El mundo está convulsionado, ora por la pandemia de COVID-19, ora por los cambios sociales suscitados en distintos puntos del planeta. Al centrarse en este último, no es muy difícil intuir que Estados Unidos es el foco de este tema, sin embargo, se pueden advertir otros puntos calientes en el mismo continente, como Colombia, Chile o Bolivia, todos ellos atravesando estallidos por motivos variopintos: Violencia policíaca, desigualdades económicas, rebeliones contra el gobierno, entre otras. Muy similar a lo que sucedió en Estados Unidos luego del asesinato de George Floyd (hombre de color) a manos de un oficial de policía blanco.

Ernesto Laclau fue un filósofo argentino muy importante en el ambiente intelectual latinoamericano. Dedicó su vida al estudio de los partidos de tendencia socialista y comunista, y se acercó al pueblo argentino a través del peronismo. Se sirvió de autores como Lacan, Derrida y Foucault para analizar fenómenos políticos concretos (identidad, discurso y hegemonía). En esta nota, es menester hacer uso del concepto de cadena de equivalencias de Laclau, que sostiene que, cuando en un determinado contexto, grupos de personas con distintos reclamos se unen, pasan a integrar un todo en el que sus necesidades particulares pasan a ser parte de un significante hegemónico, y uno vacío a la vez.

Un significante es un concepto o idea y el significado una imagen acústica que se corresponden recíprocamente. Por imagen acústica no nos referimos al sonido en sí, sino a la representación mental que surge de interpretar una cadena de sonidos (la palabra). El significante en este caso es hegemónico porque un elemento particular pasa a representar la totalidad de los reclamos. Este significante representa la universalidad desde su condición particular, y es a la vez vacío porque los reclamos particulares pasan a estar representados por uno que los abarca a todos, por lo que en cierta manera se pierden, el significante hegemónico tiene que representar la totalidad de los reclamos que, obviamente, rebasan a la queja particular de cada integrante de la masa. En general no son similares los grupos de personas y tampoco lo son sus reclamos, pero en palabras del autor “(…) no es ningún rasgo común que todas ellas posean, sino simplemente la oposición común al régimen que las niega”.

Es muy común en muchos países de América Latina gobiernos institucionalistas disfrazados de populistas, o gobiernos que comenzaron como afines al populismo y devinieron en tiranías/dictaduras. En este caso, Laclau se sirve de la teoría Lacaniana al hablar de “amos” y destaca la importancia de que el amo permita al pueblo participar en el acto político. Aunque está la creencia errónea de que un pueblo puede ser cien por ciento populista o institucionalista, Laclau desmiente pues para él “(…) la posibilidad de un régimen populista puro o de un régimen institucionalista puro es inexistente (…). Siempre un régimen va a tender más al populismo o institucionalismo”.

Hoy en día es mucho más fácil enterarnos gracias a las redes sociales de situaciones en las que gobiernos de tendencia institucionalista intentan eliminar al pueblo de las actividades políticas; una de las fuentes más importantes y que permite mayor inmediatez a la hora de comunicar es Twitter, que con 244 caracteres da lugar a la constante actualización de noticias al usuario; por todo esto, también es menester mencionar a Ernesto Calvo con su texto “Diablos vs Demonios”, pues gran parte de lo que sabemos hoy de los conflictos mundiales es gracias a la app del pajarito, a la que Calvo se dedica a analizar en este texto.

El primer apartado es el que más se ajusta a este análisis porque para él “estas redes se activan rápidamente en crisis sociales o políticas” y hace mención de Nisman (fiscal muerto en circunstancias misteriosas, 2015), el caso de Ayotzynapa (matanza estudiantil en México, 2014) y Ferguson (asesinato de un joven de color en 2014, bien podríamos decir hoy George Floyd), temas que en su momento fueron Trending Topic (tendencia) en la red mencionada. Todo esto está sucediendo hoy en el mundo; el pueblo utiliza Twitter para exigir la renuncia de políticos ineficientes y manifestarse contra las injusticias sociales, sea inequidad de recursos, sea corrupción o desapariciones forzadas (que están sucediendo en Argentina con mucha mayor intensidad desde que fue decretada la cuarentena por el gobierno nacional).

El título de esta nota pretende poner en foco que las redes sociales generan el acto político incluso cuando los mismos gobernantes no dan lugar a él en lugares convencionales como las urnas o encuestas. Lo mismo sucede con los diarios online; un ejemplo muy claro es MDZ, que todas las semanas tiene una encuesta dirigida a los lectores sobre los temas de agenda. Con ese pequeño gadget en su pantalla están generando el acto político. Las militantes feministas en las redes que agitan la bandera de “lo personal es lo político” también generan el espacio desde su lado, poniendo en el centro de discusión cuestiones que tienen que ver con combatir las normas heteropatriarcales y los preceptos que como humanidad arrastramos sin discutir por siglos, sin detenernos a pensar o debatirlos. Incluso en países como China hay algunos valientes que critican a su gobierno castrador en sus espacios de reunión virtual, a sabiendas de la persecución que esto les puede acarrear.

Mientras haya redes sociales, viviremos en un permanente acto político.