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Días atrás conocí unas declaraciones del presidente del Comité Nacional de la UCR pronunciadas en un programa de La Nación +, que por su tenor descalificatorio me pareció que batían su propio record en la carrera por “destrozar” –término que lamentablemente cada vez más se incorpora al léxico político y periodístico argentino- al gobierno nacional y a quienes lo integran. Las declaraciones de Alfredo Cornejo se refirieron a la negociación que lleva adelante el ministro de Economía e involucraron consideraciones de naturaleza económica que sorprenden. Aunque argumentalmente podrían considerarse intrascendentes, fueron graves por lo que trasuntan conceptualmente y por la inexactitud de la mayoría de sus afirmaciones. Expresó: “La deuda de la Argentina reconoce muchos más orígenes que la del FMI último. Lo que a la Argentina le está faltando es un plan económico. Es ridículo pensar que el deudor le pone condiciones al acreedor. El principal problema de la Argentina no es el FMI sino es la falta de crecimiento por muchos años, el peronismo/kirchnerismo tiene muchísima responsabilidad. Sin crecer no se puede pagar la deuda, ellos mismos lo dicen. Ellos no tienen un plan de crecimiento, tienen un plan de atarlo con alambre como se ha venido haciendo. Y por otra parte el papel de Martín Guzmán es muy pobre, en cualquier empresa privada como gerente financiero lo hubieran echado a patadas. Está pagando religiosamente, hace un año que podría haber acordado con el fondo, lo ha dilatado por pura politiquería, por puro conflicto interno en el FdT. Si hubiera acordado se hubiera ahorrado varios pagos. Y toda la coalición política se lo perdona”.
Su ataque al ministro Guzmán resulta previsible, como también lo es el intento de poner en contradicción interna al Frente de Todos y, por lo tanto, al gobierno. Cornejo es especialista en el uso del manual de la “politiquería” que declara detestar, especialmente en su postulado fundamental: “divide y reinarás”. Más allá de lo previsible en sus palabras, es grosero y desafortunado el parangón que hace del rol de un ministro con el del gerente financiero de una empresa. La apelación a esa comparación trasunta la mirada ceocrática de Cornejo respecto de la cuestión pública. Las variables que un ministro debe manejar no son las de una empresa en las que los costos casi siempre se computan en términos fríamente financieros. Los gobiernos que eligen esa vía de negociación hacen pagar sus acuerdos, realizados con la velocidad que impone el acreedor, al conjunto de la población y tienen impacto en la sustentabilidad integral de la economía. En general, esos procesos no son de negociación sino de aceptación del pliego de condiciones del acreedor. Le recuerdo a Cornejo que así se acordaron el blindaje, el megacanje y los préstamos garantizados del gobierno de la Alianza, del que su partido fue columna vertebral. Nada bien nos fue a los argentinos con ministros con perfil de “gerente financiero”, como lo fueron López Murphy (sus iniciativas de ajustes brutales lo eyectaron del ministerio en tan solo 15 días) y Cavallo, el autor de los acuerdos antes señalados que terminaron de crear el escenario catastrófico que desató la crisis del 2001, con sus consecuencias económico-sociales brutales para la sociedad argentina.
Cornejo parece compartir la línea de Macri: un acuerdo se puede cerrar en 5 minutos, claro que cediendo a las exigencias del acreedor y sin discutirle nada de nada. A eso parece referirse cuando afirma que “Es ridículo pensar que el deudor le pone condiciones al acreedor” ¿Desconoce Cornejo que en cualquier negociación las partes intentan hacer valer sus condiciones y que también los deudores establecen sus términos de negociación en función de sus posibilidades de pago y perspectivas de sostenibilidad económico-financiera? Nada indica que la Argentina quiera imponer sus condiciones en un posicionamiento inflexible e irracional, aunque sería deseable que pudiera conseguir que se incorporen sus planteos ya que están fundados en una mirada realista de la economía que Néstor Kirchner sintetizó magistralmente: “los muertos no pagan”. Además, las condiciones en las que fueron otorgados los créditos del FMI a la Argentina durante el gobierno de Macri ameritan una negociación que pongan en la balanza las particulares irregularidades cometidas por las autoridades del Fondo en el otorgamiento de un crédito impagable, bajo consideraciones de política interna de la Argentina que resultan inadmisibles para un organismo internacional. El presidente de la UCR no solo justifica el proceso macrista de “endeudar y fugar”. También propone claudicar ante el acreedor, cualquiera sea el costo.
Los cuestionamientos del presidente de la UCR a la falta de plan y a la ausencia de políticas de crecimiento económico son meramente distractivos. Elude con esos planteos las responsabilidades que comparte con Macri y los demás integrantes de Juntos por el Cambio en la generación de un endeudamiento exorbitante en tiempo record que dejó asociado al gobierno de Cambiemos con los ciclos de endeudamiento y fuga de la dictadura militar, el menemismo y el delarruismo. En contra de lo que ha afirmado Cornejo, basta con mirar las estadísticas económicas para concluir que los ciclos de crecimiento económico y desendeudamiento estuvieron asociados en nuestro país, tanto en el periodo 2003-2015 (con distintos niveles de crecimiento según las circunstancias internas e internacionales) como en el actual gobierno. Cornejo parece olvidar o prefiere no reconocer que nuestro gobierno (deudor de la deuda que el gobierno del que él fue parte tomó a un ritmo frenético e irresponsable) logró imponer sus condiciones a los acreedores privados, ahorrándonos cerca de 40 mil millones de dólares en los próximos años (con 99% de aceptación de la propuesta por parte de los acreedores), además de llevar a sectores de la economía vinculados a la industria y la agricultura a niveles de actividad superiores a los que su gobierno nos heredó (hablando de pesadas herencias) en 2019.
En términos económicos, la línea divisoria de la política argentina no es entre dictatoriales y demócratas o entre radicales y peronistas, sino entre neoliberales partidarios de la valorización financiera y el endeudamiento crónico, por un lado, y quienes sostienen un proyecto de desarrollo nacional en el que el crecimiento económico debe estar ligado a la producción y el trabajo, y a un manejo sustentable de la deuda. Desde hace largos años está claro de qué lado de la línea divisoria se para Cornejo. Su acompañamiento a todas las decisiones que tomó Macri en la aplicación del ideario neoliberal no solo incluyó la justificación de las medidas destructivas de la economía nacional que adoptó sino también su implementación en la provincia que gobernaba, una de las provincias más endeudadas y con mayor caída comparativa de su producto bruto entre 2015 y 2019. Quien por su pragmatismo alguna vez fue calificado en Mendoza como “el más peronista de los radicales”, con el paso del tiempo mostró sus reales convicciones que lo posicionan como lo que es: el más macrista de los ucerreistas.
A pesar de las descalificaciones contra nuestro gobierno, sostengo la esperanza de que la iniciativa del presidente Alberto Fernández de promover el debate del tema de la deuda y la proximidad de un nuevo aniversario del retorno a la democracia sean ocasión para que, dejando aunque sea por un momento el terreno de las chicanas y las descalificaciones infundadas, Juntos por el Cambio, la UCR y su presidente se predispongan al debate democrático sobre el presente y futuro de nuestra Patria en torno a una temática que importa y compromete al conjunto de la sociedad argentina.
Debatir y converger en una política en común sobre la resolución del problema de la deuda en el Congreso Nacional excede las necesidades del actual gobierno. Responde a la urgencia de resolver una problemática que tiene directa relación con nuestras posibilidades y potencialidades de desarrollo, y con el bienestar de nuestro pueblo.