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Finalmente, el FMI aprobó la ampliación del crédito para Argentina. Es sabido que los técnicos del Fondo y muchos economistas independientes dudan de la viabilidad del endeudamiento descontrolado a que nos ha llevado el gobierno de “Cambiemos”, pero con la presión de Estados Unidos se logró la aprobación del acuerdo, con lo que se postergaría hasta el próximo gobierno la necesidad de una reestructuración de la deuda o, en el peor de los casos, caer en el “default”.
Los técnicos del FMI sostienen que “la deuda argentina es sustentable, pero no con alta probabilidad”, mientras que más adelante observaron que “la deuda podría llegar al 81% del PBI para fin de año”, cuando para el Fondo pasar del umbral del 70% es considerada “altamente riesgosa”.
De todas formas y gracias a esta aprobación, en el gobierno argentino se asintieron aliviados: se pasará el año electoral y después ¡Dios y el Fondo decidirán!
¿Es realmente así? Mirando con dedicación los números del endeudamiento se puede deducir que es un resultado posible, hasta altamente probable que ocurra, pero no es seguro.
Las necesidades de dólares para los próximos dos meses de este año y el próximo están fundamentalmente limitados a los vencimientos de la deuda y a cubrir la demanda para el ahorro en moneda extranjera y la fuga de capitales que, mientras no existan posibilidades de inversión real en el país, continuará con todo vigor. De esta forma estamos suponiendo que se equilibra la balanza comercial como consecuencia de la fuerte devaluación del peso (de hecho, en setiembre hubo un superávit de 314 millones de dólares, debido a la baja del 21,2% de las importaciones respecto a un año antes) y la de turismo; resta la remisión de ganancias y dividendos al exterior, que se ve también afectada por la devaluación y que puede incorporarse a la partida calculada para la fuga.
Con los números de la deuda que ha preparado Julián Zicari (“Ámbito Financiero”, 27-10-18) podemos armar el siguiente cuadro tentativo de vencimientos (expresado en miles de millones de dólares; el procedimiento se justifica porque es deuda especulativa, por lo que los vencimientos de pesos tienen como alternativa la demanda de dólares):
Nov-dic 2018 2019 Total
Vto. de letras y bonos 25.550 56.745 82.295
Fuga de capitales (estimado) 5.500 40.000 45.500
Sub total 31.050 96.745 127.795
Aportes del FMI (13.000) (23.000) (36.000)
Necesidad de financiación 18.050 73.745 91.795
Es decir, se está pensando en una renovación de la mayor parte de la deuda más el ingreso adicional de capital especulativo, atraído por las altas tasas de interés, superiores al 60% anual. Precisamente, Walter Graziano ha señalado que una tasa del 72%, vigente pocos días atrás, como es de interés compuesto, equivale a una tasa real del 101% anual ¡Esta deuda se duplica anualmente! Inclusive el acuerdo con el FMI prevé una tasa no inferior al 60% (equivalente al 80% anual) por lo que se tiene una idea del enorme costo de la actual política.
Es decir, se llega a fin del 2019 en una forma muy cara y muy frágil: que no ocurra ningún imprevisto que genere mayor desconfianza sobre el sistema o dudas sobre la solvencia de nuestro país.
¿Y después del 2020? La situación se agrava: el panorama actual muestra vencimientos previstos (en pesos y en dólares, en cifra convertida a esta última moneda) de aproximadamente 37 mil millones en 2020, 36.000 millones en 2021 y 29.000 millones tanto en 2022 como en 2023; es decir, en lo cuatro años un total de 131 mil millones de dólares con sólo 6.000 millones a recibir del FMI.
Cualquiera que fuera el signo político del gobierno que suceda al actual, esa deuda aparece como casi imposible de pagar, máxime si se insistiera en la política de libre mercado y ajuste del gasto que nos llevó a esta situación.