Columnistas // 2018-12-23
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La cultura del esfuerzo
El neoliberalismo vende una concreción estadística de la cultura del esfuerzo absolutista. Pero al igual que sucede con los juegos de azar, tan solo una reducidísima proporción de los jugadores consigue el premio final.


  Una de las “verdades” básicas del neoliberalismo es que, en una economía de mercado, la retribución que recibe cada agente económico es proporcional a su aporte a la generación de la riqueza colectiva. Vendría a ser una recompensa merecida al esfuerzo realizado. Por esa razón, concluyen, todas las teorías igualitarias, así como las medidas redistributivas del ingreso o la intervención del estado mediante subsidios y otras políticas sociales que tienden a reparar las consecuencias de un sistema económico inequitativo, no sólo son injustas, sino que su resultado es pernicioso, ya que atentan contra la cultura del trabajo y el esfuerzo, verdaderos motores del crecimiento económico y bienestar social.

Tratan de justificar esa posición con una serie de ejemplos de hombres que salieron de la pobreza mediante esfuerzo e ingenio y lograron hacerse ricos, como la historia del inmigrante que llegó sin nada y se volvió millonario. Pero no dicen que proporción de personas del total de la población lograron ese éxito. Como dice el blog español “El captor” (3-12-18), “Lo que sucede con la actual cultura del esfuerzo defendida por el sistema capitalista es, no obstante, que la obtención de la promesa nunca llega a concretarse más allá de probabilidades similares reservadas a los juegos de azar. El neoliberalismo vende una concreción estadística de la cultura del esfuerzo absolutista. Pero al igual que sucede con los juegos de azar, tan solo una reducidísima proporción de los jugadores consigue el premio final.

El engaño de la cultura del esfuerzo reside en la mentira y la complicidad sin la cual la velocidad de acumulación desproporcionada de la riqueza mundial sería imposible. Si todo esfuerzo obtuviera su recompensa, ¿cómo sería posible la existencia de tanta desigualdad en el mundo?¿Es que en la mayoría de los países africanos no se estaría esforzando nadie, ni siquiera para su obtener su recompensa? ¿Es que en el mercado laboral occidental habría personas que se estarían esforzando 15.000 veces por encima de otras, justificándose así su anormal superioridad salarial?”

 

Por otra parte, es sabido (y fue probado fehacientemente por Thomas Piketty en “El capital en el siglo XXI”) que la herencia es la principal fuente de concentración de riquezas en el mundo contemporáneo, concentración que está en aumento desde la década de los años ’70 del siglo pasado, coincidente con el afianzamiento del neoliberalismo como “única verdad”. Es decir que, en la acumulación de riqueza como fuente principal del ingreso, influye más el azar del nacimiento que el esfuerzo del individuo durante toda su vida. Si el neoliberalismo, con su meritocracia declamada, fuera coherente y creyera realmente en que el sistema brinda la recompensa justa al esfuerzo realizado, propondría la supresión de la herencia, tal como lo hicieran a principios del siglo XIX Fourier, Saint Simon y demás “socialistas utópicos”. Sin embargo, suprimen los impuestos a la herencia y sonprecisamente aquellos que disfrutan de la opulencia y las posiciones más privilegiadas de la sociedad, aunque nunca hayan trabajado en serio, los que con más vehemencia defienden la falsa cultura del esfuerzo.

Un corolario de esta creencia es que los pueblos son pobres porque no tienen incorporada la cultura de trabajo. No tienen nada que ver ni el imperialismo ni la buena o mala política económica de los gobiernos ¿Es que los europeos se esfuerzan el doble que nosotros? ¿Será que los argentinos a partir del 2003 decidimos esforzarnos al máximo hasta lograr crecer a “tasas chinas” y, desde fines del año 2015, cansados de tanto trabajar, decidimos dejar de lado todo esfuerzo?

Con este mito del esfuerzo el reiterado fracaso de las experiencias liberales no se debe a que la teoría sea errónea o que el gobierno haya seguido una política económica equivocada, como el endeudamiento externo irracional que nos llevó a la subordinación del FMI y de sus políticas de ajuste. La culpa es de los argentinos, que no nos esforzamos lo suficiente para salir adelante.

El esfuerzo individual y colectivo es imprescindible para el crecimiento y progreso social. Eso no está en duda. Lo que se cuestiona es el uso que hace el neoliberalismo del concepto “esfuerzo” para fundamentar un individualismo antinatural y una supuesta meritocracia inequitativa, mientras que una minoría de ciudadanos continúa detectando el poder y el goce de una riqueza que, en gran parte, tuvieron la precaución de “fugar” hacia los paraísos fiscales.


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