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El resultado de un ejercicio económico por parte del gobierno nacional se suele presentar como a) primario, superávit o déficit, que resulta de comparar los ingresos del período con las erogaciones del mismo, sin computar los intereses cobrados o pagados; b) resultado financiero, que es el resultado primario más o menos los intereses del período; y c) resultado final, que agrega al anterior el resultado de las cuentas del Banco Central, que suelen denominarse resultado cuasi fiscal.
El superávit primario interesa especialmente a los organismos de crédito, ya que indica la capacidad del Estado de afrontar el pago de los intereses devengados por la deuda pública. Si el resultado fuera déficit primario, como ha ocurrido en los últimos años, significa que el Estado no tiene capacidad para afrontarlos; en otras palabras, que requiere nueva deuda para cubrir la totalidad de los gastos corrientes más la totalidad de los intereses (y, obviamente, para pagar los vencimientos de capital). Es una bola de nieve que termina explotando.
En realidad, habría explotado el año pasado, cosa que se evitó con la intervención del FMI, intervención que hipotecó el futuro de los argentinos, atándolo a un ajuste permanente. Como dice el refrán, peor el remedio que la enfermedad.
En estos tres años de gobierno la deuda pasó de 157 a 278 mil millones de dólares; es decir, aumentó un 76% (a razón del 20% anual). No puede extrañar, entonces, que los intereses devengados hayan crecido en la misma proporción, llegando a un déficit financiero impagable.
¿Cuál es el estado actual de las cuentas públicas? En primer lugar, como es sabido, el gobierno se ha comprometido, por exigencia del FMI, a lograr para este año un resultado primario equilibrado, el publicitado “déficit cero” y para los próximos ejercicios (fuera del término de esta gestión gubernamental) a un superávit. Como lo vimos en esta columna de la semana pasada, ya la primera de las metas será muy difícil de lograr debido a la caída de la recaudación fiscal, hecho esperable debido a la recesión económica a la que nos llevó la política de ajuste aplicado. Para Ecolatina, el déficit primario de este año será del 0,5% del PBI.
Los intereses a pagar en el año por el gobierno nacional han crecido en consonancia del endeudamiento, estimándose para este año en un 4% del PBI.
Por último, está el pago de los intereses del Banco Central. Las Leliq (letras a muy corto plazo que coloca en los bancos como forma de liquidez y que estos cubren con plazo fijos de sus clientes), a la fecha ha superado el billón de pesos ($ 1.021.575 millones) con una tasa de interés nominal del 66,8%, lo que representa una tasa anual efectiva del 90,3%.
Si hacemos un cálculo conservador, con una deuda del billón de pesos, los intereses del año serán de 903 mil millones de pesos. A un cambio de $ 42,39 el dólar, nos da 21.300 millones de dólares. Con un PBI de 400.000 mil millones, representa el 5,3% del mismo. Es un cálculo conservador porque, con emisión monetaria “cero”, objetivo declarado por el gobierno, la única forma de continuar con este modelo es refinanciando capital e intereses, en una bola de nieve, como ya ocurrió con los “Lebac”; es decir, esta deuda va a crecer y, posiblemente, si continúan las tensiones cambiarias, también va a subir la tasa de interés.
En resumen, el verdadero resultado de las cuentas públicas nacionales, esperado para este año es de:
Déficit primario 0,5% del PBI
Intereses 3,6%
Déficit financiero 4,1%
Déficit cuasi fiscal 5,3%
Déficit total 9,4% del PBI (sin contar con los déficits provinciales)
Cabe señalar que el cálculo anterior es compatible a lo realizado por otras fuentes, como el del Estudio Broda o el de Walter Graciano (“Ámbito”, 20-3-19), que llega a un déficit total del 9% del PBI.
Para cubrir ese déficit y la creciente demanda de dólares para atesoramiento y fuga, se debe recurrir a la emisión de deuda. Este año fue el crecimiento de las Leliq, la renovación de la deuda al vencimiento, la emisión de letras del tesoro y el fuerte préstamo del FMI, con la autorización de subastar 60 millones de dólares diarios hasta llegar a los 9.000 millones.
Es decir, el modelo neoliberal basado en libre mercado, apertura externa, con desregulación financiera y absoluta libertad de cambios (en la última experiencia agravado con la disminución de impuestos al capital) es intrínsecamente inviable y termina, necesariamente, en profunda crisis. Es lo que ocurrió con las experiencias de los años 70 (Videla-Martínez de Hoz), de los 90 (Menem-Cavallo) y está pasando con la actual (2015-2019).