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La imagen del desierto acompaña a las provincias patagónicas desde siempre. ‘Tierras de gigantes’ la llamó un cronista de Magallanes; ‘árida y hostil’ la definió Charles Darwin, pero fue a través del ensayo literario y del discurso político que esa imagen de ausencia se impuso en la Argentina del siglo XIX
En 1880 concebir estas tierras como ‘áreas vacías’ no necesariamente estuvo dirigido a negar la existencia de la sociedad indígena, sino que eso simplemente no resultaba relevante. No se trataba de un desierto interpretado como tal desde la ignorancia sino una elaboración discursiva. Un relato fundamentado en la necesidad de dar un sentido específico al territorio patagónico de acuerdo a los intereses del proyecto hegemónico bajo el cual se conformaba el Estado.Un territorio así concebido, resultó el escenario óptimo para llevar a cabo a la apropiación de los recursos sin mediar interés por las poblaciones asentadas.
La región se incorporó a la Nación bajo el modelo agro-minero exportador y luego el carbón, gas y petróleo renovaron las promesas de desarrollo. Se afirmó en la convicción de que sus recursos económicos eran su ventaja comparativa para negociar su escaso poblamiento. La participación relativa de la población patagónica en el total del país en el censo del año 2010 representaba apenas un 5,2%.
Esta realidad traducida en electores muestra que la capacidad de la ciudadanía patagónica – total de electores de La Pampa, Rio Negro, Neuquén, Santa Cruz, Chubut y Tierra del Fuego- es mínima al momento de incidir con su voto en la selección de gobernantes a nivel nacional: un 6,42% contra un 37% sólo de la provincia de Buenos Aires, un 8,68% de Córdoba y un 8,36 de Santa Fe. Dicho fácil, el voto de los patagónicos no mueve la balanza.
Será por ello que en tiempos de capitalismo nómade y democracia fragmentada no tener en cuenta las condiciones materiales de existencia de quienes habitan estas provincias, no tenga demasiado costo político.
En el proyecto de presupuesto 2019 presentado en estos días por el gobierno nacional, mientras se prevén subsidios destinados para la producciónde gas no convencional en Vaca Muerta -a través de un programa que garantiza a las operadoras el pago y establece una pauta creciente del mismo hasta el 2021- se reduce el 25% en el plus por zona patagónica que cobran los beneficiarios de asignaciones familiares y el 20% a los jubilados y pensionados. En Río Negro, por ejemplo, esto impactará a 5.000 personas que anualmente acceden al régimen jubilatorio
De la misma forma, mientras el proyecto de Tren a Vaca Muerta figura en el anexo para financiarse mediante el sistema de Participación Publico Privada (PPP), el Hospital Norpatagónico en Neuquén capital que iba a ser financiado por el mismo sistema, fue descartado. Un hospital pensado para ofrecer 300 camas destinadas a máxima complejidad y para atender -con helipuerto incluido- a pacientes de toda la región, quedó fuera del presupuesto nacional.
Será también por todo esto que el periodista ultra oficialista de los domingos se refirió a Tierra del Fuego como una provincia ‘privilegiada’ por su régimen de promoción industrial sólo para hacer ‘cajas de Telgopor’. O mintió acerca de los trabajadores pampeanos con “los hijos de puta de La Pampa no garpan ganancias” o por último hizo gala de su tan porteña ignorancia con “hace frío, pero nadie los mandó a ahí los tipos”
Los que sí deberían preocuparse, son los aspirantes a renovar u obtener una banca de diputado o senador y a quienes pretendan gobernar estas provincias. Sino lo hacen por convicciones al menos deberán saber que acompañar un presupuesto que abandona a las personas tiene consecuencias. En esta ocasión, sí hacen falta esos poquitos votos.
Tal vez como dijera el entonces ministro de Educación de la Nación Esteban Bulrrich -hoy senador nacional por la provincia de Buenos Aires- se trata de una ‘Nueva Campaña del Desierto’. Por eso también como antaño, aunque seamos un poco más de 2 millones de habitantes, eso no resulta relevante. Es más rentable la vaca muerta que la gente viva.