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Pareciera que las propuestas de los candidatos con más probabilidades de triunfar en las elecciones son las de seguir mal o cambiar para empeorar. Las encuestas no nos permiten anticipar escenarios reales, solo instalan opinión favorable a determinada fuerza política, según quien las pague. Los programas de las coaliciones pueden decir cualquier cosa porque, según revela Durán Barba, la mayoría no lee ni conoce las plataformas, y a veces ni los candidatos las consultan. Recitan eslóganes, consignas, clichés fáciles, adaptados al oído de cada audiencia.
Recuerdo que el FREJUPO de 1989 tenía un programa de acción que podríamos llamar nacional y popular (entre otras cosas defendía una YPF estatal), pero solo unos pocos lo conocían, defendían y difundían; las mayorías votaron al caudillo riojano de patillas porque conmovía con su “Síganme, no los voy a defraudar”. Menem reconoció más tarde, cínicamente, que si decía lo que pensaba hacer perdía las elecciones. Macri también mentía alegremente en 2015 con “Pobreza Cero” y “la inflación no es un problema”. Hoy, en cambio, Bullrich, Larreta y Milei dicen lo que piensan hacer para beneplácito de la Asociación Empresaria Argentina, la Sociedad Rural, las corporaciones financieras, las embajadas de las potencias extranjeras, en fin, los dueños de la Argentina. Piensan que los de abajo igual los votarán, por aquello de “no hay peor sordo que el que no quiere oír”.
No se vota por programas, proyectos, o por determinadas medidas. Se vota por otros motivos,
aunque pensando que así las cosas serán mejores o, por lo menos, no empeorarán. Por emociones, como la bronca o el miedo. Bronca contra el presente (la casta, los políticos, el gobierno, la inflación, la pobreza, el kirchnerismo, etc.) o miedo contra lo que pueda venir (el fascismo, pérdida de empleos, baja de salarios, quita de los remedios del PAMI, persecución judicial, anulación de convenios colectivos, represión y cárcel, etc.). No hay muchas esperanzas ni adhesiones entusiastas.
Más bien desilusiones, escepticismo, desinterés, desesperanza…aunque también aparece,
sorpresivamente para los que solo toman en cuenta las trenzas y roscas de la superestructura
política, rompiendo ciertos diques y contenciones, el estallido de rebeldía y furia que viene de lo más profundo, lo más oprimido, como se vio en Jujuy.
Ahora bien ¿por qué se pueden decir barbaridades sobre la economía, propia de personas muy ignorantes sobre el tema? ¿Por qué Patricia Bullrich puede mencionar deflación como si fuese inflación, luego afirmar que quiso decir recesión, y propiciar un “blindaje” para “salir del cepo el primer día”? ¿Por qué se pueden aplaudir objetivos contradictorios de la política económica, tales como devaluar y mejorar ingresos? Frente a un joven militante bullrichista, quien canta por una Argentina sin Cristina porque “ella es lo peor, la razón de la inflación y la pobreza”, ¿podrá argumentarse que eso no se resuelve con una brutal devaluación, con más deuda y con la gendarmería en las calles?
En principio puede hacerse lo primero, decir burradas, aceptar propuestas absolutamente
contradictorias, y se pueden permitir sincericidios como voy a ajustar el estado, no me va a temblar la mano, voy a sacar las fuerzas armadas a la calle, los voy a meter presos, porque pocos escuchan, menos todavía interpretan, y lo que suena fuerte seguramente es para otros. Si yo me autopercibo de clase media (esa sí que es una percepción subjetiva ajena a la sociología objetiva) pienso que me va mal por culpa de los planeros sociales, y que el cambio será para que se los quiten y me beneficien. Es difícil mirar para el lado de las ganancias extraordinarios derivadas de las posiciones monopólicas. Suenan consignas como “Orden y Libertad” y se escucha al dueño de Mercado Libre y Mercado Pago quejarse por falta de libertad y nos sumamos al coro. Lo que piden dueños, ceos, políticos y economistas del “Cambio” es ¿para mejorar los empleos y salarios o para las rentas terrateniente, financiera, tecnológica de unos pocos? Cuesta entender lo que significa o las consecuencias de “unificación cambiaria”, “cepo”, “blindaje”, reforma previsional”, “reforma laboral”, “reforma impositiva”. No importa porque lo que se quiere escuchar es que esos liberales (que protegen su libertad de explotar y oprimen libertades ajenas) prometen cambiar un presente de carencias y urgencias.
Hay ejemplos inversos (aunque adelanto que las consecuencias no son iguales) tales como militantes cristinistas que hasta ayer publicaban “Massa traidor, hombre de La Embajada (obviamente la estadounidense)” y ahora descubren sus virtudes: “político audaz, trabajador, ejecutivo, conocedor del Estado, capaz de agarrar una papa caliente y candidato competitivo para enfrentar la ultraderecha enloquecida”, haciendo a veces silencio sobre la existencia de competencia interna con Grabois, y otras veces agradeciéndole ser válvula de escape para los que no se resignan al voto pragmático (existen variantes argumentativas, pero lo esencial puede hallarse en C5N, El Destape, Agencia Paco Urondo, entre otros).
Intento reunir argumentos y caracterizaciones que permitan explicar el comportamiento de un
sector importante de los votantes:
1. No entiende los argumentos económicos, solo sabe por experiencia propia que le va mal y necesita o quisiera que le vaya mejor. Piensa que está bien ajustar…a los otros. Algunos se están llevando mi parte, si los ajustan me la devolverán. Pocos siguen los programas políticos de la TV, comparan argumentos o razonan sobre lineamientos económicos, sino que simpatizan o antipatizan con el/la candidata, y punto.
2. Tal vez no le vaya tan mal, y pertenece a los que tienen empleos formales, incluidos puestos jerárquicos, necesidades básicas bien cubiertas, pueden vacacionar, salir a un restaurante, pero la inflación es un corrosivo no solo económico sino vital, emocional, desgastante. Se ilusiona con un stop antiinflacionario sin perder nada de lo que tiene.
3. Solo hay memoria de corto plazo y de mi metro cuadrado. Un economista o un investigador social puede comparar datos fríos de los 4 años de Macri y los 4 de Fernández, pero los que se viven intensamente son estos últimos. Los argumentos técnicos son para especialistas ajenos. Mi angustia es el presente.
4. Una gran parte de la población son jóvenes que no vivieron ni la Dictadura, ni el menemismo de los 90, ni recuerdan bien la crisis y estallido del 2001. Y la historia es una asignatura del pasado, despreciada como un trasto viejo. Por eso Milei puede alabar a Menem y Bullrich-Larreta disimular que pertenecieron al gobierno de De La Rúa. El futuro nos vende maravillas, aunque cada tanto un rayo de lucidez nos dice que es para otros.
5. La campaña básica de Milei y de Juntos (pero no tanto) se basa en señalar los errores, falencias, desaciertos, vacilaciones y contradicciones del gobierno, apelando a las emociones negativas que despiertan sus fallidas promesas.
6. La verdadera campaña de Unión por la Patria debiera ser la gestión del Frente de Todos; pero solo promete para el futuro lo que debiera haber hecho o estar haciendo. Parecen decir Esto es lo que hay; no es bueno, pero los otros son peores. ¿Comprenden los dirigentes de Unión (a regañadientes) que eso no despierta entusiasmo? Massa candidato propone sacarnos de encima el FMI, mientras el Massa ministro hace malabarismos para cumplir sus exigencias, postergando las consecuencias para después de las elecciones.
Entonces ¿qué hacer en esta ciénaga que parece atraparnos sin salida? Primero, no renunciar a la organización y la lucha unitaria de todos los perjudicados por la continua política de ajuste popular y entrega de la soberanía nacional. Segundo, no perder de vista las diferencias (importantes en lo inmediato) entre quienes pretenden persuadir de votar el mal menor y quienes buscan cambiar a garrotazos. Tercero, no renunciar a la necesaria tarea de argumentar, razonar, debatir en todos los planos (político, económico, cultural, ideológico) con los integrantes de sectores sociales populares (empleados públicos, trabajadores privados, cuentapropistas, jubilados, estudiantes, pequeños empresarios y productores agropecuarios, entre otros).
Esto último es importante porque, teniendo los pies en un lugar de la estructura económica social, su corazón y su cabeza han sido ganados para defender los proyectos de sus verdugos. Es una labor descomunal, porque se ha instalado un sentido común reaccionario, autoritario y violento, que ensalza la dependencia nacional, culpa a los pobres de su pobreza, y prohíbe la organización social y el derecho a la protesta. Es necesario descifrar qué significa, para los de abajo, devaluar, endeudar, ajustar. Y proponer caminos alternativos.
Por último, digamos con claridad algo que espanta a los seudo-republicanos, defensores de la
propiedad privada de unos pocos a costa de la privación de la propiedad de muchos. En un contexto donde los principales dirigentes opositores están más cerca del fascismo que de las democracias burguesas, recordemos que las conquistas nacionales, populares, progresivas, no arribaron como producto de las elecciones (aunque estas mismas sean una conquista popular). Grandes movilizaciones y luchas han jalonado la conquista de reivindicaciones económicas y derechos sociales. La propia nación argentina es resultado de la guerra de independencia (1810 a 1824). La ley del voto universal fue precedida de las insurrecciones lideradas por los radicales de antaño (qué horror para los actuales). El peronismo ganó la elección de 1946 porque hubo un 17 de octubre de 1945. La derrota del menemismo se debió a las puebladas de los 90; el Argentinazo del 2001 puso fin al gobierno de la Alianza y condicionó las mejoras del kirchnerismo. El macrismo no hizo más daño porque fue enfrentado por grandes luchas (diciembre de 2017) y movilizaciones gigantescas (de Los
Cayetanos, entre otras).
Conclusión provisoria. Es posible que en la elección general de octubre una opción de hierro sea votar aquella coalición que impida el arribo de una derecha recalcitrante al gobierno. Pero eso no debe ocultar la preocupación central: ganar la elección ¿para qué? ¿Para volver a hacer lo mismo que estos cuatro años? Porque lo hecho no es simplemente insuficiente, sino inconveniente para los intereses nacionales (principalmente el acuerdo que legalizó el fraudulento crédito del FMI a Macri) y populares (inflación, precarización laboral, pobreza). Salvo que creamos que se ganará la elección para hacer después algo diferente… ¿más a la izquierda o más a la derecha? Algunos sostienen que“depende de lo que empujemos”. Mi opinión es: entonces empujemos ahora, antes que sea demasiado tarde. Y lo que alumbra un camino diferente es la lucha jujeña de originarios, docentes, obreros, estudiantes, poniendo un freno a la reforma constitucional antidemocrática, a los bajos salarios, a la entrega de los bienes comunes. El aviso no es solo para quien propone más endeudamiento (Bullrich) o reprimir “porque ya lo hicimos” (Larreta-Morales), sino también para quien propone pagar la estafa de 45.000 millones de dólares al FMI (Massa), quitando esos fondos a la siempre postergada deuda interna.