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El Fondo Monetario Internacional (FMI) nació en 1944 como consecuencia de los acuerdos de Bretton Woods, conferencia convocada para reordenar el sistema económico-financiero de postguerra. Inicialmente la función del FMI fue la de colaborar con los países que presentaban desequilibrios de corto plazo; la política de largo plazo, la de inversión y desarrollo económico y, en ese momento, el encarar la reconstrucción después de la guerra, quedó en manos del BIRF (Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento) convertido luego en el Banco Mundial (BM).
Con el tiempo las funciones del FMI evolucionaron para convertirse, especialmente después de los años ’70 con la expansión del capitalismo financiero, en una especie de auditor y asesor de los acreedores sobre los países endeudados.
En esta última función fue, por lo menos, corresponsable del desastre que significó para muchos países, el nuestro en particular, las políticas neoliberales aplicadas en los años ’90 y que culminaron con la crisis del 2001. Esta situación lo convirtió en blanco de una crítica internacional generalizada que lo llevó al desprestigio, de forma tal que durante varios años su actividad quedó prácticamente limitada a la ayuda a países muy pobres del África, para ser visto como una especie de “sociedad de beneficencia” para ayuda a los países pobres creados por la opulencia del imperialismo financiero.
Hasta que, a raíz de la crisis iniciada en el año 2008, distintos países europeos, como Grecia y los de Europa oriental (Letonia, Hungría, Rumania), a los que luego se sumaron Egipto y otros países, requirieron de su ayuda. Entonces se especuló con un nuevo FMI, que había aprendido de la experiencia anterior y que ahora transitaba una etapa con rostro humano y concepción social. Los hechos mostraron que esto era un mito.
Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que el FMI es una institución elitista dirigida por 24 directores que tienen voto calificado en función de los aportes al Fondo de los países que representan. Sólo tienen un director Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y Gran Bretaña, a los que se sumaron luego China, Rusia y Arabia Saudita; los 16 directores restantes son designados por grupos de países. Las decisiones se toman por mayoría calificada del 70% del total de votos y, las importantes, por el 85%. Estados Unidos tiene el 16,84% de los votos, por lo que tiene de hecho el derecho a veto, mientras que, por ejemplo, 24 países africanos tienen el 1,34% del total. Por un acuerdo no escrito, preside el directorio un europeo, mientras que el del Banco Mundial es un norteamericano, pero esto no oculta que es Estados Unidos quien posee el poder de decisión.
En segundo lugar, hay que recordar la experiencia histórica de los países “beneficiados” por la ayuda del FMI, empezando por la argentina de fines del siglo anterior. Entre las actuales:
-Grecia lleva tres rescates del FMI (2010,2012 y 2015). Debido al ajuste el PBI cayó casi un 30% y se flexibilizaron las relaciones laborales, con lo que los sueldos reales bajaron un 30%; inclusive se denunció que los maestros son designados por temporada lectiva, de forma tal que se “ahorran” el pago de vacaciones. Después de 8 años de recesión económica la deuda pública aumentó hasta 260.000 millones de euros (296.000 millones de dólares), lo que representa el 97% del PBI medido por la paridad del poder adquisitivo. Además de innumerables costos sociales (pobreza en aumento, desocupación, suicidios), el 5% de la población abandonó al país.
-Otro caso es el de Egipto, que recurrió al FMI en 2016. Obtuvo un crédito de 12.000 millones de dólares con un programa de ajuste que incluía el recorte de los subsidios a la electricidad y combustible, aumentos de los impuestos al consumo y libre fluctuación de su moneda. Este año la deuda externa aumentó el 11% y tuvo que volver con nuevos ajustes (otros aumentos de la electricidad, el agua y los combustibles e incremento de los costos de algunos trámites públicos). Lógicamente, el ajuste afectó a las capas pobres y a la clase media, mientras que el presidente prometía prosperidad para el largo plazo. Cabe señalar que antes el presidente obtuvo la reelección mediante el conocido método de perseguir judicialmente y condenar a la prisión a los dirigentes y principales candidatos opositores.
-Para Europa oriental y la situación luego de la intervención del Fondo en 2008 es interesante el reportaje a la economista rumana Daniela Gabor, profesora de la Universty of the West of England, publicado por “Cash” (suplemento de “Página 12” del 6 de este mes); la entrevistada dice que el ajuste aplicado a esos países es similar al impuesto ahora a la Argentina; cuenta que en su país, como se presentaron dificultades para lograr las metas establecidas, se impuso más y más ajustes. Finalmente, como quedaron sin recursos para cumplir con la deuda externa, se impuso la privatización de los activos públicos; es lo que puede ocurrir con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) del sistema jubilatorio argentino, puesto en bandeja al FMI en el acuerdo con el gobierno argentino.
Para Gabor, el de Argentina “es uno de los programas de austeridad más duros en la historia del FMI”. Sabemos cómo va terminar.