El presidente Mauricio Macri no sabía, el lunes pasado, lo que iba a ocurrir el jueves. Pero podía imaginarlo. La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, felicitó públicamente al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, por la política económica de su gobierno.

Los aplausos que llegan de Davos son los únicos que recibe el presidente a escasos nueve meses de las elecciones en las que se juega su futuro político. Es decir, la reelección. Demasiado poco, más bien nada.

Es que en la Argentina todavía está fresca la responsabilidad del FMI en la catástrofe económica y social que hizo eclosión en diciembre de 2001. También el impacto que el ajuste permanente y las políticas pro-mercado tienen sobre la calidad de vida de los ciudadanos.

Macri sabe esto y obra en consecuencia. Asume, por omisión, el fracaso de su política económica (al menos en el corto plazo) y apuesta a la “bolsonarización” de la agenda pública. Necesita no seguir debilitándose mientras “pasa la tormenta” para llegar con alguna chance a octubre.

El lunes 20, cuando anunció el decreto de necesidad y urgencia que habilita la extinción de dominio a favor del Estado del dinero y los bienes mal habidos a través de la corrupción, el narcotráfico y otros delitos graves, no sabía de los elogios de Lagarde, pero sí que su superviviencia política va por otro camino: llevar la discusión pública, y electoral, hacia la corrupción y la inseguridad. Alejándola, dentro de lo posible, de la economía.

El camino no es nuevo. Lo mismo había pasado antes con el debate sobre la baja en la edad de imputabilidad o el uso de las pistolas Tasser. O después, cuando el intento de golpe en Venezuela le permitió poner el foco fronteras afuera y hacer profesión de fe democrática, esa misma que le reclaman quienes cuestionan que legisle por decreto o que intente expropiar bienes de políticos o medios opositores.

Cuestión de agenda

“La campaña nunca terminó. La Argentina tenía ciclos de alta y de baja en la política, pero eso ya no existe más. Ahora los políticos están obligados a estar todo el tiempo en campaña”, explica a  el analista Jorge Giaccobbe (Giacobbe & Asociados).

El consultor agregaque “Macri está tratando de fijar ejes temáticos. La corrupción y el combate al narcotráfico son los dos más importantes, porque son las contracara del kirchnerismo”.

La constitución de esa agenda, temática, mediática, electoral, está en constante tensión, y sin bien el gobierno tiene la iniciativa, encuentra límites precisos. El más importante: lo que la sociedad está dispuesta a discutir.

“El gobierno parece imponer temas de agenda, con los anuncios como cuestión central, sin que lo que suceda después tenga más relevancia”, asegura el consultor Rosendo Fraga (Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría) también consultado por .

“Hace dos semanas lanzó el Régimen Penal Juvenil. Después fue otra iniciativa, el DNU sobre la extinción de dominio, la que lo reemplazó. Ahora, es Venezuela el tema sobre el que trabaja comunicacionalmente el gobierno”, agrega.

De cara a octubre esa agenda va a ir incorporando nuevos temas pero el oficialismo intentará que sea dentro de esos mismos ejes.

“Creo que hay cuatro ejes de campaña: la seguridad pública; la corrupción K; la estabilidad del dólar; y reabrir el debate sobre el aborto y la cuestión de género. El Régimen Penal Juvenil estuvo en el primero, el DNU sobre extinción de dominio en el segundo. Venezuela, es la respuesta a un imponderable”, interpreta Fraga.

Pero se sabe que con el deseo no basta para definir qué es lo que se va a discutir en los próximos meses. “Con la corrupción y la inseguridad como ejes, a Macri no le alcanza para ganar la elección de este año, porque la economía es la economía y se impone en la campaña”, asegura a  el analista político Roberto Bacman (CEOP).

“Hay mucha preocupación por la economía, incluso entre quienes votaron a Cambiemos, por lo que el gobierno apuesta a que la situación económica repunte en el primer o segundo trimestre para hacer crecer sus chances”, evalúa.

“En términos económicos -subraya Bacman- el gobierno pone todas sus fichas a que la economía no sea este año el desastre que fue en 2018”.

Bolsonarización o hambre

“Es difícil que surja un Bolsonaro, ante todo porque tanto Cambiemos como el PJ anti-K ya están ‘bolsonarizando’ el discurso”, advierte Rosendo Fraga, utilizando una figura que sirve para pensar el estado actual de la discusión pública y mediática.

La tensión entre qué agenda se impone, una dominada por la corrupción y la inseguridad u otra donde predomine la economía, difícilmente se modifique hasta octubre.

Así las cosas, según Jorge Giaccobe, “el gobierno no hace más que reforzar posiciones”. Tener la iniciativa política es una virtud, pero no poder ampliar los temas hacia aquellos que hoy preocupan a la inmensa mayoría de los argentinos es una limitación. Mantenerse no es crecer.

“El 30 % que vota a Macri no está contento con la economía y con ejes como estos (corrupción, inseguridad, narcotráfico) se refuerza a ese segmento, aunque no alcanza”, destaca el analista.

La situación de la oposición, sin embargo, también es compleja. En primer lugar porque no está claro en qué grado está dispuesta a salir de la discusión que propone la comunicación oficial. Después, y este es un dato central, porque aún no definió con qué liderazgo va a llevar adelante esa salida.

“La fortaleza de Macri es la debilidad del adversario, la división del peronismo es su fortaleza”, explicó Bacman, y destacó que “si no aparece una figura que aglutine a todo el peronismo sus chances crecen, y acá hay expectativas del gobierno, porque Massa, Pichetto y Urtubey son muy distintos a Cristina y al Frente para la Victoria”.

“El fastidio de la gente no va a cambiar ni se va a moderar si la situación económica sigue así, por eso el gobierno apuesta a la comparación. A la comparación con otra cosa que horrorice más que lo que horroriza hoy”, establece Giaccobe.

Todo puede pasar, o casi

Confundir la foto con el paisaje sería desconocer la dinámica que tiene la política en la Argentina. La disputa sobre qué temas van a predominar en la discusión se va a mantener, pero será la sociedad, a partir de sus urgencias, penurias y subjetividades, quien en definitiva establezca prioridades.  

“Macri hoy tiene un 28% de respaldo, en un momento muy crítico para su imagen. Vidal puede subir unos puntos más sobre este porcentaje. Esto demuestra que Cambiemos mantiene un núcleo duro en torno al 25-30% que lo sostiene”, explica Bacman.

“La bandera del eje corrupción-inseguridad puede ser Patricia Bullrich, hay que ver si finalmente integra la fórmula o no”, plantea el analista, sin que todavía se pueda establecer en qué medida esa decisión de candidaturas, u otra, pueda modificar los porcentajes.

Giaccobe anticipa que “los grandes contendientes son Macri y Cristina, pero hoy no le alcanza a ninguno de los dos para ganar”.

“Nuestra última medición -dice el consultor- es de diciembre. Ahí Cristina está 35 a 30 sobre Macri. Y 42 a 40 en segunda vuelta. Eso quiere decir que el 18 % no quiere a ninguno de los dos. La llave de ambos es cómo seducir a esa franja, y la va a seducir quien provoque menos rechazo”.

Dispuesto a jugar en este terreno, Macri disparó eslogans de campaña durante la presentación del decreto de extinción de dominio. “El que las hace las paga”, fue el más efectivo. Lo que resta saber es qué va a cobrar la ciudadanía en las urnas para que alguien “lo pague”: si una improbable limpieza ética del país, o el freno a su prolongado declive económico.