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Los primeros rumores comenzaron a circular la noche del martes.
Días antes llamaron la atención cambios de puertas y colocación de rejas.
Algunos empleados habían detectado que en la sede de la calle Tacuarí del diario Clarín alrededor de la medianoche estaba reunida toda la línea gerencial de la empresa, algo fuera de lo habitual.
Los que salieron últimos después del cierre del diario vieron como empezaban a colocar las vallas especialmente diseñadas y construidas para el lugar. No había dudas, algo grave estaba en marcha.
Alrededor de las 6.00 comenzaron a llegar mails a los empleados donde les informaban de su condición: estas adentro o estas afuera.
A los que no les llego ninguna notificación se presentaban frente a una valla nuevita, impecable y daban su nombre a una persona que estaba del otro lado y habilitaba o no el paso. Si resultaba no haber sido expulsado, podía pasar y debía esperar a que se abriera otra puerta y recién acceder a la entrada del diario.
Varios frente a esa reja oscura, como en un confesionario inquisitorial se enteraron que la empresa había prescindido de sus servicios.
La empresa AGEA SA, dueña de Clarín, de esa manera despidió a 56 empleados del diario aunque la lista en realidad es mayor y la Comisión Interna contabiliza 65 desvinculaciones.
Al mediodía se realizó una asamblea que resolvió un cese total de actividades para abrir una mesa de diálogo con la empresa y rechazar los despidos.
Tato Dondero, secretario general de Sipreba, frente a la entrada del diario, decía “el gremio de prensa, ha sido, proporcionalmente, el más golpeado en estos últimos años”. La perdida de puestos de trabajo que no se recuperan es un hecho después del cierre de la agencia DyN, los conflictos de la Agencia Télam, editorial Atlántida, radios y tantos otros que forman parte del paisaje.
Más allá de las cuestiones de transformaciones tecnológicas y cambios de hábitos de información pareciera que se apunta a generar un tipo de perfil de trabajador de prensa disciplinado y formateado para ser funcional a un sistema de comunicación pervertido.
Pepe Mateos
Los primeros rumores comenzaron a circular la noche del martes.
Días antes llamaron la atención cambios de puertas y colocación de rejas.
Algunos empleados habían detectado que en la sede de la calle Tacuarí del diario Clarín alrededor de la medianoche estaba reunida toda la línea gerencial de la empresa, algo fuera de lo habitual.
Los que salieron últimos después del cierre del diario vieron como empezaban a colocar las vallas especialmente diseñadas y construidas para el lugar. No había dudas, algo grave estaba en marcha.
Alrededor de las 6.00 comenzaron a llegar mails a los empleados donde les informaban de su condición: estas adentro o estas afuera.
A los que no les llego ninguna notificación se presentaban frente a una valla nuevita, impecable y daban su nombre a una persona que estaba del otro lado y habilitaba o no el paso. Si resultaba no haber sido expulsado, podía pasar y debía esperar a que se abriera otra puerta y recién acceder a la entrada del diario.
Varios frente a esa reja oscura, como en un confesionario inquisitorial se enteraron que la empresa había prescindido de sus servicios.
La empresa AGEA SA, dueña de Clarín, de esa manera despidió a 56 empleados del diario aunque la lista en realidad es mayor y la Comisión Interna contabiliza 65 desvinculaciones.
Al mediodía se realizó una asamblea que resolvió un cese total de actividades para abrir una mesa de diálogo con la empresa y rechazar los despidos.
Tato Dondero, secretario general de Sipreba, frente a la entrada del diario, decía “el gremio de prensa, ha sido, proporcionalmente, el más golpeado en estos últimos años”. La perdida de puestos de trabajo que no se recuperan es un hecho después del cierre de la agencia DyN, los conflictos de la Agencia Télam, editorial Atlántida, radios y tantos otros que forman parte del paisaje.
Más allá de las cuestiones de transformaciones tecnológicas y cambios de hábitos de información pareciera que se apunta a generar un tipo de perfil de trabajador de prensa disciplinado y formateado para ser funcional a un sistema de comunicación pervertido.