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El cubano Roberto Fernández Retamal sostiene que no se deben clasificar a los países como desarrollados y subdesarrollados, sino como subdesarrollados y subdesarrollantes[i]. Es que los segundos son ricos porque lograron explotar a los otros y, después, para mantener esa situación y según el decir del economista alemán del siglo XIX, Friedrich List, se dedicar a “patear la escalera” para evitar que los subdesarrolladas logren ascender en el camino de la industrialización y del crecimiento.
Para lograr “patear la escalera” se utilizan distintos métodos, desde el ideológico con la teoría de la división internacional del trabajo y la invención del neoliberalismo al endeudamiento público, que es una fórmula eficaz de sometimiento. También cerrando sus mercados a los productos primarios del tercer mundo y colocando sus propios excedentes productivos mediante la llamada “ayuda humanitaria”. Vayan unos pocos ejemplos de este último procedimiento:
1-Es sabido que la Unión Europea, como Japón y Estados Unidos, subsidia a su propia producción agrícola. El presupuesto para este fin en la U.E. asciende a más de € 50.000 millones al año (57.400 millones de dólares). Cómo es una subvención que se paga en función de lo producido, esto crea un exceso de producción que es almacenado. En 2007 la UE produjo 13.476.812 de toneladas de cereal, arroz, azúcar y leche que no fueron consumidos. Cómo no sabían qué hacer con los alimentos almacenados, crearon el programa “Food Aid for the Needy” (Comida para los necesitados), mediante el cual se mandan los excedentes europeos a los países en vías de desarrollo. El resultado es fácil de entender: los productores africanos y de los demás países de la periferia no solo no pueden vender sus productos a los europeos sino que, además, tienen que competir con los alimentos gratuitos que llega a su país. El resultado final de todo este proceso es que los campesinos acaban abandonando el campo y emigran a los suburbios precarios de las ciudades, engrosando el ejército de desocupados, mientras que en su país disminuye la producción y dependen en forma creciente de los alimentos regalados, se vuelven dependientes de la “ayuda humanitaria” de los países ricos.
2-Lo anterior es similar a lo que ocurrió en Haití. Allí el arroz fue reemplazando al maíz como alimento básico de la dieta popular. Hasta 1972 la producción arrocera haitiana abastecía a consumo interno; con el aumento de la demanda hubo que abrir a la importación del alimento, el que estaba gravado con una tasa del 35%. Durante las décadas de los años ’80 y ’90 tanto Estados Unidos como el FMI, en nombre del libre comercio, exigían que se bajara ese arancel a la importación, que finalmente fue puesto en el 3%. Como en Estados Unidos se viene subsidiando la producción de arroz (se calcula que desde 1995 los productores de arroz recibieron 13.000 millones de dólares de subsidios), el arroz norteamericano se vendía en Haití un 50% más barato que el nacional. En consecuencia, la producción de arroz de Haití bajó de 130.000 toneladas anuales a mucho menos que la mitad mientras importa el 75% del consumo y el país más pobre del continente vio incrementados sus barrios marginales con nuevas oleadas de campesinos convertidos en nuevos pobres desocupados.
3- En 1992 México acordó con Estados Unidos y Canadá el libre comercio para América del Norte, convenio conocido como Nafta. Este acuerdo, entre los muchos males que trajo, hizo posible que hubiera una invasión de maíz de la agricultura intensiva y subvencionada de Estados Unidos; consecuencia: millones de campesinos desocupados. Hoy el 43,6% de la población (53,4 millones de habitantes) están en situación de pobreza, dato que sería bueno que tuvieran en cuenta nuestras autoridades, que sueñan con acuerdos de libre comercio con todo el mundo desarrollado.
La contracara es la explosión demográfica en los países pobres. Por ejemplo, cada mujer en el Congo tiene un promedio de 6,37 hijos y en Nigeria 5,45 hijos. Como dice Guru Huky, “En 2060, Nigeria tendrá más de 470 millones de habitantes, los mismos que toda la Unión Europea. El Congo tendrá 247 millones de habitantes con una edad media de 24 años”. Si la presión demográfica hoy preocupa a los europeos (y a los norteamericanos con los “hispanoamericanos”), si no cambian las circunstancias se volverá imparable.
Parece evidente que la inmigración clandestina a Europa, las marchas de centroamericanos para ingresar a Estados Unidos o la cantidad de inmigrantes mexicanos ilegales (unos 15 millones) no la van a parar con legislación restrictiva, militarizando las fronteras, erigiendo muros ni, mucho menos, con la “ayuda humanitaria” a los países pobres.
Los pueblos emigran porque en su país de origen, especialmente los jóvenes, no tienen trabajo ni perspectivas de mejorar económicamente. Y en este sentido el capitalismo globalizado ha fracasado: cada vez es mayor la inequidad en la distribución ingreso (al interior de los países y a nivel internacional) y mayor la marginación de cantidades crecientes de seres humanos que presionarán, con toda razón, para mejorar su situación material. Y que están dispuestos a asumir los costos y riesgos de la emigración.
La única solución es que los países “subdesarrollantes” dejen de serlo y que la sociedad pueda darse una organización que asegure equidad, trabajo, salud, educación y un mínimo de bienestar económico a todos. De lo contrario, los valores de nuestra civilización estarán en juego.