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Burla es poco. La palabra queda chica cuando pensamos en el personal de salud y de seguridad, en todos aquellos que están en la primera línea de combate contra este virus que ha paralizado al mundo.
Cuando pensamos en los docentes, que tienen sobre sus hombros la enorme responsabilidad no sólo de educar a distancia, sino de buscar la forma de llegar a cada rincón, a cada niño, niña y adolescente, de manera tal de acortar la brecha que existe entre los que tienen todo al alcance de la mano y entre los que caminan kilómetros para poder acceder a los mismos contenidos educativos.
Cuando pensamos en el común denominador de los trabajadores que han visto menguados sus ingresos por efecto de esta crisis económica que, además de sanitaria, trajo el COVID-19. Ni pensar en aquellos que han perdido su trabajo o que lo hacen por cuenta propia y que todos los días se levantan pensando en cómo van a alimentar a sus hijos.
Es burla. Es atropello. Es falta de empatía. Es desconocimiento absoluto de la realidad que nos aqueja a todos.
También lo es para quienes son los verdaderos generadores de empleo y riqueza, el sector privado, que en muchos casos se encuentra en la disyuntiva de pagar sueldo o impuestos porque ambas cosas se les hace cuesta arriba.
Incluso lo es también para otros trabajadores estatales que cumplen su trabajo día a día sin esperar una remuneración extra porque saben que es su obligación. Es, además, una cachetada a muchos empleados públicos de la provincia que voluntariamente decidieron donar parte de su salario para el combate de la pandemia.
Estamos hablando de 2.300 pesos por día a quienes hayan ido a trabajar al Congreso Nacional durante la cuarentena. Un Congreso que todo este tiempo ha estado paralizado porque sus máximas autoridades, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa, no terminaban de ponerse de acuerdo sobre el cómo sesionar.
Estos mismos dirigentes que se han llenado la boca de un falso compromiso con los sectores más vulnerables, hoy muestran su verdadera cara dándole un “premio” a quienes sin desmerecer el trabajo que puedan realizar, son privilegiados en este complejo momento que está atravesando la Argentina.
Los dobles discursos indignan y estas acciones lo hacen aún más; desprestigian la política; atropellan las buenas acciones que puedan llevar adelante el gobierno nacional, provincial y municipal; desoyen a la ciudadanía y demuestran que no están a la altura de las circunstancias.
Burla, es poco.