Columnistas // 2020-06-23
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La transformación feminista


Un 3 de junio de 2015, hace ya cinco años, con el primer grito de #NiUnaMenos, salimos a las calles en multitudinarias manifestaciones contra la brutalidad machista, que terminó con la vida de Chiara Páez. Una piba de catorce años recién cumplidos y un embarazo de 2 meses.

Un acto atroz como lo son todos los femicidios que se ensañan con nosotras las mujeres, trans y travestis, solamente por serlo. 

Un femicidio cada 24 horas, una muerte por día en nuestro país, en manos de la violencia machista. Nos matan a golpes, nos queman, nos descuartizan, nos tiran en bolsas de basura, nos entierran, porque nuestros cuerpos no valen nada, nuestras vidas no valen nada. 

¿Fue un fenómeno de ira por las muertas a manos de la violencia machista? ¡Sí, claro! Pero ante todo la expresión arrolladora de un movimiento larga y cuidadosamente construido por mujeres, feministas, trans, lesbianas. Un movimiento que germinó en otros, como no puede ser de otro modo en la historia.   

Una larga lucha que durante la dictadura y hasta hoy, encarnó en nuestras Madres y Abuelas, cuyo símbolo, el Pañuelo Blanco hoy es alzado junto a nuestro Pañuelo Verde. Por eso, en nuestras luchas nos reconocemos en aquellas mujeres que hicieron ese enorme trabajo de verdad y justicia por quienes amaban y que hoy siguen buscando.  

Fue en la Argentina post dictadura, cuando mujeres e identidades diversas supimos construir espacios de alto voltaje organizativo, desafiando las formas tradicionales de la política, que nos permitieron pensar y pensarnos. Por primera vez en 1984, después de la más sangrienta de las dictaduras militares que dejó 30.000 desaparecidxs, de lxs cuales el 30% fueron mujeres; organizaciones políticas, sociales y feministas se autoconvocaron en la Plaza de los Dos Congresos para rememorar el Día Internacional de las Mujeres y reclamar por sus derechos. 

Fue en 1986, cuando comenzaron a realizarse los Encuentros Nacionales de Mujeres, cada año, en las distintas provincias del país. Autoconvocadas, autónomas, horizontales, plurales, intergeneracionales, federales y diversas hemos andado un largo camino tras la conquista de derechos negados, que sintetiza la potencia transformadora de nuestra fuerza organizada. 

Este último 28 de mayo cumplimos 15 años de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y acá seguimos, dispuestas a reclamar hasta que SEA LEY. La enorme marea verde en las calles -quienes nos precedieron y las pibas, hijas y nietxs de las brujas que no pudieron quemar- lo hará posible. 

La maternidad forzada de jóvenes, niñas y adultas; la penalización del aborto que induce a la ilegalidad y la discriminación social con graves consecuencias para la vida y la salud, la violencia sexista -femicidios, violaciones, el tráfico de mujeres y niñas con fines de explotación laboral y sexual, el abuso sexual infantil- son algunas de las expresiones más violentas y extendidas y cuyos efectos son devastadores. 

El feminismo en toda su complejidad y diversidad, en tanto proceso político de organización transversal de las diversas luchas contra el racismo, el extractivismo, el despojo de los recursos comunes, los abusos de poder, expresa a aquellas mujeres y disidencias ninguneadas cuyos derechos históricamente han sido ignorados. Nuestra lucha se hace en cada espacio que habitamos y afirmamos nuestro derecho a la autonomía, a decidir sobre nuestros cuerpos y a vivir nuestras vidas libres de violencia patriarcal. 

El nuestro es un movimiento de cientos de años que ha sabido interpretar en cada momento nuestros intereses y necesidades, por esto tiene la responsabilidad de contenernos, escuchar e integrar las voces de quienes, por razones de clase, sexo, género, raza, edad, son excluides. Tenemos la obligación de posibilitar esta herramienta fundamental para la transformación de nuestra sociedad, de la política, del Estado y la trama del orden patriarcal y capitalista. 

Hoy, nuestro papel es central en los cambios que se vienen gestando. Desde nuestras organizaciones y con nuestra práctica, que es personal y política, hemos demostrado que es posible avanzar hacia una sociedad más justa, libre e igualitaria para todes. 

Vamos hacia una nueva conciencia -contracara de la Pedagogía de la Crueldad- y hacia nuevas maneras de ensanchar un sentido de comunidad para reconocemos en el encuentro, en lo común y en lo colectivo. 

¡Se va a caer! ¡El feminismo va a vencer!
 


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