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Dicen que la memoria es esquiva y que su corte histórico es una de las marcas del capitalismo y su función de disciplinamiento social.
Pero el 2003 no está tan lejos, aunque hayan pasado dieciocho años, casi lo mismo de la resistencia por la vuelta de Perón. Con la enorme diferencia entre la persecución, las muertes, la lucha clandestina y la era democrática donde lo que define es el voto.
Memoria especial para el terrorismo de estado y el genocidio como instrumento para hacernos retroceder en la historia y planificar la miseria del pueblo argentino, como dijera Walsh. Jamás pensaron ellos terminar tras las rejas de una cárcel común y nosotras/os poder con la epopeya de esa lucha democrática y con aquel voto del 2003, escuálido pero suficiente para abrir la ancha senda que ocupó el movimiento nacional y popular.
Esa coyuntura surgida del que se vayan todos. Ese voto emitido desde las entrañas como rechazo a la vuelta de aquel menemismo, que debajo de las históricas insignias, entregó el país.
Tuvimos suerte. No hubo que jugarse la libertad y la vida para que ocurriera eso. ¿Pero la suerte existe, el destino? ¿O hay una fuerza que mueve la historia y la define de abajo hacia arriba y empieza, con el poder de un voto en una urna? Pareciera que lo olvidamos. Y es el único momento, en una sociedad cruzada por todas las desigualdades, en que todos y todas valemos lo mismo.
Por eso es lógico que se encarguen también de devaluar el voto. De negarlo, pretendiendo que todo empezó ayer. Que da lo mismo si el estado garantiza la salud, la educación, la mejor sobrevivencia de todas/os por igual o si los abandona a su suerte. O de cargarlo de odio contra la pretensión de ser independientes y soberanos en un mundo deshumanizado y subordinado al poder financiero.
Hasta la libertad se invoca tergiversada. Se borra hasta la historia de nuestras luchas por la independencia y se deja a los individuos sin patria, sin pertenencia, con su vida como Robinson Crusoe, pero en una isla inexistente dentro del mundo global. Pobres quienes se confundan.
Y estamos nosotras/os, la militancia. Sabemos que es prioritario continuar la lucha contra la pandemia y finalizar dignamente el acuerdo con el FMI para salir de los condicionamientos de la deuda externa. Que está pendiente sanear el estado de derecho con una justicia que revise y termine con el lawfare. Pero la frustración funciona igual y se nos borra que en esta etapa de transición tenemos que juntar fuerzas para un decidido avance democrático. No estamos dando un salto del 2003 al 2021. No estamos al final del camino, sino en un tramo conservando la utopía delante y caminando hacia ella. Y aunque vale repudiar lo que todavía es injusto, para remontar la elevada cuesta nos necesitamos enteros, lúcidos y fuertes. Sin dejar caer nuestras banderas.
Los de siempre se valieron esta vez de los resortes de la democracia para volver a entregar el país. Los retorcieron hasta volverlos el instrumento mediático que buscó la destrucción de la mujer-símbolo de la nueva democracia. Y no pudieron. Perón el dictador, Cristina la ladrona. Siempre usaron el odio y el amor fue más fuerte. Venimos de aquél Viva el cáncer.
Juntemos lo que sabemos con lo que sentimos. Memoria de cuánto le costó a este pueblo llegar hasta acá. El voto que hace falta ahora. La patria es el otro, pero para ponerlo en acto todavía hace falta nuestra palabra y nuestro voto. Son las armas que tenemos para poner fuerza popular en el lugar de donde tiene que salir mucho de lo que falta. ¡Cómo me dijo una vieja compañera al despedirse VOTÁ BIEN! Y a salir cuando haya que salir.!