_

Los argentinos hemos tratado de obtener la paz, fundándola en el olvido y fracasamos… Hemos tratado de buscar la paz por vía de la violencia y del exterminio del adversario y fracasamos… nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido, sino en la memoria, no en la violencia, sino en la justicia. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: ‘Nunca más’”
Así concluía en 1985, el alegato del fiscal Julio Cesar Strassera en el juicio a los máximos responsables del terrorismo de Estado de 1976.
El Informe Nunca Más elaborado por la Conadep, fue base documental de la acusación del fiscal. Allí se exponía y describía no solo la desaparición de personas sino también la infraestructura y reconstrucción del modus operandi de los perpetradores
La primera ediciónde 40.000 ejemplares, publicada el 28 de noviembre de 1984 se agotó en 48 horas. ¿Por qué?
Tal vez, porque en su lectura lo vivido dejaba de ser irreal e individual. Las capuchas y los Falcon verdes que recorrían la noche del barrio eran tan ciertos como el llanto de la vecina y la desaparición de un amigo.
Concluida la dictadura, el Nunca Más fue el imperativo ético que la sociedad argentina se impuso. Un mandamiento cívico: el juramento de no volver a cruzar los límites del exterminio.
Pero también fue una fórmula capaz de sellar la historia y arrinconarla en esas 1286 páginas, sin preguntas y sin explicaciones. Demasiada cercanía temporal con el horror alentó su congelamiento.
En apenas dos años, el Juicio a las Juntas tuvo una fuerte y rápida marcha atrás. Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida cerraban el primer ciclo de juzgamiento a los responsables. A esto le siguieron los indultos del gobierno de Carlos Menem que llegaron de la mano del ajuste social, la exclusión y el desempleo.
El quiebre del tejido social, hundido en la crisis de fin de siglo, relegó la demanda por justicia a un lugar marginal de la agenda política del gobierno de la Alianza. El clima se tornó propicio para que los defensores de la dictaduraclausuraran la revisión de los hechos, anteponiendo la idea de un perdón sin culpables ni arrepentidos.
En esta etapa, el “Nunca Más” se convirtió en una consigna de impunidad más que en una de enjuiciamiento.
Y aquellas objeciones vertidas al fiscal Strassera por Hebe de Bonafini cobraron sentido:el pañuelo blanco va a ser la única condena en este juicio.
La vuelta de página llegaría con la derogación de las leyes de la impunidad y de los indultos en el año 2004. El gobierno de Néstor Kirchner creaba las condiciones para la reapertura de los juicios de lesa humanidad y ahora era el Estado, el que hacía suya la demanda que los organismos de Derechos Humanos, Madres y Abuelas en especial, habían sostenido en el tiempo.
La política de “Memoria, Verdad y Justicia” llevada a cabo, se materializó también en la recuperación de espacios públicos como la ESMA, en la reparación efectiva a las víctimas, en la apertura de los archivos de la represión, en la difusión de las listas de personal militar y civil que participó del terrorismo, entre otras acciones que confluyeron en volver a dar contenido al enunciado ‘Nunca Más’.
Parecía que la transición democrática, desde la perspectiva de las violaciones a los derechos humanos, concluía y se abría paso a un ciclo de elaboración colectiva y aprendizaje con dolor, pero sin el peso de la impunidad y el olvido.
Sin embargo, esa expectativa se desvaneció. El actual gobierno recuperó no sólo el negacionismo acerca de los crímenes cometidos sino también la hipótesis del ‘enemigo interno’ y la utilización de los servicios de inteligencia para eliminarlos. Algo que nos retrotrajo a tiempos de la ‘comunidad informativa’ del Estado terrorista.
A pesar de todo, aprendimos que no es el tiempo el que cierra las heridas, sino las decisiones políticas en materia de Verdad y Justicia.
Por eso este 24 de Marzo volvemos a citarnos en cada calle y en cada plaza para que nuestro pacto de sociedad incluya definitivamente la cláusula del Nunca Más.