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En 1909 se publicaba el ensayo de Alcides Arguedas, político y escritor boliviano, ‘Pueblo enfermo’.
Bajo ese título, este exponente de la ensayística latinoamericana de la primera década del siglo XX, intentaba explicar las razones que hacían de Bolivia un país sin futuro.
Cultor de un biologicismo aristocratizante, para Arguedas la enfermad de ese pueblo yacía en la región interandina, donde “vegeta, desde tiempo inmemorial, el indio aymará, salvaje y huraño como bestia del bosque, entregado al cultivo de ese suelo estéril en que, a no dudarlo, concluirá pronto su raza”.
El fundamento de tal advertencia no era otro que una alta dosis de racismo explícito y un profundo prejuicio de clase, revestido de teorías seudocientíficas que circulaban entre los intelectuales de la América oligárquica de esos años.
El racismo fue parte de estas ‘sociologías clínicas’. Bajo esta premisa se intentó mostrar que las características físicas determinaban cualidades intelectuales y morales. Así se recrearon diagnósticos y presagiaron futuros.
El devenir histórico se encargaría de derribar cada una de estas elaboraciones, que sirvieron, principalmente, para fundar regímenes políticos basados en la exclusión de las mayorías
A casi cien años después del escrito de Arguedas, el dirigente cocalero y aymara, Evo Morales Ayma, era elegido por el 54% de los votos como presidente de Bolivia.
Para el año 2006 este país era el más pobre de Sudamérica. Sin embargo, desde esa fecha hasta hoy, su economía creció a un ritmo superior al resto de la región.
Mientras la CEPAL estimó que para 2017-2018 el crecimiento del conjunto sería entre el 1,2 y 2,2 %, Bolivia cerró ese último año con el 4,3 % de aumento del PBI.
La nacionalización de los hidrocarburos, medida tomada en el primer año de gestión, fue sustancial en el diseño de la política económica. En rigor ésta no fue una expropiación, sino una mayor participación del Estado en la renta y en la toma de decisiones. Con esto los ingresos para las arcas fiscales, derivados de la actividad, pasaron de 2.500 millones de dólares a 31.500.
En los 13 años de gobierno de Evo Morales, el PIB per cápita se triplicó, aumentó el salario real, duplicó las reservas en dólares, la inflación dejó de ser un problema y la pobreza extrema cayó de casi 38% a un 15%. La tasa de desempleo paso del 8.2 % al 4,2 % y la de abandono educativo del 6,1 al 3,4%.
El logro del llamado milagro boliviano, en todo caso puede verse en la prudencia, dice el economista Juan Antonio Morales, quien fuera presidente del Banco Central desde 1995 hasta mediados de 2006.
La otra gran conquista de la gestión de Morales fue la bolivianización de la economía. Mientras a fines de 1990, el 3 % de los ahorros estaba en bolivianos, hoy esa cifra asciende al 94 %.
Las críticas opositoras apuntan a la primarización de la economía, al extractivismo y a la falta de estímulo para el sector privado. Pero "Para evaluar a Bolivia, tenés que evaluarla desde dónde viene y nosotros venimos desde muy abajo. Venimos de un país que era comparado con los índices de pobreza con Haití", afirma la legisladora Adriana Salvatierra. Y agrega, "mi abuela fue analfabeta y esclava en una hacienda en San Ignacio… cómo hubiera querido que Evo estuviese hace 50 años atrás”
Por todo esto es que no debería sorprender que la Bolivia de Evo Morales no quiera caer en la Argentina de Mauricio Macri, como dice el spot publicitario.
No sólo que ningún índice que pueda mostrar la Argentina de hoy es deseable ni para el vecino país ni para nadie, sino que Bolivia se ha convertido en el único país de la región -en lo que va del siglo XXI- que puede mostrar estabilidad macroeconómica y crecimiento sostenido en el tiempo.
“Vamos a gobernar con esa ley que nos han dejado nuestros antepasados, el ama sua, ama llulla, ama quella, no robar, no mentir, ni ser flojo, esa es nuestra ley”, dijo Evo Morales y el tiempo histórico se abrió. Y entonces el ‘pueblo enfermo’ de Arguedas renació bajo el cielo de Tiahuanaco.