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Hay algo en la relación entre los argentinos que piensan de forma diferente que erróneamente confundía con la tolerancia. Nada más lejos de la realidad como he podido constatar en los últimos días.
Acostumbrado a la idiosincrasia española, donde la existencia de las dos Españas que decía Antonio Machado se estableció hace ya mucho tiempo, pensaba en mí desconocimiento que las diferencias entre argentinos con distinta forma de pensar, resultaba más civilizada y pacífica. He comprobado que no es así.
Resulta cuanto menos curioso, que argentinos de uno y otro signo abracen la misma bandera y con igual pasión, mientras que, al otro lado del mar, la izquierda consecuente sigue reivindicando la bandera republicana, en contra de la monárquica oficial, que queda, con distintos matices y escudos, para uso y veneración de pro franquistas y partidos inmovilistas del régimen del ‘78.
Igualmente, he podido contrastar que acá, situaciones especialmente tensas entre grupos de distintos bandos, acaba con el canto conjunto del himno nacional. El concepto de patria, está por encima de las diferencias, mientras que en España es algo que el franquismo secuestró en su día, y que ha sido heredado por la postura más conservadora del país.
Todo ello me hacía pensar que, un país que había vivido una situación tan traumática como fue la dictadura militar, y los terribles actos que trajo consigo, había conformado una sociedad unida en lo trascendente, que compartía un visceral rechazo a esa parte de la historia.
Grande fue mi sorpresa, cuando pude observar que cierto sector de la sociedad argentina, si bien no justificaba abiertamente la dictadura, sí minimizaba sus consecuencias, e incluso la comprendía de alguna manera, equiparándola al accionar de los grupos armados que existían en Argentina, aunque estén hablando de un periodo histórico en el que todo Occidente vivió ese flagelo. También España (ETA; Frap; Grapo), otros países latinos (Tupamaros, Sendero Luminoso), Italia (Brigadas Rojas) o Alemania (Baader Meinhoff- Fracción del Ejercito Rojo). Y todos esos países superaron dicha amenaza sin sacar los ejércitos a la calle, ni, mucho menos estos usurparon el poder.
Pero cuando he notado el odio, la visceralidad, la saña y la intolerancia, ha sido en los días previos al rechazo en el Senado del proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, o ley del aborto.
Como comenté en su día, las manifestaciones y las actividades del feminismo argentino, habían generado el interés y la simpatía del mundo progresista, que ha vivido intensamente este proyecto de ley, y cuyos símbolos han sido replicados en gran parte del mundo, reforzando la solidaridad del feminismo trasnacional.
En vista de este éxito, los partidarios de no aprobar la ley, y por ende antiabortistas, comenzaron a usar los pañuelos celestes en contraposición al verde de las partidarias de la aprobación, demostrando escasa originalidad y por lo que se vio, nula capacidad de diálogo. Desde entonces, y hablamos del mes de mayo, no hemos dejado de ver en las redes sociales, agresiones en grupo contra los actos de las pro abortistas. Las imágenes, en algunos casos, son de una violencia inusitada, y la actitud de las históricos que todos creíamos superados autodenominadas defensoras de las dos vidas, recordaban períodos oscuros.
Consecuentemente, lo vivido en el Senado, donde 38 senadores han decidido que el aborto siga siendo ilegal, y se sigan produciendo muertes, abortos clandestinos y criminalización de las mujeres, ha resultado un espectáculo bochornoso, donde algunos senadores votaban en contra, porque no habían leído el proyecto, o afirmaban que las violaciones producidas dentro de la familia son menos violación, porque no requieren el uso de la violencia, así como la actitud partidista de la presidenta del Senado, que insultó a un senador favorable a la aprobación, y celebró el resultado que implicaba el rechazo al proyecto a micrófono abierto, tras una sesión en la que demostró su parcialidad de forma descarada.
Al final, el proyecto ha sido rechazado, pero una revolución está en marcha. Las mujeres van seriamente camino de la igualdad y el derecho a decidir. Las movilizaciones, los mensajes de apoyo de miles de organizaciones feministas de todos los países, y la actitud de las mujeres argentinas, tan lejos del desánimo nos avisan que el proyecto será ley, aunque mientras tanto las mujeres pobres sigan muriendo, y sigan llegando al mundo hijos no deseados o como consecuencia de violaciones y abusos.
Por ello, creo que ya estoy en condiciones de entender lo que supone la grieta de la que durante todo este tiempo vengo oyendo hablar. Ese fenómeno sociológico que durante tiempo confundí con el bipartidismo y que ahora compruebo que es algo más profundo y complejo que un bando ideológico, y que me hace pensar en Antonio Machado cuando hablaba de las dos Españas, o de la época negra de Goya, y su cuadro La Riña, en el que dos hombres realizan un duelo a garrotazos. Pienso en ello, mientras vivo esta Argentina, en la que veo algo paralelo que, de no acabarse, augura un muy feo final.