changas. Un millón eran jóvenes de 18 a 24 años. Y el programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) con el pago del 50% del salario privado fue muy importante sobre el impacto en la pobreza. En agosto fueron 1,4 millón de empleados de empresas privadas cobraron parte de su sueldo a través de la ANSES.
La Deuda es con los trabajadores y los sectores populares.
Podemos seguir recordando otros planes sociales y otros planes encubiertos como los ATN para las provincias.
Pero esta introducción era para intentar hablar de causas y efectos.
Para los que trabajamos todos los días en relación con los sectores más empobrecidos y vulnerados, la causa está en un sistema de producción y de distribución muy injusta.
El capitalismo prebendario está en la base de esta injusticia y condiciona la democracia. El centralismo, no solo, porteño, sino también de las grandes ciudades capitales de provincia, colaboran con la injusticia. La lejanía de las dirigencias políticas y empresariales con los sectores populares, suma su parte. Y podríamos seguir enumerando. Pero todos sabemos bastante cómo se conforma este coctel nefasto para las poblaciones marginadas del verdadero desarrollo humano.
Como pueden y liberadas a la buena de Dios, las comunidades empobrecidas se mueven con increíble creatividad para paliar su situación. Parten con los recursos que disponen, con la cohesión familiar, el despliegue de su cultura y el aprovechamiento de lo que pueden. Sus clubes de futbol infantil o de boxeo, sus centros culturales, sus jardincitos, sus centros de adultos y de jubilados, sus ferias, sus uniones vecinales, sus bingos y fiestas locales.
Como verán hablamos del mundo de la cultura en su sentido más amplio: como forma de vida. Ese cultivo los hace resilientes. Les permite subsistir, encontrar los espacios de recreación y producción alternativa, desplegar las resistencia contra los flagelos de la droga, la delincuencia juvenil, construir un poco de poder para hacerse visibles ante el poder político, mediático y económico.
¿Les ayudan los Planes? Por supuesto que sí. Les permite un piso de supervivencia y esa es una necesidad primaria, pero también el plan social como satisfactor de la necesidad de subsistencia actúa sinérgicamente sobre otras necesidades: protagonismo, entendimiento, ocio, libertad.
Si tenemos que decir algo que vemos todos los días en la relación con las comunidades, podemos afirmar que la universalidad de la jubilación, con las políticas de moratoria, ha permitido a los adultos mayores ser los que disponen siempre de recursos para el consumo, la ayuda familiar, la recreación o la capacitación. Esa realidad modifica la relación humana en el territorio. Se hace más fuerte el lazo familiar, se auxilia a los hijos y nietos.
En la medida que nos enfoquemos en fortalecer la estructura familiar, empezando por las mujeres, las posibilidades de mejora en el tema hambre, nutrición, educación, cultura y calidad de vida se garantizan.
Hoy todos hablan de “transformar los planes sociales en trabajo”. Pero a la luz de las vivencias cotidianas no podemos dejar de decir que se trata de una simplificación.
El mundo del trabajo formal es solo un sector de la economía. En la medida que globalmente se expande el capitalismo financiero excluyente se desarrollan otras formas de trabajo.
La economía popular es producto del descarte de números cada vez más creciente de poblaciones que son lanzadas al trabajo en negro, changas y otras formas de supervivencia, entre ellas la delincuencia y el comercio minorista de drogas.
Entre las formas virtuosas de la economía popular podemos hablar de la agricultura familiar, las cooperativas de construcción, los emprendimientos alimenticios y textiles, los espacios de recreación y ocio. Todos ellos van generando trabajo genuino, sin patrón, con horarios más adaptados a las necesidades de las mujeres emprendedoras y generando arraigo local y desarrollo cultural de las comunidades.
Donde hay una Necesidad…
También tenemos que destacar que frente a una necesidad aparece una denigración. Muchas veces las elites actúan frente a los reclamos de una vida digna con agresividad y desprecio. No se alcanza a entender la profundidad de la ofensa de la pobreza inducida, del racismo y de la apariencia: el pibe con gorro, la mujer con varices, el hombre derrotado por la desocupación prolongada, son blanco de esta forma de maldad contemporánea.
Nunca olvidemos lo que hicieron las comunidades en medio de la crisis del 2001 o lo mucho que colaboraron durante la pandemia, manteniendo a salvo poblaciones enteras del contagio o de la hambruna.
Muchos sectores de la población empobrecida y trabajadora desarrollan tareas productivas con muy mala remuneración. Y nunca dejan de aportar a la paz social y a las tareas de cuidado a las personas y al ambiente. Estas virtudes hay que seguir reconociéndolas, otorgando apoyos, crédito blandos, capacitación para el trabajo y los nuevos oficios tecnológicos.
Los Municipios pueden ser claves si logran operar con las Organizaciones sociales arraigadas al territorio y superan el armado ficticio de cooperativas o de asociaciones cooptadas para el negociado político.
Hay mucha reserva cultural y social en nuestras comunidades. Las posibilidades de empleo pleno son cada vez más remotas. Hay que mantener y ampliar la protección a la masa social trabajadora entre 18 y 65 años, mejorando la matriz impositiva del país.
El Salario Básico Universal, ligado a un desarrollo económico enfocado en el mercado exportador y el fortalecimiento del interno, será un gran aporte en el sentido de terminar con el hambre y consolidar más igualdad.
La deuda con la que arranca la democracia ha sido la causa de todo el malestar popular. El sistema partidocrático no ha podido salir de la trampa tendida por la dictadura, acentuada por la popularización del neoliberalismo. .
La verdadera deuda que queda por saldar es con los trabajadores y sectores populares que han venido sosteniendo la democracia y la lucha por mejores condiciones de vida.