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La Municipalidad de Mendoza, a cargo de un runner de pantalón chupino y zapatitos marrones puntudos, ha adoptado una línea de trabajo tan parecida a la de CABA que parece copiada. Larreta rompe veredas y calles y a continuación las rehace, logrando, al parecer con éxito, que alguna gente diga “bueno, por lo menos no se la roban”. Lo tomó primero Cornejo en Godoy Cruz, y al cabo que le sirvió... Intendente, Gobernador, Senador... ¡Emperador! Y ahora en Ciudad, el runner de chupinos y marroncitos, rompe calles y agujerea veredas y plazas y parques y deja por meses la rotura para que la gente vea que la Ciudad está “en obras”. En qué agujero parecido se revolverá el gran Domicio Ulpiano con su “honeste vivere” y su “alterum non laedere”, al registrar todo este movimiento apuntado a capturar el beneplácito de los distraídos. Que consentirán, distantes de los problemas de los demás. Hermann Broch los llamó “sonámbulos”... Están con la hidrolavadora, juntando figuritas... ¿a quién le importa la política?
Ahora bien, veredas no es el único parecido con CABA. Cuando arreciaba el desempleo, subía la pobreza y la indigencia, muchos no emprendedores dormían en las calles si podían escabullirse de la temible UCEP, se duplicaba la inflación, se cerraba la posibilidad de crédito a tasas aceptables y había que arrodillarse ante el Fondo Monetario (“He iniciado conversaciones con el FM...”), Macr(i-Larr)eta instalaba “espacios de meditación”, piso verde y técnicas de relajación, porque había que abandonar la actitud crítica, amarga, atrabiliaria, de perdedores que no sabían emprender. Tal como bajaba del Norte rico: la felicidad es una elección; la responsabilidad es tuya. Como en el Norte, emergieron aquí especialistas en felicidad, tipos que te capacitaban para florecer. La felicidad se volvió un asunto político/empresario importante, allá y aquí. Los dueños del mundo en los eneros de Davos se encontraban por las mañanas (2014) con un biólogo francés devenido monje budista y el hombre más feliz del mundo conforme a un estudio neurocientífico de la Universidad de Wisconsin. Objetivo: wellness, bienestar físico y mental; técnica: mindfulness, una mezcla de psicología positiva, budismo, terapia cognitivo-conductual y neurociencia. Y nada de “nubes de Úbeda” filosófico-subjetivas; un dispositivo en el cuerpo de cada participante enviando información objetivo-controlada a su smartphone sobre caminar, dormir, comer... suficiente y de calidad. Quantified self, dicen los yanquis, un yo cuantificado, medido objetivamente en actividades y consumos para alcanzar aquel bienestar.
Como allá, emergieron aquí entrenadores, habilitadores, coaches de la felicidad, llave en mano. Y vieron que era bueno. Ante todo para ellos, claro. Pero eso no lo dijeron.
El coach, ¡qué tontería!, no lleva una víbora enroscada en el cuello, es un “técnico”, un portador de “saber científico”; no te vende un pequeño frasco oscuro precariamente sellado con un corchito que, si es retirado, deja fluir unas volutas azuladas que te marean, no habla sin parar para distraerte... bueno, sí!, eso sí!, alguna tradición tenés que mantener.
No faltará el paranoide que piense que este administrado florecimiento de la felicidad a cargo de esos especialistas no se daba por pura casualidad en el momento en que arreciaba la miseria y el sufrimiento, que funcionaba como tapadera de los males enumerados arriba; ¿qué te molesta de la meditación? Si pensás eso estás del lado de los amargos. ¿Y quién quiere ser amargo? ¿Quién no quiere ser feliz!? (Entre nosotros y en voz baja, te digo que Nietzsche pensaba que “el hombre no lucha por conseguir la felicidad, tan sólo el inglés lo hace”). Y aunque nosotros no somos ingleses y ni siquiera de Buenos Aires, también llegamos. Arribamos vía la era del vacío, la modernidad líquida, el fin de la historia... La biopolítica, el transhumanismo, la sociedad del placer... El tecno-capitalismo, la egopolítica, la antifilosofía... al reino de la felicidad. Y tenemos coaches y también coachees, público para esos habilitadores. Y seamos liberales, el que quiera coacharse que se coache, y el que quiera andar armado... Pero hace poco unos franceses definieron al neoliberalismo como “la nueva razón del mundo”. No una nueva ideología o política económica, sino una racionalidad normativa que abarca la totalidad de la existencia humana. Y así, incluso lo público (hasta ayer público), colectivo, es administrado en estos términos. Y entonces, los gobiernos neoliberales llevan su batería de posiciones incluso a la escuela. En nuestro asunto ahora, la felicidad, la aspiración a la felicidad, va a la escuela.
La Universidad de Pensilvania (Martin Seligman a la cabeza) generó el Penn Resilience Project, con la intención de llevar a las aulas la terapia cognitivo-conductual... para formar a los niños en la felicidad. En 2007, instituciones educativas del Reino Unido enviaron cien profesores a examinar el Proyecto con el fin de recrearlo en su tierra.
¿Y nosotros? Si USA hace esto y le sigue UK y áhi nomás va a CABA, cómo lo dejaríamos? ¿Para qué usamos chupinos? ¿No somos maratonistas? La Municipalidad de Mendoza, el Estado Municipal (el mundo público, la res publica) ingresa, promueve. Tomá: conferencias sobre “Educar la felicidad”, para estudiantes de 4° y 5° año de secundario y estudiantes universitarios. A cargo de, el Señor te proteja, “distinguidos conferencistas”.
“El niño optimista”, “La auténtica felicidad”, “Optimismo aprendido”, “Florecer”, el florilegio libresco de Martin Seligman, creador de la “psicología positiva”. Quizá haya aquí un saber valioso, técnicas para fortalecerse y superar situaciones difíciles. El asunto que señalamos es que “la ideología dominante”, “la nueva razón del mundo”, aprovechándose de este punto de vista, convierte la realidad externa en un asunto subjetivo, no importa qué pasa sino cómo lo tomas, la dureté du monde se esfuma, lo importante es cómo recibimos esa objetividad, cualquier dificultad se vuelve así un problema psicológico. Pero es necesario insistir: si te deprime tu sueldo bajo o tenés la cabeza quemada por horas frente a la pantalla o la espalda dolorida por mover esas cajas, no hay que ir al psicólogo, hay que ir al sindicato. No es cierto que la causa de tu situación es que seas un depresivo, que tengas que tomar pastillas y cambiar tu actitud. Pero, anima el coach, una vida menos stressful, una vida más mindful, no se consigue sin algunos cambios tuyos. Tenés que ser proactivo, resiliente.
Marcel Mauss, antropólogo brillante que no creó el ratón, dijo que “la magia existe”... La magia existe... Mientras haya deseo de magia...
Mientras haya deseo de magia, habrá magos –completemos nosotros--, especialistas, habilitadores, fileteros del alma... Si habla mucho...