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La principal novedad de la economía durante esta semana posiblemente haya sido la presentación, por parte del Poder Ejecutivo, del proyecto de presupuesto para el año 2019.
En primer lugar, y a grandes rasgos, no presenta grandes sorpresas respecto a lo que ya había transcendido y se esperaba: un brutal ajuste del gasto que implica la caída de la obra pública en términos reales del 50%, disminución del 20% en los gastos en bienes y servicios, traspaso a las provincias (o a las tarifas) de los subsidios que se entregaban por el consumo eléctrico y el transporte, eliminación del Fondo Solidario, más conocido como “fondo sojero” y disminución otras transferencias a las provincias, etc.
Lo nuevo es que vuelven con la disminución de la zona para los jubilados patagónicos, esta vez con una baja del 50% y solamente para los próximos beneficiarios y, lo que también es muy grave, van a usar el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses (FGS) para pagar las jubilaciones. Uno no puede menos que preocuparse ¿Qué pasará con las jubilaciones a partir de 1920, cuando se agote el FGS? ¿Pensarán volver a las AFJP, de triste memoria?
Otra novedad fue la cláusula que prevé la posibilidad de una reestructuración de la deuda pública ¿Se está preparando un nuevo “megacanje” como el de Cavallo cuando llegaba el final para la convertibilidad?
Llaman la atención los supuestos macroeconómicos que están detrás del presupuesto: en primer lugar, se proyecta una inflación del 23% para el año próximo (la del corriente año superará al 45%, lo que implica una disminución de su ritmo a la mitad) que parece muy difícil de conseguir debido a la inercia inflacionaria, a la puja distributiva actual y al peso de la cotización del dólar en la inflación; posiblemente siga la misma suerte de todas las estimaciones sobre la inflación que el gobierno viene haciendo desde fines del 2015.
La otra previsión “imposible” es la cotización promedio del dólar para el año que viene en $ 40,10, cuando ya ha superado ese valor y las previsiones de las consultoras económicas lo ubican por encima de los $ 50 y, algunas, de $ 55. Por esto, y por muchas de las partidas, la prensa lo ha calificado como “un dibujo” y no como una estimación seria de los ingresos del estado y un valor límite para sus erogaciones.
La historia de los presupuestos presentamos por “Cambiemos” se ha caracterizado por el error en sus estimaciones, según se puede ver en el cuadro adjunto, con algunas variables según el presupuesto 2018 y 2019. De todas formas, el actual proyecto dice que “Los riesgos fiscales… podrían generar desvíos en las proyecciones utilizadas en la elaboración del Presupuesto Nacional”. Como dice “El Cronista”, es la primera vez en la historia que un presupuesto trae semejante aclaración, una especie de confesión de la poca fe que los mismos autores tienen de las cifras que han elaborado.
Finalmente, con los supuestos expuesto anteriormente, se proyecta un déficit primario del 2,7% del PBI para este año y, cumpliendo un compromiso con el FMI, del “0%” para el próximo, con una caída del PBI del 2,4% para este año y del 0,5% en el 2019.
Si se cumplieran las previsiones presupuestarias, teniendo en cuenta la información oficial, al final del período presidencial de 4 años, el PBI argentino habría caído 1,87% respecto al 2015, mientras que el ingreso per cápita habrá disminuido el 6% (estimando un crecimiento de la población del 1,1% anual); el argentino habrá perdido, término medio, un 6% de su ingreso luego de los 4 años; se trata de un promedio, porque la situación social se ve agravada por el aumento en la concentración del ingreso y, en consecuencia, por el incremento de la inequidad distributiva.
Es un presupuesto que augura una mayor recesión económica, con caída de la actividad, quiebras y desocupación, cuyos principales perjudicados son los futuros jubilados, las provincias y, en resumen, todos los argentinos.