Columnistas // 2018-09-02
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El mejor equipo
Al final, el mentado grupo de colaboradores de Macri resultó un simple “rejuntado” que apenas está en condiciones de jugar un “picado” en el baldío del barrio.


 Cuando asumió el presidente Macri anunció que en economía lo iba a acompañar el mejor equipo de los últimos 50 años. Hoy, dos años y medio después, el que aparecía como figura estelar y posible capitán del equipo, Alfonso Prat Gay, hizo un elocuente resumen de los resultados obtenidos: “…esta economía, que es un quilombo…”.

Hoy se sabe que no tenían ningún plan ni objetivos claros. Solamente la idea de “liberar” la economía y dejar que el mercado tome las mejores decisiones. Una idea decimonónica que había mostrado su fracaso con la crisis de 1930 y muchos otros más cercanos (inclusive en nuestro país en el reciente 2001), a partir de su pretendido renacimiento como neoliberalismo.

Con el desmembramiento del Estado se priorizó la especulación financiera y la fuga de capitales. Como dice el reciente manifiesto del colectivo “Economía política para la Argentina” (EPA),“Los mecanismos de vinculación y articulación de la economía real y nominal, en materia fiscal, monetaria y productiva fueron desmembrados en una maquinaria descoordinada y sin engranajes, que evidentemente no puede funcionar correctamente.” La consecuencia es que “el crecimiento no despega, la inflación mantiene un sendero creciente y el nivel alcanzado de endeudamiento enciende alarmas precautorias. Las secuelas de este modelo, sin lugar a dudas, serán pagadas por el grueso de la sociedad, por medio de licuación del poder adquisitivo de los ingresos populares, desocupación en ascenso o precarización laboral, generalizándose una peor calidad de vida.”

Creyeron que abriendo la economía al exterior y pagando a los “fondos buitres” lo que estos reclamaban, sin ninguna negociación, vendrían capitales en “una lluvia” de inversiones productivas al país, lo que suponían iba a garantizar trabajo, crecimiento y bienestar. Esos capitales no vinieron y para reemplazarlos endeudaron al país a niveles impagables y, para atraer capitales especulativos de corto plazo, crearon la posibilidad de una “bicicleta financiera” con las letras en pesos del Banco Central (Lebac) a muy alta tasa de interés, con una deuda convertida en una bola de nieve que crecía exponencialmente en el tiempo: la deuda en Lebac en abril de este año alcanzó un billón doscientos setenta mil millones de pesos ($ 1.270.000.000.000).

A fines del año pasado los mercados externos mostraron su desconfianza hacia esta política y dejaron de financiar la aventura. Los poseedores de Lebac quisieron retirarse y convertir los pesos en dólares, lo que fue una de las causas de la actual corrida bancaria, corrida que no se pudo parar ni con una tasa de interés en pesos que superaba el 45% anual y que llegó al 60%, lo que torna imposible cualquier financiación normal. La desconfianza se ha generalizado a todos los agentes económicos, lo que se pone de manifiesto, entre otras cosas, por la fuga de capitales que con este gobierno alcanzó un total de 52.126 millones de dólares (“Ámbito Financiero”, 28-8-18).

Por su parte, la apertura indiscriminada al comercio exterior dio lugar a una avalancha de importaciones no esenciales que ahogó a nuestra industria; el resultado es que las divisas que generan nuestras exportaciones no alcanzan para cubrir ese nivel de importaciones, a lo que se suma en envío de utilidades al exterior, el turismo y los intereses de la deuda externa. En el año 2017 el déficit de cuenta corriente alcanzó los 31.000 millones de dólares.

Al iniciarse la crisis “el mejor equipo” mostró la falta de preparación. Salió de urgencia a pedir un crédito al FMI aceptando cualquier condición, de forma que, sólo dos meses después, tienen que ir a pedir otro anticipo y el cambio en algunos de los objetivos impuestos.

Por otro lado, para tratar de calmar a los mercados, se fueron adoptando una sucesión de medidas improvisadas: primero se anunció una subasta diaria de 100 millones de dólares; al poco tiempo, posiblemente porque hicieron cuentas de cuánto tiempo podía durar esa política, lo disminuyeron a 75 millones y, unos días después, a 50. Luego comunicaron que se suspendían las subastas y que el precio del dólar lo iba a fijar libremente el mercado. A día siguiente, como se intensificaba la suba de su valor, vendieron 781 millones. Y el Banco Central continuó interviniendo en la cotización diaria. El resultado fue que en estos meses se perdieron más de 8.000 millones de dólares para beneficio de los especuladores (más de la mitad de lo recibido del FMI) y el dólar sigue aumentando su cotización en forma diaria.

Al final, “el mejor equipo de los últimos 50 años” resultó un simple “rejuntado” que apenas está en condiciones de jugar un “picado” en el baldío del barrio.


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