Columnistas // 2019-10-20
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Maternidades
El de las Madres de Plaza de Mayo fue un movimiento de mujeres fundante, en el sentido de socializar la maternidad, sacarla del ámbito de lo privado, desafiar al Estado, transgredir el mandato cultural y convertirlo en denuncia y reivindicación.


 Yo no traje hijos al mundo para que me los maten’. Esto no lo dijo cualquiera, lo dijo una madre el día que se enteró que su hija había sido asesinada por las fuerzas clandestinas de la dictadura, en una esquina de Buenos Aires. Era el 19 de octubre de 1977.

El dolor de esa frase resonó en el tiempo personal y en el tiempo político de la Argentina.  La sentí más de una vez en las miles de maternidades mutiladas por el terrorismo de Estado, por la violencia impune de la calle, por la impunidad de la pobreza, del racismo, del patriarcado.

Relatos de múltiples historias padecidas que en nada evocan a aquel maternalismo cívico del pasado. Ese discurso bajo el que las ‘cualidades sagradas’ de la maternidad debían desplegarse al servicio de la Patria. 

En América Latina, la politización de la maternidad vinculada a las ideas de defensa del Estado y la Nación fue un tema recurrente en la historia del siglo XIX y parte del siguiente. 

Mientras en Europa las mujeres buscaron construir identidad tomando distancia de la familia, en nuestra región esto fue menos evidente. En ocasiones, las demandas de derechos se expresaron a través de representaciones idealizadas de los deberes de madre y esposa. Ello con el tiempo fue resignificado y posibilitó abarcar esferas de interés en cuestiones municipales, barriales, de protección al trabajo infantil y femenino

Los movimientos de mujeres en nuestros países encontraron en el ámbito de lo social, la intermediación entre lo público y lo privado. Desde muy temprano se preocuparon por la situación de personas en abandono de calle, por las condiciones de urbanidad e higiene, apoyaron y militaron la introducción de la salud pública y las mujeres se convirtieron en las primeras trabajadoras sociales a fines de los años ‘20. 

Alrededor de 1940 la idea de que se reconociera y protegiera la maternidad a través del ordenamiento jurídico sustentó el llamado ‘feminismo compensatorio”. Uruguay fue el primer país en defender estos derechos, legislar sobre la protección de la mujer y el niño y quitar obstáculos para su educación y empleo. 

A esto le siguieron -en el conjunto regional- la reforma de los códigos civiles que otorgaron a las mujeres el control sobre sus bienes e ingresos. En Argentina, bajo los gobiernos peronistas y en especial por la impronta de Eva Perón, el trabajo doméstico fue reconocido por ley y remunerado de acuerdo a ella, se amplió la sindicalización de las mujeres trabajadoras y se creó el primer Partido Político de Mujeres que en 1951 alcanzaba 500.000 afiliadas.

El feminismo latinoamericano ha sido una fuerza más diversa y vital de lo que se le ha reconocido, dice Maxine Molyneux. Sus contornos políticos contemporáneos estuvieron configurados por tres componentes socio-históricos: un feminismo con demandas específicas y similares a las de otros contextos nacionales; un movimiento de mujeres activo contra las dictaduras y el autoritarismo; y un movimiento popular que convirtió las estrategias de sobrevivencia en demandas socio políticas

El activismo comunitario evolucionó a través de la movilización y la politización de las necesidades e identidades basadas en el papel tradicional de las mujeres. ¿Fue ésta la mejor estrategia para lograr mayor igualdad y derechos? La respuesta sigue abierta

Lo cierto es que esa politización de la maternidad en la historia argentina, tal vez ayude a comprender aquel gesto fundante del obedecer/desobedeciendo con que un puñado de Madres comenzaron a marchar alrededor de una plaza hace 42 años. 

Un movimiento de mujeres fundante, en el sentido de socializar la maternidad, sacarla del ámbito de lo privado, desafiar al Estado, transgredir el mandato cultural y convertirlo en denuncia y reivindicación.

No traemos hijos al mundo para que los maten.  Y tampoco queremos que nos maten por no desear traer hijos al mundo. La maternidad no es un destino, es una elección.


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