Columnistas // 2019-06-23
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Deseducando al soberano
Publicidades de los gobiernos de Brasil y Argentina con mensajes racistas y clasistas. Recortes del 30% en el presupuesto educativo del país vecino y del 20% en el nuestro. Las derechas gobernantes pretenden naturalizar la desigualdad e incorporar al racismo y la xenofobia como justificación.


 Una publicidad del ministerio de Educación de Brasil despertó indignación, al mostrar a una mujer afrodescendiente sosteniendo un diploma con su brazo que era llamativamente blanco.

Esta propaganda se completaba con un video, donde a la imagen de esa misma joven entrando a la universidad se le superpone el rostro de una mujer blanca saliendo de la institución, ya graduada.

La educación superior te ‘blanquea’ parece indicar la racista campaña, que seguramente intenta disimular el convencimiento del presidente Jair Bolsonaro acerca de que los ‘afrodescendientes ni para procrear sirven’.

Al igual que la publicidad brasilera, en Argentina la Anses (Administración Nacional de la Seguridad Social) también echó mano a los mensajes racistas y clasistas. Así, por ejemplo, lanzó una campaña para las asignaciones familiares que lleva la imagen de una familia tipo -padre, madre, niño- todos de tez blanca, y otra distinta para la asignación universal por hijo (AUH), que tiene a una mamá sola con dos niños, todos morochos.

Por su parte, el ministerio de Producción incluyó en una presentación oficial una ilustración donde siete personas rubias -con traje y en sillas de oficina- sostienen a muchos individuos mayoritariamente de piel y pelo oscuro, como forma de graficar quiénes aportan y quiénes no al desarrollo del país.

Des-educar al soberano parece ser la propuesta de estas derechas gobernantes, a lo que suman la naturalización de la desigualdad y la incorporación del racismo y la xenofobia como variable justificadora de la misma.

En Brasil el recorte del 30% del presupuesto educativo se combina con la intención de construir un colegio militar en cada capital estadual, y con la directiva de que en las escuelas se repita el saludo “Brasil sobre todo, Dios sobre todos”. Frase de campaña del ahora presidente.

En Argentina, el presupuesto educativo a nivel nacional también sufrió un recorte del 20% respecto al año 2016. En materia de inversión en ciencia y tecnología, la última convocatoria de ingreso al Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), dejó más de 2.000 doctores formados en las universidades públicas argentinas fuera y solo un 17,7 % de los postulantes lograron acceder a la carrera de investigador.

Los privilegios, en sociedades divididas y excluyente como fueron ambas a lo largo del siglo XIX y gran parte del XX, se ocultaron y solaparon con argumentos meritocráticos. Los pobres no llegaban a la universidad porque no pasaban las pruebas de acceso o, cuando las pasaban, no permanecían por ausencia de apoyo económico que evitara su rápida migración al mercado de trabajo.

En el caso de la Argentina, primero la Reforma universitaria del 1918 y después el decreto de gratuidad de la enseñanza superior en 1949, ampliaron el rango de inclusión de las mayorías sociales a la educación universitaria. Pensemos, por ejemplo, que entre 1970 y 2013, mientras la población creció aproximadamente un 77%, los y las estudiantes universitarias lo hicieron en un 750%.

En Brasil, el proceso es menos inclusivo. Una expansión y sobredimensión del sector privado en la educación superior por sobre el estatal, es una de las diferencias notables con nuestro país.

Durante los gobiernos de Ignacio Lula Da Silva y Dilma Roussef el desafío por disminuir la pobreza y la indigencia fue de la mano de la inclusión educativa y del desarrollo científico tecnológico. Se crearon 18 nuevas universidades federales en una década. La matrícula universitaria no solo pasó de 3,5 a 7,2 millones, sino que se tornó más diversa y plural gracias a las políticas afirmativas, en particular la Ley de Cuotas, que permitieron incluir miles de jóvenes negros y negras, indígenas y personas con necesidades educativas especiales.

Sin embargo, este significativo esfuerzo no parece haber alcanzado a compensar las enormes asimetrías del gigante de América del Sur.

Bolsonaro ha dicho que “el pobre tiene una sola utilidad: votar. La cédula de elector en la mano es el diploma de burro en el bolsillo”.Tal vez por eso, destruir la educación pública, atacar a científicos y docentes y racializar la desigualdad, sean las nuevas estrategias de campaña de estas viejas y retrógradas derechas.


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