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El COVID-19 cambió drásticamente la agenda europea con miles de muertes y una retracción económica profunda. Como en todas partes, la economía comunitaria estará en la peor recesión y el más alto desempleo desde su creación. Pero de este caos también intentará obtener la oportunidad de modificar su sistema de producción y de consumo.
La Unión Europea está planificando retomar un desarrollo económico y tecnológico propio, bajo los términos sustentables definidos por el “Pacto Verde Europeo” y apostando a lograr mayor autonomía en medio de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, suspendida por el momento o trasladada a otros campos.
Durante la pandemia de coronavirus, la actividad económica se ha detenido, lo que ha causado una reducción en las emisiones de carbono y ha dejado al mundo entero en recesión. El Parlamento Europeo, en una resolución adoptada el 15 de mayo de 2020, pidió un ambicioso plan económico con el Pacto Verde Europeo como piedra angular. Ese será el núcleo de la recuperación frente al COVID-19 para avanzar hacia una Europa climáticamente neutral.
En noviembre de 2019, el Parlamento declaró la emergencia climática y pidió a la Comisión Europea ordenar propuestas para limitar el calentamiento global y garantizar que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan significativamente.
Buscan crear una economía moderna, eficiente en el uso de los recursos y competitiva, donde se dejen de producir emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050, donde el crecimiento económico está disociado del uso de recursos no renovables. Una economía que no destruya a las personas ni a la naturaleza.
La Comisión presentó en enero de 2020 el plan de inversión para una Europa sostenible, con la que espera conseguir al menos un billón de euros de inversión pública y privada durante la próxima década. Luego, en marzo, presentó una nueva estrategia industrial para Europa, de manera que las empresas europeas puedan realizar la transición hacia la neutralidad climática.
El 99% de las empresas europeas son pymes, representando el 50% del PBI y el 65% de los empleos de la Unión Europea, por lo que se pretende fomentar su innovación y permitir un mejor acceso al crédito a las mismas.
La Comisión también presentó el plan de acción de economía circular de la Unión Europea en marzo, que incluye medidas a lo largo de todo el ciclo de vida de los productos. Busca promover el consumo sostenible y disminuir residuos. Se centra en electrónica y TIC, baterías, plásticos, textiles, construcción y cadenas de comida.
A su vez, como el sector alimentario es también causante del calentamiento global, la estrategia de la granja a la mesa presentada en mayo debe garantizar un sistema alimenticio justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente, al tiempo que sostiene el trabajo digno de los agricultores. Debe reducir a la mitad el uso de pesticidas, las ventas de antimicrobianos y el uso de fertilizantes, aumentando al mismo tiempo la agricultura orgánica.
La estrategia de biodiversidad de la Unión Europea para 2030, presentada en mayo, tiene como objetivo proteger la naturaleza, revertir la degradación de los ecosistemas y detener la extinción de especies. Entre sus objetivos principales están el aumento de las áreas protegidas, frenar la pérdida de los agentes polinizadores, plantar 3.000 millones de árboles en los próximos diez años y desbloquear 20.000 millones de euros por año para biodiversidad.
La degradación del medio ambiente y el cambio climático de las últimas décadas representan una gran amenaza para el mundo. Es la primera vez que se presenta un plan estratégico para erradicar completamente las emisiones de dióxido de carbono. La idea es lograr que Europa sea climáticamente neutra en 2050 y para conseguirlo deberá recortar los gases emitidos en un 40% para el 2030.
Para lograr este objetivo, ayudarán a las empresas a convertirse en líderes mundiales en productos y tecnologías limpias. Será una contribución hacia una transición económica más amigable con el medio ambiente. Alimentos más saludables gracias a la reducción de plaguicidas y fertilizantes, mejores alternativas de transporte público, renovación de viviendas, escuelas y hospitales. Reducción del consumo energético, mayor calidad del aire, agua y suelo.
La Comisión Europea adoptó este miércoles 8 de julio de 2020 una estrategia para generar un hidrógeno 100% renovable que se implemente a gran escala en 2050. Los europeos buscan producir hidrógeno renovable, principalmente con energía eólica y solar.
Si bien la pandemia los dejó al descubierto y sin capacidad de dar respuestas certeras y a tiempo, los europeos sí están pensando y ejecutando una estrategia de largo plazo para implementar al mismo tiempo que avanzan en su reactivación económica.
Se trata de un conjunto de propuestas de energía limpia destinadas a ayudar a combatir el cambio climático, así como a reducir la dependencia de la Unión Europea de las importaciones de combustibles fósiles, de modo que cuidar el medio ambiente además sea un buen negocio económico. Las mejoras de la eficiencia energética no solo podrían reducir las emisiones de dióxido de carbono, sino también la factura anual de importación de energía de 350.000 millones de euros.
Si bien la Unión Europea viene trabajando en estas medidas desde hace varios años, la intención es aprovechar la crisis provocada por la pandemia para acelerar estos cambios.
La proporción de energía consumida procedente de fuentes renovables se ha duplicado en los últimos años en la Unión Europea, de aproximadamente el 8,5% en 2004 hasta el 17% en 2016, y está en camino de alcanzar su objetivo del 20% para el presente año. En 2014, los países de la Unión Europea acordaron que esta meta debería aumentar hasta el 27% para 2030.
También han acordado aumentar el derecho de las personas a producir, almacenar y consumir su propia electricidad a partir de fuentes renovables sin tener que pagar ningún cargo o impuesto.
Existen muchas diferencias entre los países de América Latina y Europa, pero también es cierto que Latinoamérica podría planificar y ejecutar una transición hacia formas de producción y consumo más respetuosas del ser humano y el medio ambiente. Debemos empezar lo antes posible. No puede seguir siendo la única expectativa al futuro la megaminería, el fracking, los agrotóxicos y las obras monumentales de toneladas de cemento más propias del siglo XIX que del XXI y a un costo con el que se podrían financiar otras alternativas más eficientes.
Somos un continente que históricamente ha sido saqueado por sus inmensos recursos naturales y sometido a un modo extractivista de producción que beneficia sólo a unos pocos locales y a otros pocos internacionales, dejando en la precariedad y la miseria a millones de personas.
En América Latina, a partir de una integración real, podríamos crear verdaderas políticas de Estado regionales en defensa de nuestros recursos naturales, económicos y culturales, lo que debería ser una prioridad independiente de toda ideología y de todo sector político. Protegiendo conjuntamente el trabajo, la salud, la educación, la ciencia, la tecnología y el medio ambiente, América Latina podría tener un futuro digno y respetado. La crisis provocada por la pandemia ofrece también la oportunidad de realizar cambios profundos. Sería bueno, esta vez, aprovecharlos en beneficio de los seres humanos y la naturaleza.