Columnistas // 2019-11-09
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A 30 años de la caída del Muro de Berlín
Festejar la caída de los muros
Desde Dortmund, Alemania, la docente y comunicadora sanjuanina reflexiona a 30 años de la caída del Muro de Berlín. Ese muro y otros tantos que nos quedan por derribar en la historia. ¿Quién se atreverá a leer atravesando los muros del tiempo?


Tenía casi 3 años cuando el muro cayó. O más bien, lo tiraron. Porque los muros no se construyen solos como tampoco se destruyen por sí mismos.
Hace poco leí que querían construir un muro entre Argentina y Paraguay, ahora me río para no llorar porque esta vez espero que sea una de esas Fake News o noticias amarillistas que los medios difunden para atrapar lectorxs y dejarlxs aún más llenos de angustia.

En el 2010 viví en México, era un año histórico de Bicentenario, cargado de energía revolucionaria, libertad y zapatismo. Viajé muchísimo. Al sur sí, pero no me animé a ir tan al norte. No quería acercarme mucho al muro, las historias de Ciudad Juárez y sus millares de femicidios me aterraban.

Hoy estoy en Alemania, no me pregunten bien cómo, pero la vida dio muchas vueltas y entre tomar algunas decisiones y dejar fluir… heme aquí, aprendiendo un lenguaje cargado de hermosas metáforas que a veces me resultan impronunciables.

Anteanoche estuvimos hablando sobre el histórico 9 de noviembre, recordando nombres, fechas, una Alemania dividida, los controles, la DDR, los pasaportes, los Trabis. Es que este sábado se cumplen 30 años de la caída del muro y le pregunté a Dieter como lo había vivido. Él me contó que cuando escuchó que el muro caía no lo podía creer, que quería agarrar el auto e ir a Berlín para ver si era cierto. Me dijo que las personas se enfrentaron pacíficamente con los guardias que custodiaban los puntos de seguridad (checkpoints), “ellos” todos armados, “los otros” sin más que el deseo de verlo caer. Dieter me relató cómo las familias se reunían, y entonces vi como sus ojos se aguaban. – “Ich habe Ganshaut” dijo. (en la a van dos puntitos arriba, pero no los tengo en el teclado). Eso quiere decir que tenía la piel como un pollo, lo que en criollo sería “se me puso la piel de gallina”.

Acá estoy… sintiéndome parte de la historia simplemente porque me detengo a pensarla y a escribir sobre ella. ¿O es que acaso no se construye historia con la memoria?

Yo nací en los 80 y no tengo recuerdos de la caída del muro, pero ahora puedo ir reconstruyendo algunos hechos (porque todo en la vida son versiones). Reconstruyo a través de lo que me cuentan, de las historias de vida, de los tiempos y las acciones, de los vivos y los muertos.

Como cada unx de ustedes, soy producto de una época, sí puedo decirles cosas impactantes que viví y que aún recuerdo: algunos mundiales, el terrible asesinato de María Soledad Morales (que me traumó de pequeña por su brutalidad), el tipo que se tiró del campanil de la plaza 25, la caída de las Torres Gemelas, el cacerolazo del 2001, cuando ganamos el medio boleto estudiantil después de meses de lucha en Mendoza, la primera marcha de Ni Una Menos, y algunas otras cosas. En el futuro próximo de nuestra historia veo cayendo de a una las rejas que el Estado ajusta sobre los cuerpos de las mujeres. Nos veo festejando el poder de decisión y el aborto legal. Nos veo, cada vez más libres.

Me iría ya Berlín, desde que llegué a Alemania tengo muchísimas ganas de ir, pero la verdad es que no tengo un mango. Mi sueldo en pesos, por el cual estoy más que agradecida, apenas me permite pagar un mínimo porcentaje del alquiler, los gastos del Doctorado (cuantos muros nos quedan por derrumbar en la educación) # los servicios básicos (cuantos muros nos quedan por derribar por una economía más solidaria, carajo). Y así.

Mis muros hoy son que acá en Europa no llego ni a residente, menos aún a ciudadana, a pesar de estar casada con una alemana hace más de dos años. Soy una extranjera más (eso no me jode), acá los hay de todos los lugares del mundo, y lamentablemente, también de todas las categorías.

Muchxs de lxs que viven acá en Alemania ni siquiera hablan el idioma: ¡Tenete un muro! Ese muro sí que es duro, el no poder entender, el vivir en un país extranjero porque el tuyo no te dio paz, pan o trabajo. El muro de que tu tierra no te permita crecer ni soñar a vos o a tu familia. Mil veces he visto como lxs hijxs les traducen a sus padres en la farmacia, en el supermercado o en cualquier negocio.

Hace dos días conocimos a una joven de Irán en el bus, ella vive hace 6 años acá en Alemania, y nos contó con mucha pena que todavía no tiene ningún amigx alemán, todxs sus amigxs hablan persa, entonces así le cuesta mucho más aprender.

Soy medio hippie (con DAMSU), lo fui siempre, de chiquita nomás. Tengo amigxs por todo el mundo y te hablo hasta con las piedras, por eso elegí esta vocación de comunicadora que tantas alegrías como disgustos me viene dando en la vida. Quiero aprovechar para mandarle un saludo a mi amigo Raúl, el sodero de IVESS que llevaba sifones a la calle La Vid. Él fue el primer amigo que hice siendo yo una niña y él un adulto. Porque eso también se vale ¿sabían?. Digo, tener amigxs de todxs las edades también es posible, salirse un poquito del adulto-centrismo. Ahí te va otro muro. Uno intergeneracional, que entre millenials, centenials y millonelials algo de humanidad común habrá.

No me quiero olvidar de decir, que mucho mejor que el cemento son los árboles. Y que si necesitamos o queremos que haya divisores entre nosotrxs, mejor sembremos algunos bosques como intermediarios. Después, que cada que unx encuentra el camino que lo lleve a su lugar, sin temor a que no sea el lugar adonde nació, ya que como dijo Cortázar, eso es pura casualidad. 

Así que sí (me encantan los dichos que no aportan ni avanzan), así es. En fin. Básicamente esta pequeña crónica es un festejo a la caída de cualquier tipo de muro en cualquier lugar del mundo. Algo simbólico, un pequeño gesto de mi hippez. Creo que me acabo de inventar esa palabra.

Imagino que se cae el muro que separa los barrios, el alambrado de la cancha, las barreras entre los departamentos. Modifico la altura de la medianera con la que tapamos la cara del vecino, que dejamos crecer el arbusto perfectamente podado entre las mansiones de los barrios privados. Si al final ¿cuál es punto? Negarnos, no vernos, dividirnos, seleccionarnos, diferenciarnos.

# quería poner un asterisco, pero me salió esto #. Es que quería contarles que lo de la educación me hizo acordar a una foto que saqué (y no creo que logre encontrar entre mi caótico archivo), era un cartel pegado en la puerta de un aula de la Facultad de Ingeniería, en la cual trabajo como docente, y decía, ASÍ EN MAYUSCULA IMPRENTA: “NO SACAR LOS BANCOS DE LAS AULAS”, algún estudiante despierto había aprovechado la oportunidad para agregar una “J” antes de la palabra AULAS, por lo cual se citaba “NO SACAR LOS BANCOS DE LAS JAULAS”, ahí les va otro murito de regalo.

Sobre este asterisco # falso me detengo, porque también quiero contarles que estoy usando una netbook violeta muy chiquitita que compré hace muchos años cuando estudiaba en Francia, la cual sólo sirve para escribir. Vendría a ser una especie de Olivetti moderna. Y estoy usando ésta compu porque me asaltaron hace unos meses, me reventaron el vidrio en un semáforo y me robaron una que acababa de terminar de pagar en 12 incómodas y largas cuotas con interés. Lo más doloroso fue perder ese caótico archivo del cual les hablaba anteriormente. Ahora pienso que quizás “ellos” (sumando muros), los nuevos dueños de mi ex compu, tienen MI foto, esa de la que les hablaba. Ahí tenemos propiedad privada (MURO) y propiedad intelectual (MURO bis). 

En fin, cuando aprieto la tecla que debería marcar un asterisco sale esto ] que es un corchete y no me gusta tanto, por eso lo sustituí por el numeral que de paso me invita a inventarme algún hashtag o topic e intentar colarlo en las redes sociales con alguna frase ñoña tipo #quecaiganlosmuros #30añosmurodeberlin #menosmurosmaspuentes o no sé, algo se me va a ocurrir.

Me gustan más los murales que los muros, aunque me pregunto ¿Existirían los unos sin los otros?... entonces se me viene a la cabeza la Cantoni y los MANSOS encuentros graffiteando la ciudad, Ingeniería&Género con su recién estrenado “Mujeres y Ciencia”. Automáticamente me pregunto cuantxs transexuales logran acceder a la Universidad Pública y cuantxs logran recibirse atravesando los cientos de muros discriminatorios que les ponemos.

Muros para discapacitadxs y para diversidades sexuales, muros para viejxs y niñxs, muros para conseguir laburo, muros para decidir sobre tu cuerpo y para ser madre, muros para la ESI, muros para estudiar. Muros: todos fueron hechos para cruzarse.

Me pregunto cuántas personas habrán dejado de leer esto porque lo redacté en lenguaje inclusivo. Muro X.

Y así, me sigo llenando de preguntas. Sé que entre hoy y mañana mi cerebro estará lleno de ladrillos, de cemento, de signos de interrogación y de palabras. También sé que estoy dispuesta a saltar, a empujar, a cruzar y a esperar hasta verlos caer.

¿Quién se atreverá a leer atravesando los muros del tiempo? 


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