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A pesar de la frágil estabilidad cambiaria lograda en los últimos meses, pareciera que una ola de pesimismo se ha impuesto en las principales consultoras económicas nacionales e internacionales y en la prensa especializada, que están estimado que un nuevo “default” es el inevitable final de la política de endeudamiento externo que ha llevado adelante el gobierno de Cambiemos.
Al enigmático ““la deuda argentina es sustentable, pero no con alta probabilidad” de los técnicos del FMI, que de paso estimaron que la misma “podría llegar al 81% del PBI para fin de año”, cuando para el Fondo es “altamente riesgosa” una deuda superior 70%, se sumó la menor calificación de la deuda que presentaron tanto Standard & Poor’s (de B+ a B) y Fitch Rating (la calificó de negativa), los comentarios de Bloomberg: “Argentina es el segundo mercado emergente más peligroso después de Turquía” y de Fitch alertando sobre un posible default para el año 2020.
En el plano local la consultora “Economía y Regiones”, cuyo dueño es, curiosamente, el ministro Rogelio Frigerio, dio a conocer un informe en el que sostiene que “Argentina va derechito al default”, según comentan tanto “Ámbito Financiero” como “El Cronista” (18-11-18).
Es que hay datos muy preocupantes:
1-La deuda externa neta (es decir, la deuda emitida en moneda extranjera que está en manos de particulares y organismos internacionales, sin contar la deuda en poder de agencias del gobierno como el Banco Central o Anses), que al asumir el presente gobierno era de 74 mil millones de dólares, en marzo de este año sumaba 150 mil millones (más que el doble) y se estima que para fin de año va a llegar a 200, contando la deuda con el FMI y los bonos emitidos. En el año 2001, año del default, era de 136 mil millones de dólares.
2-La deuda en pesos representadas por las letras del Banco Central a muy corto plazo y con tasas de interés superiores al 60% va creciendo en forma geométrica (interés compuesto) y, por tratarse de capital especulativo, en cualquier momento pueden querer volcarse al dólar. Para fin de diciembre se estima que esta deuda llegará a 901.916 millones de pesos (el 71% de la base monetaria de la Nación), equivalente a 24.380 millones de dólares.
3-Como señal de solvencia a los acreedores, se ha comprometido a un déficit primario “0” para el año próximo. Esto implica un ajuste del gasto público de tal magnitud que, por el efecto multiplicador del gasto, llevó al FMI a estimar para el año 2019 una caída del PBI del 2% al 6%, lo que va a repercutir en menores ingresos fiscales y, por lo tanto, el objetivo de lograr el déficit primario “0” se complica. De toda forma hay que tener presente que el déficit primario no tiene en cuenta al pago de intereses, que es la segunda partida por su monto dentro del Presupuesto recientemente aprobado; la posibilidad de disminuir a la deuda pública (capacidad de pago de la deuda pública externa) está dado por el superávit total, que se está muy lejos de conseguir (el resultado final, suponiendo un déficit primario “0”, sería del -3,3%).
4-Según el informe preparado por Julián Zicari (“Ámbito Financiero”, 27-10-18), en el año que viene hay que afrontar pagos de la deuda pública por 56.745 millones de dólares; en esta cifra está incluida el equivalente en dólares de la deuda nominada en pesos, ya que es posible que a su vencimiento demanden dólares. Si suponemos que, debido a la devaluación y la crisis que estamos viviendo, las demás partidas de la cuenta corriente de la balanza de pagos se equilibren, hay considerar el ahorro en dólares y la fuga de capitales que, como es sabido, en los años electorales se intensifican. Estimando en 40.000 millones de dólares este valor, el año que viene se necesitarían 96.745 millones de dólares, con un ingreso prometido por el FMI de 23.000 millones, faltarían 73.745 millones. El gobierno apuesta a la renovación de la deuda, el ingreso de dólares por la “bicicleta financiera” propiciada por las altas tasas de interés y un ingreso de dólares extraordinariamente alto debido a la próxima cosecha.
Carlos Melconian es un conocido economista muy cercano al presidente Macri y a sectores políticos de Cambiemos pero que se caracteriza por su sinceridad y la crudeza de sus declaraciones. Sobre el programa económico actual ha dicho (Infobae, 20-11-18) que: "Es un programa para evitar disrupciones financieras adicionales hasta el final del mandato, para llegar a la otra orilla”, “ni siquiera es un plan de estabilización explícito para bajar de cuajo la inflación y dejar a la economía a tiro de reactivación"; "no es un programa de estabilización y crecimiento. Vino a parar el default. Es un esquema de emergencia tosco que apuesta a una restricción monetaria extrema", un programa "modesto" que solo tiene el objetivo de transitar el próximo año.
Pareciera que el objetivo gubernamental es llegar a diciembre del 2019 ¿Y después? Dios dirá.