Columnistas // 2018-11-11
_
Nada para festejar
La gente de “Cambiemos” está intensamente enamorada del mercado, pero el objeto de ese amor les depara un desaire tras otro. A la negativa a financiar más deuda a fin del año pasado se sumó la opinión dubitativa de los técnicos del FMI sobre la capacidad de pago de la enorme deuda contraída.


El gobierno está de festejos. Es que el día 2 de octubre la cotización del dólar “rompió el piso” de los $ 40 por unidad y, desde entonces, se mantiene debajo de ese importe, con una tendencia levemente decreciente. Esto ha sido celebrado como el gran éxito del plan de ajuste del FMI y, suponiendo que se está ante un equilibrio durable, ya están anunciando la disminución del índice inflacionario (lógicamente, para el año que viene, porque para el 2018 las cosas están jugadas en una cifra superior al 40%).

Efectivamente, la baja del dólar es consecuencia de la iliquidez generada por el compromiso de mantener hasta mediados del año que viene la base monetaria inalterable (es decir, que no habrá financiación del Banco Central para los gastos del Estado) y a las altas tasas de interés, superiores al 65% anual, que volvió a armar la “bicicleta financiera”, con los Leliq para enriquecimiento del sistema bancario (el ahorro en plazo fijo subió 5.000 millones de pesos con tasas superiores al 45%) y, nuevamente, con el ingreso de capital especulativo transnacional con inversiones a muy corto plazo. Como se buscó con esta política, se “secó” la plaza monetaria y no quedó dinero para demandar dólares.

 Esto tiene sus costos, tanto en el plano interno como externo.

En el interno, tremenda tasa de interés impide a la economía real el acceso al crédito: no hay actividad productiva que tenga una rentabilidad tal que le permita pagar semejante tasa de interés sin comprometer su futuro. Y en este sentido no tiene mayor importancia la disminución de la tasa desde un máximo de 74% al 67%, ocurrida en los últimos días, ya que ambas entran en la categoría de “impagables”. La iliquidez y el ajuste del gasto lleva necesariamente a la recesión económica: cierre de empresas, aumento de la desocupación, incremento de la pobreza, del hambre y la marginación…

En el plano externo la situación no está mejor. Como es sabido, la gente de “Cambiemos” está intensamente enamorada del mercado, pero el objeto de ese amor les depara un desaire tras otro. A la negativa a financiar más deuda a fin del año pasado se sumó la opinión dubitativa de los técnicos del FMI sobre la capacidad de pago de la enorme deuda externa contraída por este gobierno, la opinión de diversos analistas internacionales que alertan sobre esta situación y, ahora, la Fitch Ratings, una de las principales evaluadoras de riesgo del mundo, que bajó la calificación de la deuda argentina de “estable” a “negativa”, lo que dificulta cada vez más la posibilidad de obtener financiación externa, cosa esencial para la sustentabilidad de este modelo económico.

Para Fitch, la economía argentina está muy débil y la recesión va a dificultar alcanzar el objetivo de “déficit 0” (entre paréntesis, que ni siquiera logró el dibujo de presupuesto aprobado por diputados); sostiene que los 23.000 millones de dólares a recibir del Fondo no alcanzan para cubrir las obligaciones contraídas para el año que viene y que para 2020, sin ayuda de ese tipo, crece la posibilidad de un nuevo “default”.

Como se puede ver, nada para festejar.


/ En la misma sección
/ Columnistas
Elecciones en México: balas y votos
/ Columnistas
Qué es el síndrome de burnout