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Si un negocio vende al contado determinadas unidades (Q) de un artículo a cierto precio (P), recibe a cambio una cantidad de dinero (M) por el mismo valor. Es decir, podemos escribir esa relación como P x Q = M. Ambos miembros son siempre iguales; es lo que los matemáticos denominan “identidad” para diferenciarlo de la “igualdad”, que se da solo para determinados valores de las variables. Es lo que en derecho se llama “compra-venta” como una unidad inseparable, como las dos caras de una moneda.
El razonamiento anterior podríamos extenderlo a todas las ventas del negocio de un día, donde Q sería la suma de todas las cantidades vendidas y P el precio unitario promedio. Y a todas las operaciones de compra-venta de un país durante cierto lapso, por ejemplo, un año; en este caso hay que hacer una salvedad: el mismo billete que el vendedor recibió por su venta lo puede utilizar en el carácter de comprador al día siguiente, lo mismo que el nuevo receptor. Es decir, a la cantidad de dinero en circulación (M) la tenemos que multiplicar por la cantidad de veces que el billete pasa, en promedio, de mano en mano (velocidad de circulación del dinero, V).
Con esa aclaración, la relación nos queda así:
P x Q = M x V
Que se denomina “teoría cuantitativa de la moneda”. Hay que reiterar que, como se dijo, esa relación es una identidad, lo que los lingüistas denominan una tautología, razón por la cual de ella no se pueden deducir relaciones de causa-efecto, aunque puede ser muy útil para presentar en forma simplificada al sistema económico.
Precisamente el primer trabajo de economía que se conoce, el del español Martín de Azpilcueta publicado en 1556, trata este tema (¡El primer estudio de economía de la historia está escrito en castellano y no en inglés!). Allí dice, en forma conceptual y no con la fórmula, que la inflación que aquejaba a España en esos tiempos se debía a la afluencia de oro y plata de las Américas (crecimiento de M) que se traducía en subas permanentes de precios (P).
La explicación es válida para su época: con una economía básicamente agropecuaria, la producción no puede variar en el corto ni mediano plazo (Q constante) y el objeto del metal precioso como moneda es, casi exclusivamente, la compra de bienes, por lo que no se altera la velocidad de circulación (V constante). Entonces sí, las variaciones de M se traducen en cambios de P.
También esa explicación fue aceptada por el monetarismo para la época contemporánea y, fundamentalmente, tomó el carácter de verdad indiscutible por la opinión pública: la inflación es causada por la emisión monetaria.
Pero la realidad no es tan simple. Veamos con más detalle:
La velocidad de la circulación monetaria (V):en la economía actual no existe razón alguna para que sea constante. Por ejemplo, en épocas de inflación alta, cuando el valor real del dinero se deprecia, el público no quiere ahorrar en pesos y se apura por gastar lo que recibe: aumenta la velocidad de circulación del dinero, que se traduce en aumentos de precios que motivan otro aumento de esa velocidad; puede pensarse así la génesis de la hiperinflación.
El caso inverso se da en época de crisis y recesión: aumenta la incertidumbre respecto al futuro inmediato, por lo que se tiende a gastar lo menos posible y aumenta el atesoramiento; así baja la velocidad de circulación del dinero. Este fenómeno lo estudió Keynes para la crisis de los años ’30 del siglo pasado y lo llamó “trampa de la liquidez”: los incrementos de la cantidad de moneda por emisión (aumentos de M) son absorbidos por disminución de V, razón por la cual las variables del otro miembro (P y Q) no se ven afectadas; es decir, en este caso la política monetaria resulta ineficaz. Un fenómeno parecido se dio a partir de la crisis del año 2008, tanto en Estados Unidos como en Europa y Japón: la política de inyectar efectivo mediante la emisión monetaria para reactivar la economía no dio el resultado esperado debido al fuerte endeudamiento de los agentes económicos, que prefirieron reservar los aumentos de ingreso en efectivo, tanto para afrontar los próximos vencimientos de su deuda como en previsión de lo que podía ocurrir en el futuro.
Respecto de la cantidad de mercaderías (Q) producidas en la economía industrial, en el corto plazo son variables: normalmente las fábricas no trabajan al 100% de la capacidad productiva sino que regulan la producción en función de las ventas estimadas (nivel de la demanda), de forma tal que ante un aumento del ingreso de la población (M x V) pueden responder rápidamente con incrementos productivos (suba de Q). Obsérvese que aquí los aumentos de la emisión monetaria (M) son absorbidos en el otro miembro de la ecuación, por variaciones de Q, sin afectar o afectando muy poco al nivel de precios (P).
También se da en el mediano y largo plazo: cuando hay un aumento permanente de la demanda global (suba de los ingresos de la población) los empresarios planifican su inversión de forma tal que los aumentos de las cantidades producidas acompañan los incrementos de la demanda. Se dio en la Argentina después del año 2003, permitiendo la salida de la crisis del 2001. Ocurre igual en muchos otros países, como China, que se convirtió en un caso emblemático: en los 20 años comprendidos entre 1998 y 2018, la oferta monetaria en China aumentó 18 veces (de poco más de 10 billones a 180 billones de yuanes) y, sin embargo, China cerró 2018 con una tasa de inflación al consumidor inferior al 2%; la estabilidad de precios se ha mantenido porque el PIB de China ha crecido casi a la misma velocidad, 13 veces en 20 años.
Que el aumento de la cantidad de dinero en circulación trae inevitablemente inflación, lo que era cierto en el siglo XVI, en la actualidad no lo es, como lo muestra el ejemplo de China: depende del comportamiento de las otras variables. Es más, las causas de la inflación están más en la economía real y en la puja por la distribución del ingreso entre las clases sociales que en el aspecto monetario.
Esto muestra la posibilidad que existe deuna política monetaria para lograr el crecimiento y el desarrollo económico, lo que abre una esperanza para salir de la crisis que aqueja actualmente a nuestro país con la destrucción del aparato industrial. En lugar de los ajustes continuos, con una adecuada política de ingresos que aumente en forma permanente la demanda global es posible generar crecimiento y bienestar social, inclusive creando las posibilidades para el pago de una deuda (una vez renegociadas las condiciones y plazos) que hoy aparece como imposible de cumplir.