Columnistas // 2019-04-28
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Hace justo un año…
La deuda externa aumentó casi un 50% en el año, la inflación se duplicó, el valor del dólar pasó de $ 20,45 a $ 46,13 y la tasa de interés de referencia del 33% al 71% anual. Tanto el dólar como el interés aumentaron el 130% en el año.


 Este mes se cumple un año del momento en que nuestro país estuvo frente al inicio de una corrida cambiaria, la que profundizó la crisis económica y amenazó con convertirse en corrida bancaria que podía arrasar con este modelo económico. Todo comenzó con la huida al dólar de fuertes inversores especulativos, producto de la pérdida de confianza en la capacidad del país de pagar la enorme e irracional deuda contraída en dos años y medio, desconfianza que rápidamente contagiaron al resto de los inversores.

Hoy, un año después y como cuenta el antiguo mito del eterno retorno, estamos en el mismo lugar: la antesala de una corrida de las inversiones especulativas, que puede contagiarse a los tenedores de plazos fijo en pesos, y profundizar, aún más, la grave crisis económica que vivimos, con un final desconocido.

Estamos en una situación similar, pero no estamos igual.

Para evitar la crisis inminente, el año pasado el gobierno recurrió al FMI, que exigió la política de ajuste que desde hace décadas aplica a los deudores y que no hace más que fracasar reiteradamente en todo el mundo. El remedio, peor que la enfermedad.

Como consecuencia de ese ajuste y del mantenimiento de la política de apertura externa y libertad de mercados, propia del neoliberalismo, la deuda externa aumentó casi un 50% en el año, la inflación se duplicó, el valor del dólar pasó de $ 20,45 a $ 46,13 y la tasa de interés de referencia del 33% al 71% anual. Tanto el dólar como el interés aumentaron el 130% en el año.

Mientras tanto cayó la actividad industrial y comercial, los sueldos y jubilaciones perdieron capacidad adquisitiva, aumentó la desocupación y la pobreza, los productores regionales están en crisis y cada día cierran fábricas y empresas comerciales. Únicamente han prosperado los negocios financieros y especulativos que, en gran parte, fugan sus ganancias al exterior.

En este año el producto per cápita de los argentinos cayó al menos un 3%.

Es evidente que no estamos igual. Estamos peor y más pobres.

Todo ese sufrimiento humano, destrucción de riqueza, de proyectos y de futuro fue, exclusivamente, para dar un poco de “aire” a un modelo que estaba exhausto y no podía esconder su inviabilidad intrínseca, para volver, después de un año, a la misma situación: la posibilidad de una corrida cambiaria y bancaria que nos arrastre a una gran crisis.

Como en muchas novelas contemporáneas, el final queda abierto…


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