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América Latina se ha convertido, especialmente desde el cambio de siglo, en un referente obligado para los estudiosos e investigadores de diferentes disciplinas de la Ciencia Política.
El proceso que atraviesa actualmente Argentina es para la Ciencia Política un importante objeto de estudio. A finales de los años 90 se vivió en el país un contexto caracterizado por el ciclo de movilizaciones populares contra las políticas neoliberales (2001-2003). Luego de las elecciones del 2003 comienza una construcción que reviste proporciones excepcionales, por cuanto incluye por vez primera a vastos sectores sociales en una redefinición discursiva de la comunidad política que los posiciona como el núcleo del Estado, como síntesis de los diferentes intereses sociales. Fue la construcción de una hegemonía del campo popular.
Durante doce años Argentina atravesó una etapa de políticas progresista, de desarrollo de la industria nacional, y políticas de distribución de la riqueza que favorecían a las mayorías; doce años de la hegemonía del campo popular en el poder.
Luego se atravesaron cuatro años de restauración conservadora, que se vió como la culminación de un ciclo político progresista y el comienzo de uno nuevo con claras políticas neoliberales. Esta restauración neoliberal no sólo se instaló hasta el 10 de diciembre en la realidad Argentina sino que es un proceso que se expandió en casi todos los países de Latinoamérica y que aún perdura en muchos de ellos.
Ahora bien, ¿Qué representa el neoliberalismo? ¿Cuáles son sus núcleos fundamentales en los cuales se sostiene? ¿Existe en Argentina una guerra constante por la hegemonía? ¿Qué tan sólida fue la hegemonía popular, para que en tan corto periodo se haya desmantelado casi la totalidad de las políticas de redistribución de la riqueza y de inclusión social? ¿Cuáles son los desafíos que enfrenta el gobierno del frente de todos conducido por Alberto Fernández para consolidar las bases de un nuevo gobierno peronista? Son algunos de los interrogantes que se buscará desarrollar.
En primer lugar, es necesario aclarar la premisa teórica desde la cual se parte: La hegemonía se construye en y mediante el discurso político, la opinión pública, el sentido común y el dominio de los medios de comunicación como primer canal de llegada a la sociedad.
La segunda premisa que tomaremos es que, la discusión de derecha e izquierda ha quedado saldada, y a su vez, perdido completamente su vigencia. Esto se debe a las nuevas formas y dinámicas que tomó la política. En América Latina y por lo tanto en Argentina, existieron a lo largo de la historia dos modelos de país realmente bien marcados. Un modelo basado en la concentración de la economía en Buenos Aires, la exportación de alimentos y la libertad de mercado (unitarios). Y por el otro lado, un modelo con visión de desarrollo industrial, federal y con un fuerte deseo de conservar la soberanía nacional (federales).
A lo largo de los años las luchas por el poder político y el dominio hegemónico se dio por estos dos modelos, cambiantes en sus figuras más representativas, pero siempre sosteniendo cada uno sus bases para el desarrollo.
Ahora bien, en cada proceso o momento histórico ambos modelos iban cambiando sus metodologías y sus estrategias. Actualmente Argentina, atraviesa el comienzo de un gobierno de coalición con predominancia justicialista, se está viviendo una suerte de transición de la última restauración conservadora, a una construcción de hegemonía popular, bajo una fuerte polarización nacional y una oposición conservadora no mayoritaria pero sí con capacidad de disputa del sentido común y el poder político.
“La simplicidad es la mayor de las sofisticaciones”, decía Leonardo da Vinci. Y qué más simple que un ejemplo para comprender y dilucidar cuál es la base que sustenta a la hoy oposición conservadora.
Los gobiernos populares ven razonable que aquellos empresarios que acumularon durante los últimos 50 años gran parte de la riqueza, casi la totalidad de los medios de comunicación y los grandes diarios, se tengan que desprender de ello y “adaptarse” a la nueva distribución de la riqueza que se intenta plantear desde el gobierno nacional. Pero del otro lado vemos como la oposición se afirma nuevamente en la legitimidad de acumular y la utilidad social de la acumulación social. Es donde se puede observar la vinculación de lo económico con lo cultural, y lo cultural con lo económico. Lo más ejemplificador de dicho ejemplo es la imagen de un fiat duna modelo 1995 con un cartel que afirma “yo soy vicentin”. Ese ejemplo nos esclarece el vínculo estrecho entre lo económico y lo cultural. Un trabajador defiende a un empresario que fugó y que estafó a miles de productores, empresas y al estado. Allí radica la base más sólida del neoliberalismo. Tan sólida que logró dar marcha atrás con una estatización que se anunció con bombos y platillos. A mi humilde entender, poco estratégico, mal comunicado y por sobre todo la carencia real de un proyecto que permita al estado y a los productores ponerse al frente de dicha empresa. Improvisación que termina costando el fortalecimiento de la actual minoría opositora que hasta ese entonces poca incidencia tenía en el debate político. García Linera, uno de los grandes teóricos del siglo XXI desarrolla la importancia de una buena gestión económica y una fuerte acción cultural para poder garantizar un “buen” gobierno, veamos: “Todo gobierno progresista debe contar con dos pilares fundamentales para garantizar un buen gobierno. En primer lugar, una buena gestión económica, y en segundo lugar una fuerte acción cultural, son las dos herramientas fundamentales con las que debe contar un gobierno popular. Y dentro del tema comunicacional, es necesario hablarlo en términos generales, medios masivos, medios oficialistas y opositores, radios, medios comunitarios o populares y otras formas de construcción de opinión pública; como sindicatos, aulas universitarias, centros de investigación, etc. Que también son lugares de formación de opinión pública.
“Y un gobierno progresista no puede no tener una política de presencia en cada uno de estos grandes y diminutos generadores de sentido común. Es allí en esos grandes y diminutos generadores de opinión pública donde radica la posibilidad de convertir las acciones de gobierno en hábito, las ideas de gobierno y estado en lógica cotidiana, las acciones políticas que toma el estado en preceptos morales íntimos de las personas, es allí donde se ha llegado a lo más profundo del hombre. Ya que, al fin y al cabo, la política es eso, es la lucha por el sentido común”.
Continuando con el análisis, si la política es la lucha por el sentido común, comprendemos por qué la derecha agazapada, trabaja constantemente para colonizar el sentido común de la sociedad. Ya que utiliza la manipulación deliberada e inteligente de los hábitos estructurados y de las opiniones de las masas, que es sin duda uno de los elementos más importantes en las sociedades democráticas. Aquellos que manipulan este oculto mecanismo de la sociedad constituyen un gobierno invisible. Los gobiernos, ya sean constitucionales, democráticos, populares o conservadores dependen de la aquiescencia de la opinión pública para llevar a buen puerto sus esfuerzos y, de hecho, el gobierno sólo es gobierno en virtud de esa aquiescencia pública.
Para Gramsci, la hegemonía es una operación fundamentalmente cultural que va más allá de la unificación de fuerzas decretada por dirigentes políticos. El terreno esencial de la lucha contra la clase dirigente se sitúa en la sociedad civil: el grupo que controla la sociedad civil es el grupo hegemónico y la conquista de la sociedad política remata esta hegemonía extendiéndola al conjunto del Estado (sociedad civil + sociedad política)
Entonces ¿Cómo se coloniza actualmente el sentido común? Es por medio de un proceso en donde se comienza a instalar un clima de revancha social; interpelando directamente al sector social que los gobiernos populares consideran aliados, esos sectores que con las políticas de redistribución logran un crecimiento en su nivel de vida y que por sobre todo son los mayores beneficiarios, terminan marchando o manifestándose a favor de quienes durante sus cuatro años de gobiernos los empobrecieron año tras año.
Afirmamos entonces que el sentido común es una construcción ideológica ricamente sedimentada, variada, fragmentaria y siempre cambiante que puede ser consolidada por la labor discursiva de los intelectuales tradicionales y así empleada para comprometer las subjetividades populares para los proyectos económicos y políticos de las formaciones sociales dominantes; sin embargo tales proyectos están constantemente amenazados y socavados por el buen sentido de un pueblo: esa conciencia básica de contra qué está un pueblo, esa habilidad para aprehender, aún de manera débil y rudimentaria, las fuerzas de explotación y de subordinación que continuamente colonizan las vidas de un pueblo. Este sentido común, es una construcción político-cultural mistificadora del orden existente.
Esta primer alerta nos debe al menos invitar a reflexionar sobre la “anti popularidad” de las alianzas conservadoras. Muchas veces se llega a la errada conclusión de que la derecha al no gobernar para los sectores más vulnerables, y focalizar sus políticas solo en los sectores más concentrados de la economía, son gobiernos antipopulares. Pero, cuando se presupone que la derecha es una coalición anti popular, o cuando se presupone que los sectores más populares están enfrentados a estas políticas, probablemente estemos cometiendo un error de percepción y análisis político. Porque, que los gobiernos populares crean que son la representación de los intereses de la mayoría, no necesariamente implica que las grandes mayorías lo crean.
Es lo que Gramsci denominaba hegemonía, se lleva adelante por un grupo de poder, ya no son los partidos políticos o las fuerzas armadas como sucedía antes. Ahora es un bloque de poder conformado por un sector de la política, en segundo lugar, los grupos financieros, en tercer lugar, los medios masivos de comunicación y en cuarto lugar un sector del poder judicial.
Los cuatro sectores actúan en bloque y de manera coordinada, para conformar una nueva hegemonía, la cual apela a la construcción de un sentido común. Lo hacen sobre un núcleo de ideas que son de fácil penetración social. La idea de que la política es conflicto y el conflicto no sirve, estigmatizan la política, y plantean la división de la sociedad. Y esa división es generada -según la derecha- por los gobiernos populares.
La repetición de estos principios de manipulación psicológica va produciendo progresivamente una fuerte bifurcación entre la realidad y la percepción ideológicamente construida de esa misma realidad cuyas consecuencias se visualizan de manera cada vez más dramáticas. Es necesario entonces volver a politizar a la sociedad en su sentido más amplio, profundo, y responsable. Es trabajar por la libertad y la democracia, teniendo en cuenta que hablar de política es hablar de ideologías y de sentido común.
Es por ello que es necesario renovar el arsenal teórico y práctico, que se construya la esperanza colectiva de manera participativa, que se pueda rediscutir el concepto de democracia. Porque si no se es capaz de redefinir dicho concepto, no se podrán saldar las asignaturas pendientes que aún quedan.
Uno de los primeros pasos es entender que la construcción política implica que hay que reconocer la batalla cultural. Plantear que el norte sobre el cual se debe pelear es la construcción de una nueva democracia, donde no se acepte la desigualdad, donde además de discutir la pobreza se discuta la riqueza, que es, en definitiva, la explicación de la desigualdad y del hambre, no solo en la Argentina sino en el mundo.
Es el nuevo arsenal teórico y práctico el que podrá dar sustento a las nuevas formas de construcción política y el que podrá brindar las herramientas para poner en crisis la forma de razonar y de interpretar la realidad de la derecha argentina. Porque si aceptamos su lógica y hacemos propio su lenguaje y si no tenemos la capacidad de generar una crisis en su sentido discursivo, va a ser muy difícil convencer a ese sector de la sociedad que sin ser de derecha termina siendo objeto de su manipulación y acompañando el proyecto político conservador.
Entonces, se debe asumir que no es solamente un problema de los sectores acomodados que lograron construir una alianza con las clases medias, es más profundo, porque logró fracturar a las clases populares, en el sentido de esta reforma cultural que se plantea. Desarmar esta estrategia política de polarizar por un lado y pactar por el otro, es el desafió que deberá afrontar el actual presidente.
Se debe tener la inteligencia y la creatividad suficiente, para no caer nuevamente en manos de gobiernos conservadores. Entendiendo que la polarización no beneficia la consolidación de la hegemonía popular, sino más bien la dominación del sentido común en manos de los conservadores, a los cuales sí les sentaba bien sostener el discurso de la pesada herencia, al menos para durar cuatro años.
Si no se tiene la capacidad de comunicar bien, de trabajar por la avenida del medio y se cae en la tentación de hablar del pasado en cada aparición pública, por sobre el futuro prometedor, se corre el riesgo de que se consolide el antiperonismo histórico y que la oportunidad del desarrollo se vuelva tan sólo un anhelo.
Las condiciones están dadas para volver a una Argentina en donde el trabajo no sea un deseo de muchos y una realidad de pocos, en donde el estado sea el motor del desarrollo colectivo, donde la solidaridad le gane la batalla cultural a la meritocracia y sobre todo, en donde política sea el eje fundamental para el desarrollo económico, en un mundo que quedará devastado no sólo en lo social sino también en lo económico.
Sun Tzu en el arte de la guerra afirma que “si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no tendrás dudas de tu victoria”. Más allá de que es necesario salir de cualquier lógica binaria, y de plantear a la política como amigos vs enemigos, solo una reacción a tiempo y coordinada, permitirá que la crisis que vive la Argentina se vuelva el puntapié inicial de un progreso sostenido y de una democracia plena.
Fuentes
“EL PENSAMIENTO TEORICO DE ANTONIO GRAMSCI Y LA NUEVA SOCIEDAD” (Msc. Mirka Gutiérrez Feros)
“LAS TENSIONES CREATIVAS DE LA REVOLUCIÓN” (García Linera)
“TESIS DOCTORAL “ (Íñigo Errejón Galván)
"Ciudadanía y Democracia" (GARCIA LINERA, A.)
"La Razón Populista" de Ernesto Laclau (BARREDA, A Reseña sobre)
"El populismo en la perspectiva teórica de Ernesto Laclau: reflexión sobre su potencia analítica y normativa." (CUERVO, M)