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El papa Francisco es uno de los líderes mundiales que tiene más en claro cuáles son las consecuencias ecológicas, sociales, económicas y políticas a que ha llevado el capitalismo financiero globalizado y el neoliberalismo como expresión ideológica, particularmente en América Latina.
En una de sus primeras encíclicas, “Laudato Si”, del 24 de mayo del 2015, centró su análisis en nuestro planeta, al que llama la casa-común, la que los pueblos originarios refieren como madre-tierra, con una fuerte crítica del consumismo y el desarrollo irresponsable y un llamado para combatir la degradación ambiental y el cambio climático.
En el mismo año visitó Bolivia y fue mucho más preciso al aplicar esos conceptos a nuestro continente: “¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier precio? Si es así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras.” Como dijo el sociólogo brasileño Michel Löwy, Francisco superó al cristianismo social capaz de criticar los excesos del capitalismo liberal sin oponerse realmente al orden político y económico de su tiempo para pasar a un cristianismo de liberación que se opone al sistema y se organiza para cambiar las estructuras, lo que es propio de la Teología de la Liberación latinoamericana
Francisco agregó que “la casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente… No se puede permitir que ciertos intereses, que son globales pero no universales, sometan a los Estados y organismos internacionales y continúen destruyendo la creación” y precisó “Digamos No a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye a la Madre Tierra”.
Condenó al imperialismo, que denomina nuevo colonialismo, como uno de los responsables: “El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano… precisamente porque al poner la periferia en función del centro le niega el derecho a un desarrollo integral.”
Ve la solución en la democracia participativa y en la integración regional. Respecto a la primera sostuvo que “Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino… No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, los procesos sociales y las tradiciones religiosas sean respetados.” Respecto a la integración rescata el proceso que en ese momento encabezaban Lula, Chávez, Evo Morales, Correa y los Kirchner: “Los gobiernos de la Región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros Padres de antaño, llaman la Patria Grande. Les pido a ustedes, hermanos y hermanas de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten esa unidad. Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca en paz y justicia”.
El 15 de noviembre de este año, en un discurso a los miembros de la Asociación Internacional de Derecho Penal, texto poco divulgado por la prensa de nuestro país, profundizó en las consecuencias políticas del neoliberalismo (entiendo que en una alusión implícita, se refirió a nuestro país y a nuestra región): "El encarcelamiento preventivo, cuando es impuesto sin que se verifiquen las circunstancias excepcionales que lo habilitan, o por un período excesivo, vulnera la presunción de inocencia y el principio según el cual todo imputado debe ser tratado como inocente hasta que una condena firme establezca su culpabilidad".
Luego se refirió a la "lawfare" y planteó que "se verifica periódicamente que se ha recurrido a imputaciones falsas contra dirigentes políticos, promovidas concertadamente por medios de comunicación, adversarios y órganos judiciales colonizados", mientras que, como caso opuesto, "es curioso que la utilización de paraísos fiscales, instrumento al que se recurre para encubrir toda clase de delitos, no sea percibida como un hecho de corrupción y de criminalidad organizada".
Insistió en que el mercado fue "divinizado" y hoy "algunos sectores económicos ejercen más poder que los propios Estados" e invitó a los presentes del desafío de "contener la irracionalidad punitiva, que se manifiesta en reclusiones masivas, sobrepoblación y torturas en las prisiones, arbitrio y abusos de las fuerzas de seguridad", en la "criminalización de la protesta social, el abuso de la prisión preventiva y el repudio a las más elementales garantías penales o procesales".
Finalmente hizo un llamado a combatir la "cultura del odio" y, pensando en varios dirigentes europeos, pero, creo, también en lo que pasa en Brasil, en la Bolivia actual y en nuestra región en general, dijo que “les confieso que cuando escucho algún discurso de algún responsable de gobierno me vienen a la mente los discursos de Hitler en 1934 y 1936".