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La política económica de Cambiemos se basó en dos grandes principios del neoliberalismo: 1) Libertad de comercio, levantando todas las trabas tanto a la circulación interna como a la importación y exportación de bienes y servicios; y 2) Liberación de los mercados financieros y cambiario, así como al ingreso y egreso de capitales externos. Con ello se suponía que el mercado cumpliría la misión que la teoría clásica le asigna, la de lograr el equilibrio general de la economía.
El resultado fue otro, que es coincidente con la reiterada experiencia nacional y mundial: la apertura comercial dio lugar a una avalancha e importaciones que sumergió en profunda crisis a la industria nacional, con su correspondiente desocupación obrera y capacidad productiva ociosa. A su vez, la liberación financiera y cambiaria impulsó la fuga de capitales y el ahorro en moneda extranjera, sin que ingresara el capital productivo extranjero que se esperaba. Solo entró capital especulativo para participar en la aleatoria “bicicleta financiera”.
Durante dos años el fracaso se cubrió con endeudamiento externo. Hasta que a principios del 2018 estos mercados dejaron de prestar por tener el convencimiento de que se estaba ingresando a un punto de imposibilidad de pago. Por ello el riesgo país, que marca el diferencial de tasas de interés que se debe pagar para lograr financiación, alcanzó y superó el record de los 800 puntos.
Con ese panorama el gobierno recurrió al FMI, que concedió el préstamo mayor de la historia, superior incluso a lo prestado a Grecia. Pero que fue un salvavidas de plomo, ya que como hace siempre, exigió una política de ajuste draconiano, con el fin de garantizarle el cobro de sus acreencias a los capitales financieros externos, lo cual ha sumido al país en una profunda recesión económica.
En grandes números y a mero título ilustrativo, el resultado financiero externo de los tres primeros años de Cambiemos fue (en miles de millones de dólares):
Ingresos
-Préstamos recibidos 60
-Letras del Tesoro 14
-Recibido del FMI 28
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102
Egresos
-Fuga de capitales, ahorro, turismo, etc. 88
-Déficit comercial 14
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102
Es decir, todo el endeudamiento externo de tres años se dilapidó. Ni un solo dólar fue para obras o para inversiones que generaran recursos futuros. Solo benefició a una minoría que se dedica al juego especulativo y a acumular riquezas líquidas en el exterior.
Con el ajuste en marcha, lo que queda es un país en crisis, sin obras públicas, con cierres de empresa y aumento de la desocupación y de la pobreza. Es el país que deja esta nueva experiencia neoliberal, como si se hubiera salido de una guerra.
Y un panorama negro para el próximo gobierno. Para los cuatro años siguientes (1920-1923) este gobierno deja compromisos de pago asumidos por 168.000 millones de dólares. Imposible de cumplir.
En probable que en este 2019, con el apoyo de Estados Unidos y del FMI, como ocurrió en el 2018, se consiga “patear el problema para adelante”. Pero a más tardar en el año 2020, habrá que enfrentar a la realidad.
¿Es que no hay salida? Creemos que sí, que la hay, como la hubo de la crisis similar del 2001.
En primer lugar es necesario terminar con las causas que la originaron: la apertura comercial irrestricta y la liberación financiera y cambiaria. En segundo lugar, hay que terminar con el supuesto remedio del “ajuste” que agravó la situación; es preciso una política de ingresos y obras que aumente los salarios y la ocupación, lo que implica dinamizar la demanda global que ponga nuevamente en funcionamiento la economía productiva, dejando atrás la recesión. Con una economía en crecimiento es posible plantear una reestructuración de la deuda, con obligaciones de pago creíbles y factibles de cumplir. Como se hizo a partir del 2005.
Las alternativas disponibles a ese modelo son: 1) buscar nuevos acuerdos con el FMI, lo que implicará más ajuste y más recesión; es el camino que eligió Grecia y que, pese a los años transcurridos, no sale de la crisis permanente, con desocupación y pobreza en crecimiento; 2) la crisis desordenada con “default”, declarado o de hecho, y la decisión de “vivir con lo nuestro”, con todo el sacrificio al consumo popular que ello significa.
El futuro es lo que está en juego este año.