Columnistas // 2019-07-07
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Los intereses del 1% más rico de la población
El economista Paul Krugman describió la concentración extrema de riqueza y su influencia en la vida pública. Su trabajo permite observar, por caso, cómo se consigue que una mayoría social opine o vote contra sí misma. Ejemplo en Argentina, la idea de que los subsidios a la energía o el transporte son un despilfarro.

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 Paul Krugman es uno de los economistas más reconocidos de la actualidad. Profesor de Princeton y premio Nobel de Economía, a pesar de ser un ortodoxo en temas teóricos (es decir, participa de la teoría que siguen los manuales norteamericanos que se estudian en las universidades de todo el mundo), se ha convertido en uno de los críticos más ácidos y respetados del neoliberalismo, el monetarismo y la situación económica actual, tanto en su país como en todo el mundo.

Uno de sus últimos artículos lo tituló “Como combatir las preferencias políticas y económicos del 0,1%”, que fue traducida al castellano por el blog español “El Captor”, el reciente 26 junio.

Allí trata los problemas y peligros creados por la concentración extrema de ingresos y riqueza en el sector más rico de la población, proceso de concentración que se incrementó fuertemente en las últimas décadas. Generalmente se toma el 1% de la población y se comparan con la riqueza y los ingresos del 99% restante, aunque Krugman prefiere centrar su análisis en 0,1%, los verdaderos millonarios, y en lugar de los aspectos cuantitativos de la distribución (que fuera tratado tan bien por Thomas Piketty), se centra en las consecuencias que tiene en la vida política y social tremenda concentración de riqueza y poder.

Ese 0,1% tiene cuatro formas de intervenir en la vida pública actual:

1-La cruda corrupción. El soborno de políticos.

2-La corrupción suave.Denomina así a la intervenciónfinanciera o indirecta, mediante la promoción de políticas que sirven a los intereses o prejuicios de los ricos. Esto incluye la puerta giratoria entre el servicio público y el empleo en el sector privado, las invitaciones a congresos y los honorarios en el circuito de conferencias.

3-Aportaciones de campaña. Item que es muy importante. En nuestro país recientemente el Congreso eliminó la prohibición que empresas y corporaciones aporten para las campañas electorales, con lo que están promoviendo esta forma de intervenir.

4-Definición de agenda. Según Krugman “a través de una variedad de vías (la propiedad de medios de comunicación, grupos de presión o la simple tendencia a suponer que ser rico también significa ser sabio), el 0,1% tiene una capacidad extraordinaria para establecer la agenda de discusión política, en formas que pueden estar fuertemente en desacuerdo con una evaluación razonable de las prioridades y la opinión pública en general. Es una demostración de que la riqueza extrema ha degradado realmente la capacidad de nuestro sistema político para enfrentar problemas colectivos reales” (las negritas están en el original).

Da como ejemplo lo ocurrido en Estados Unidos a principios del año 2011, con una desocupación del 9% y más de 6 millones de norteamericanos buscando trabajo. No cabe dudas de que la política económica adecuada para este caso es el incremento del gasto público para generar la demanda agregada que el sector privado no hacía. “Sin embargo, a lo largo de 2010, surgió un consenso en el mundo político y mediático de que, frente al 9% de desempleo, los dos temas más importantes debían ser … la reducción del déficit y la ‘reforma de los derechos’, es decir, los recortes en la Seguridad Social y el Medicare. ¿Cuál fue el origen del consenso de sabiduría convencional que surgió en 2010-2011? ¿Un consenso tan abrumador debido al cual los principales periodistas abandonaron las convenciones de neutralidad de los reporteros, y describieron las políticas de austeridad como la ‘cosa correcta’ y evidente que deben hacer los políticos? Lo que ocurrió, esencialmente, fue que el establishment político y de los medios de comunicación trasladó a la sociedad las preferencias de los extremadamente ricos.”

Krugman da más ejemplos, pero en Argentina tenemos suficientes sin necesidad de recurrir a los norteamericanos. Uno de los casos es la idea instalada en gran parte de la población de que los subsidios al consumo energético o al transporte son un despilfarro del dinero público, cuando es una política legítima de redistribución del ingreso y, en última instancia, es el reconocimiento al derecho al bienestar humano establecido por las Naciones Unidas; también se puede citar el eslogan “se robaron todo” en relación al gobierno anterior, aceptado acríticamente como “verdad” por una parte de la población, cuando no se conocen pruebas ni hay sentencias judiciales, y además existe suficiente información como para suponer que se trata de causas inventadas por los servicios de información o por agentes publicitarios y alimentados por la autollamada “prensa seria”.

Detrás de este control de la agenda pública están los intereses de clase. Para Krugman es la forma en que el 0,1% más rico de la población defiende los suyos, haciendo que la mayoría opine y vote contra sus propios intereses.

Esa realidad, opina el autor, no se va a cambiar con reglamentaciones, controles o vigilancia. Sostiene que “al final, el gran capital encontrará un camino, a menos que haya menos dinero para empezar. Por lo tanto, reducir la concentración extrema del ingreso y la riqueza no es solo una cosa deseable por razones sociales y económicas. También es un paso necesario hacia un sistema político más saludable”.


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