Columnistas // 2021-09-15
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El Frente de Todos tras el diluvio


  Ahora, dentro del Frente de Todos y sus acólitos, hay miles de profetas al revés: con el diario del lunes se pontifica a diestra y siniestra sobre lo que debió hacerse antes, cuando no se pontificaba nada ni se preveía una derrota semejante. Todas las encuestas deban un módico triunfo por pequeña diferencia, y se descansaba sobre esa ventaja prevista.

  En cambio, se perdió en la mayoría de las provincias, en casi todas las secciones de provincia de Buenos Aires, no se sentó gran presencia en la CABA. A nivel nacional, el FdT quedó 8 puntos debajo: 38% a 30% respecto de JxC.

  Son 24 puntos de caída relativa en comparación con JxC si se toman las Paso de 2019, y pérdida de 16 puntos si se toma las cifras las de la elección presidencial definitiva de ese año.

  Es penoso, cuando suceden tamañas caídas electorales, tener que comparecer frente a una cámara televisiva: en C5N se peroraba sobre la buena votación conseguida, y de pronto, alrededor de las 20,30 hs., empezaron a llegar los números oficiales y las caras cambiaron. Lo cierto es que no se encontró mejor melodía que la de empezar a encontrar que “no se hizo esto, no se hizo aquello”, haciendo el grotesco de contradecir lo expresado hasta apenas minutos antes.

  Comenzó entonces el trillado repertorio del “la economía está mal, y el gobierno no se dio cuenta”. Lo cual, si es cierto, lo es sólo en pequeña medida: o sea, es cierto que la economía familiar está mal (aunque exista reactivación de la macro), pero no siempre que el gobierno no lo supiera. El caso de Bercovich, de reconocida petulancia, alcanza el máximo en ese campeonato de la autocomplacencia: menos mal que “él nos dijo” lo que iba a pasar, que nos mostró a su tiempo los índices económicos.

  ¿Alguien cree que Guzmán o Kulfas desconocen los índices de pobreza, de desocupación o de indigencia? Ahora aparece el fácil recurso: “hay que poner plata en el bolsillo de la gente”. Y es cierto, por falta de ello se perdió. Pero convengamos en que las cosas no son tan elementales. 

  El keynesianismo simplificado que es dogma en el sector kirchnerista de la alianza oficialista, afirma que todo se reactiva apostando a la demanda y al consumo. Y es una fórmula que funcionó con crecimiento a tasas chinas allá por 2003 hasta 2012, aproximadamente. Pero después, la caída del precio internacional de commodities más la restricción externa, hicieron poco viable ese modelo. No es tan obvio repartir cuando no hay nada para repartir.

  Dicho de otro modo: el gobierno recibió una herencia desastrosa que no supo transmitir, dentro de una nula política de comunicación oficial. Deuda enorme a pagar desde ya, inflación galopante, pobreza creciente. Y apenas comenzó le tocó la pandemia, la peor calamidad que la humanidad haya tenido en un siglo, tanto en lo sanitario como en sus consecuencias económicas inevitables. 

  La población no sabe de eso. Si no hay campañas intensísimas por los medios –medios que maneja a su antojo la oposición-, la población no se entera. Temas como el de la deuda, son lejanos y abstractos. Por lo menos la mitad de la ciudadanía ya no vota por identidad, tradición o adscripción: lo hace según el bolsillo del día. Y por esto perdió el gobierno.

  El sector kirchnerista –sobre todo el camporista- reprocha al presidente no haber derramado más dinero hacia abajo. Es lo que surge también desde los movimientos sociales. Y está claro que es lo que va a hacerse en el corto plazo, y que pudo haberse hecho un tanto más en 2020 y 2021. Pero, ¿pudo hacerse algo muy diferente? No soy economista, pero creo que no.

  Porque, es obvio, derramar hacia abajo cuando no hay dinero en el Estado ni se puede pedir prestado (gracias al legado macrista), puede llevar a corridas cambiarias, o a espirales inflacionarias siderales. Es fácil decir “pongan más plata para la gente”, pero no tanto hacerlo sin afectar un mínimo equilibrio macroeconómico sin el cual todo se viene abajo. Asumiendo, además, que enfrentarse abiertamente al Fondo Monetario sería de consecuencias imprevisibles.

  La apelación obvia a “poner más plata abajo” tampoco asume las relaciones de fuerza: sin tomar la calle, el peronismo está agachado frente a un rival que tiene todos los resortes del poder (justicia, medios, multinacionales, Mesa de Enlace). O se sale del rincón y se retoma las plazas y la mística, o la inclinación de cancha hacia el lado de la derecha resulta abrumadora. Y no es por ahí que ha insistido el sector que critica al presidente.

 Por otro lado, debiera tomarse cuenta de que en la coalición perdieron todos. Massa, hasta en el Tigre y por cierto en Chubut, con un gobierno fallido. El presidente, en la sumatoria general. Los gobernadores en sus respectivos territorios, con las excepciones del caso. El kirchnerismo en provincias clave como Buenos Aires y Mendoza, en esta última con sólo la mitad de votos que las listas de JxC. Pasarse facturas mutuas tiene poco sentido, y además la unidad es ahora más necesaria que nunca.

 Habrá tiempo, luego de noviembre, de discutir y sopesar responsabilidades. Ahora hay que reducir daños. Hay muchos votos en blanco, población que no votó, sufragios del FdT que se fueron por izquierda. Es necesario salir a buscar esos votos. Las medidas de gobierno deberán ser rápidas y audaces. Lo cierto es que Macri logró remontar nada menos que 8 puntos entre las Paso y las definitivas en 2019: no se ve por qué no podría hacerlo el FdT. 

  Desangrarse en pases de facturas públicas es, en este momento, inocuo cuando no suicida. Claro que hay responsabilidades preferenciales en este fracaso, tanto en la Nación como en la provincia: pero ahora o se avanza con la mayor unidad posible –asumiendo que aquí nadie salió indemne-, o el peronismo corre peligro de un futuro gubernativo y partidario muy oscuro.

  En JxC están razonablemente felices: cualquiera lo estaría en su lugar. Pero las nubes de tormenta no son difíciles de advertir: Santilli le tolera la insolencia a Manes (quien perdió pero cree haber ganado), porque lo necesita hasta noviembre. Después, comenzará la descarga de tensión entre el PRO favorable a Milei (Bullrich y Macri) y el PRO cosmético de Vidal y Larreta. Y arreciará el pataleo inútil de una Unión Cívica Radical que hace de partido/lacayo del PRO, y que de pronto quiere salir de ese rincón sin haber hecho nada que lo autorice. Ni Manes es muy radical que digamos, ni permitió a los radicales salir de su lugar subordinado en la alianza. Ello significa que sus candidatos presidenciales no pueden serlo mientras sigan en JxC, pero que tampoco les sería viable conseguirlo por afuera de la coalición. Se vienen allí tiempos tensos: pero eso será parte de otra escena. Por ahora, los nubarrones derivan hacia el Frente de Todos, y se aprecian muy negros y espesos.- 


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