Columnistas // 2020-08-19
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El rol del Estado en momentos de crisis


En las grandes crisis de la humanidad, como las guerras mundiales, la gran depresión de 1930 y otras recurrentes que le sucedieron, fueron los Estados con medidas proteccionistas en lo económico, políticas públicas hacia los sectores más vulnerados y articulaciones a nivel internacional y regional los que lograron mitigar los graves efectos de las mismas.

Los organismos internacionales (ONU- OEA entre otros) fueron creados como consecuencia de los horrores de la guerra y para establecer un piso de Derechos Humanos que todos los Estados debían promover y garantizar.  De allí surge también la Organización Mundial de la Salud, creada en el año 1948 y cuyo objetivo se definió para alcanzar el máximo grado de salud para todos los pueblos (definida como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades), hoy tan renombrada a causa de la decisión de Donald Trump de retirar el apoyo de EEUU. 

El conocido Estado de Bienestar fundado en las ideas de John Keynes, teórico y académico inglés, que tuviera su influencia entre los años 30 y 70, propuso políticas proteccionistas de la economía local y un Estado fuerte para garantizar el bienestar y las necesidades básicas de todas las personas. Es decir, un piso de derechos acordados internacionalmente.

La idea de un Estado presente, volvió a ser fuerte luego de la etapa neoliberal (Reagan- Thatcher a nivel mundial) y, en nuestro país, luego de la dictadura cívico militar y el menemismo, cuando se achicó el Estado, eliminando subsidios a la producción, se flexibilizaron las relaciones laborales, entre otros desastres que culminaron con “El Corralito” de Domingo Cavallo y el que “se vayan todos” del año 2001.

En Argentina, los gobiernos de Néstor y Cristina significaron, sin lugar a dudas, una vuelta al rol central del Estado, donde se priorizó la redistribución de la riqueza, se sancionaron políticas públicas universales como la asignación universal por hijo, leyes de ampliación de derechos y otras acciones de un Estado que volvió a tener protagonismo.

Y como todas las veces, luego de que el capitalismo muestra su peor cara: desempleo, concentración de la riqueza, altísimos índices de pobreza, desocupación, endeudamiento extremo y otros estragos como los que nos dejó el gobierno de Mauricio Macri y sus secuaces, como diría García Linera: “comienza una nueva ola”. Reaparecen las ideas de un Estado presente y fuerte para dar las respuestas necesarias que espera la población. 
Hoy la humanidad atraviesa otra crisis económica, política y social de grandes magnitudes debido al COVID-19 que azota a todo el planeta. En nuestro país, además, las consecuencias de las políticas neoliberales aplicadas por el gobierno de Mauricio Macri agravan la situación ya extrema debido a la emergencia sanitaria. 

Pero no debemos confundirnos, la pandemia no afecta a todas las personas por igual. Como decía George Orwell en su libro “Rebelión en la granja”: “hay algunas personas más iguales que otras”. Justamente esas otras son quienes hoy vienen a criticar el rol fundamental del Estado como responsable de la vida, la dignidad y la salud de las personas, más que nunca en este contexto. 

Es en el marco de esta disputa contra el gobierno de Alberto Fernández, que la oposición representada por la alianza cambiemista (con sus contradicciones internas) pone al descubierto la verdadera intención de su accionar, que es cuestionar el rol del Estado cuando no se ajusta al paradigma neoliberal.

Como señala lúcidamente Jorge Alemán en su nota publicada en Página 12  vemos derrumbarse la lógica dialéctica entre oficialismo y oposición: No importa qué esfuerzos haga el gobierno nacional, cuantas políticas dirigidas a aliviar los efectos de la crisis o en favor de la salud de las personas proponga. Para un sector de la oposición, para vastos sectores mediáticos dominantes se trata de “aberraciones comunistas, anómalas y dictatoriales”, que se valen de la cuarentena y la tragedia de la muerte como un capricho del dictador "comunista “o "totalitario" para imponer… ¿Qué?

La movilización convocada por la oposición el 17A es una muestra de lo que aquí se expresa. Más allá de algunos desatinos no exentos de violencia, como exhibir una soga para colgar a 

Alberto, carteles con “no queremos vacuna” o “Patriarcado Unido”, las dos principales consignas de dicha convocatoria fueron el no a la reforma Judicial y el fin de la cuarentena. 
¿Cuántas personas de las que se movilizaron ayer conocen el proyecto de la reforma judicial? ¿Cuántas saben que se trata de un proyecto de ley que debe ser debatido, discutido y aprobado por el Congreso de la Nación? ¿Cuántas repiten que oculta un plan macabro para hacer desaparecer causas por corrupción porque lo escucharon en algún medio de comunicación? ¿Por qué no sería oportuna la reforma judicial y en cambio sí lo sería un hecho mucho más relevante aún como es la propuesta del gobierno de Mendoza de reformar inconsultamente la Constitución Provincial?

Respecto de la cuarentena, la postura no resiste el menor análisis. En el peor momento de la pandemia, cuando los casos aumentan día a día y el sistema de salud se encuentra al borde del colapso un grupo irresponsable de dirigentes, que sin dudas tienen asegurado en caso de contagio una situación privilegiada de atención, convocan a la ciudadanía para manifestarse como dijo Macri desde Suiza, contra el “miedo y el atropello” o como Omar Demarchi quien, aun reconociendo los riesgos, sostuvo que “decidimos privilegiar la Constitución”. Como si no fuera el Gobernador Suárez quien dispone en nuestra provincia las modalidades de la cuarentena. 

Como sostiene Alemán, “destruida la dialéctica, los que gobiernan y los que quieren derrumbar a los gobiernos ya no viven en un mismo mundo y ni siquiera en el mismo país. Son mundos donde se ha clausurado cualquier tipo de intercambio. En este horizonte al gobierno progresista todo se le vuelve problemático, contingente y difícil de sostener.”

Hoy, una vez más, el desafío es fortalecer el gobierno popular con argumentaciones sólidas, con unidad y con convicción, sabiendo que sólo los Estados fuertes pueden dar respuesta a las necesidades de los pueblos. La historia nos dará la razón más temprano que tarde. 


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